Las reglas de la manada también funcionan en la música. Un grupo es un grupo. Y detrás de las fotos y las promos hay diferentes personalidades, diferencias, luchas por el poder y muchas veces odios enconados. Y la manera de resolver esas contradicciones no es muy diferente a la de una manada. Hace falta un líder que marque el camino.
Se acaban de cumplir 57 años de la fundación de Pink Floyd. Una superbanda que a lo largo de toda esa historia ha ejemplarizado hasta qué punto la tutela del líder cambia los resultados musicales. En los primeros años, los Floyd eran un grupo de jóvenes glamorosos de la psicodelia. Liderados por un cantante y compositor que parecía salido de los tiempos de Lord Byron: Syd Barrett. Tocado por una extraña sensibilidad, Barrett llevó al grupo a territorios inexplorados en el pop. A los límites de lo melódico con lo surrealista. Composiciones a veces simples pero oníricas, como la famosa Arnold Layne. O totalmente experimentales, como Interstellar Overdrive.
¿Qué es más productivo: el buen rollo o el liderazgo? ¿Es forzoso que uno de los miembros imponga sus criterios en aras de la funcionalidad? ¿Mata eso el espíritu del grupo? ¿Puede existir un grupo sin ese espíritu?
Los primeros Floyd se basaban en armonías vocales, músicas vigorosas y una perversa ingenuidad. Probablemente fruto de un Barrett que iba deslizándose hacia la enfermedad mental. El grupo intentó que se quedara en casa componiendo, en plan Brian Wilson. Pero el declive de Barrett, debido sobre todo al consumo de drogas, fue imparable. Hasta el día en que, tal como confesaba el batería Nick Mason no sin cierto arrepentimiento, «dejamos de ir a buscarlo antes de los conciertos».
Sin Barrett, y con la incorporación de David Gilmour, el equilibrio del grupo cambió. Y se planteó lentamente la rivalidad por ocupar el liderazgo entre Gilmour y Roger Waters, bajista y compositor a partir de aquel momento. Waters, un personaje un punto inquietante, comenzó a ganar poder. Hasta que en I Wish You Were Here se produjo ya el enfrentamiento abierto con el guitarrista. Un crítico musical de New Musical Express escribía: «Los Floyd parecen anestesiados, mientras Waters establece algo parecido a una dictadura».
El éxito masivo llegó justamente en ese momento. Cuando los Floyd dejaron de ser experimentales para alcanzar la categoría de muy comerciales, con éxitos tan grandes como The Dark Side of the Moon. Y sobre todo The Wall, que fue cuando Waters se hizo con todo el control. Incluso se alojaba en un hotel distinto al resto de la banda. Un tiempo después despidió al teclista Rick Wrigth por irse de vacaciones. La insoportable pesadez del líder, parafraseando a Milan Kundera. La megalomanía de Waters era pareja a su audacia escenográfica, realmente revolucionaria. Y cuando el grupo se disolvió finalmente, Waters se negó a que el nombre Pink Floyd siguiera existiendo. Lo que le valió un pleito con el resto del grupo.
Para el aficionado resulta triste que algunos de sus ídolos, responsables de la música que ha marcado su vida, se acaban peleando y odiando a muerte. La creación, la música, es siempre algo libre.
¿Qué es más productivo: el buen rollo o el liderazgo? ¿Es forzoso que uno de los miembros imponga sus criterios en aras de la funcionalidad? ¿Mata eso el espíritu del grupo? ¿Puede existir un grupo sin ese espíritu? Al final, la manada es la manada. Y cuando alguien detenta demasiado poder en un grupo, los otros tienden a retraerse. Con ello, su música se hace más unilateral y previsible. Pierde la riqueza de la cooperación. Hay muchos ejemplos. En una entrevista, el teclista Rick Wright decía con abatimiento que The Dark Side… fue el último disco que hicieron en equipo.
Para el aficionado resulta triste que algunos de sus ídolos, responsables de la música que ha marcado su vida, se acaban peleando y odiando a muerte. La creación, la música, es siempre algo libre. No forzosamente la autoridad consigue buenos resultados. Aunque produzca grandes dividendos.
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Carlos Garrido Torres (Barcelona 1950) es periodista y escritor. Ha hecho también carrera en la música, formando parte, entre otros proyectos, de Rock & Press. Es autor del libro "La Guitarra Platónica" (Documenta balear) donde cuenta su adolescencia musical.
Sitio web: carlosgarridotorres.com.
Tú Ves Ovnis
5 agosto, 2021 - 21:16 h.Muy interesante. Mantener un equilibrio de poderes a lo largo del tiempo es muy difícil. Siempre hay alguien que cree merecer más poder del que tiene.