Términos musicales que las reviews profesionales han repartido sobre las veintiuna referencias, entre singles, EPs, compartidos y recopilatorios, que ha editado AINZ (Manolo Cañaveral, Palma, 1978) desde el año 2000 entre los sellos 2phonic Recordings, Boite Music, Spa In Disco y Rare Wiri: disco electrónico, italo, bajo chapoteante, germánico, fondo grueso, funk y groove, bajo contundente y arpegios locos, ligero sabor a años 90, temperamental, medio tiempo, sensación electrónica de los 80, italo-disco cósmico, riff de guitarra y percusión pesada, tonos industriales y poperos.
Solo hay dos tipos de músicos: aquellos que piensan «todo vale» y eso les lleva a la dispersión o hasta la falta de personalidad artística, y aquellos que piensan «todo vale» porque no cierran la puerta a cualquier género musical que pueda inspirarles a la hora de hacer su propia música. Habitualmente, estos últimos han crecido escuchando tanta música y tan diversa como para colmar dos adolescencias. Normalmente este tipo de músicos son de creatividad infinita porque han bebido de fuentes musicales infinitas. Son ansia y falta de prejuicios. A este último tipo de músicos pertenece Cañaveral.
A su pasado analógico (o presente, según se verá) pertenece su etapa como batería y cantante de Go!Man!Go!, al medio camino su proyecto Local Time con Toni Christian, y a su presente pertenecen veintiuna referencias bajo su última encarnación: Ainz, el tipo que sencillamente quiere hacer música genuina.
Durante sus anteriores ocho ediciones codirigió el Festival Tramuntana, y en la novena que se celebra este sábado de 20 a 6h, como siempre en Esporles, abrirá de 20 a 23h junto a Dushan el escenario denominado tal cual: Scenario.
Vamos a suponer que el batería y cantante de Go!Man!Go! no se veía en el futuro como productor de electrónica y como creador totalmente individual. ¿Te ves hoy metiéndote en una banda?
Es más, estoy escribiendo algo.
¿Con banda?
Sí, con componentes de Go!Man!Go! Produzco las baterías, canto y meto sintes. Jesús o un guitarrista añade lo suyo, y después hago todos los arreglos.
Os vi en directo en su momento, pero la verdad es que tengo el recuerdo difuso. ¿Cantabas en todos los temas? ¿O pasaste solo a cantar cuando Toni Toledo -Sexy Sadie, Amaral, Oso Leone, Fundación Francisco Frankenstein- se sentó a la batería?
La banda original era yo a la batería y cantante, Nico a la guitarra y Jesús al bajo. Pero en algunos bolos grandes teníamos a Toni en la batería, que a la vez era nuestro productor y quien nos grababa. Después ya fui madurando y aprendiendo como para producir yo mismo. Porque claro, hablamos de 2013-14.
Se lo pregunté a un productor de electrónica que tocó años en varios grupos: ¿estás seguro de lo que haces? Porque los ordenadores se cuelgan. Una batería, nunca.
Estoy muy seguro de lo que hago, también porque he ido teniendo muy claro que en lo que soy bueno es en el sonido. Llevo tantos años escuchando música… Mi padre me ponía Frank Sinatra, Elvis, Paul Anka… Me fascinaban. Sobre todo ver cómo fueron desarrollando su historia y su sonido. A día de hoy, tras haber estado leyendo mucho, investigando conceptos y viendo de dónde viene todo, lo que creo que significa un groove es saber sobre historia de la música. Por ahí viene mi desarrollo particular como productor. De dónde venía y a dónde voy. Me he dedicado a hacer disco más psicodélico, a trabajar más con guitarras, a veces a cantar, y siempre con esos principios muy marcados de saber de dónde vengo.
Aquel productor también me dijo que un ordenador nunca se desafina. Y sobre todo, que lo que le enganchaba a esa herramienta es que, por ejemplo, puedes sacar el portátil en un avión y ponerte a trabajar. La guitarra no. ¿Eso te engancha, poder trabajar donde sea y cuando sea?
Eso es una verdad como una casa. Aunque tampoco he sido de llevarme el ordenador a cualquier lado. Pero sí es importante tener el estudio en casa. Tener tu propia estructura para poder levantarte, hacerte un café y ponerte a hacer música. O por la noche. Nunca me he parado a pensar qué manera de trabajar es mejor, aunque la verdad, quedar cada día con una banda de 9 a 5 de la tarde y poder decir todo lo que hacer, también lo firmo ahora mismo. Pero ya sabemos, todo el mundo tiene su vida, su trabajo y sus movidas, y al final tienes que ir haciendo las tuyas.
Alguien escribió que en la electrónica también existe el duende y el flow. Y que se nota y es detectable si vienes de tocar en bandas. No es ni mejor ni peor, pero existe un algo distintivo si vienes de sudar, de tener callos en los dedos y de que te duela la garganta de cantar. ¿Estás de acuerdo?
Creo que sí. Sobre todo si tienes claro lo que quieres hacer. Creo que para hacer música hay que basarse en conceptos. Hay quien hace de todo y le sale muy bien. Pero hay un flow de haber escuchado muchas cosas, y entonces tú decides si te vas por las ramas o no, si eres un loopero o no, o si en un tema al minuto rompes y empieza otra cosa. Porque en realidad, para mí vale todo. Lo que pasa es que hoy día todo el mundo puede acceder a las herramientas para hacer música electrónica, y dentro de ese «vale todo» entran bancos de samplers donde lo tienes todo, arrastras al ordenador y solo tienes que ajustar volúmenes. No es mi estilo. Lo respeto porque al final lo que suena es música. Yo puedo utilizar samplers de baterías, claro, pero en mi música se nota que después hay un trabajo de desarrollo de un sonido que va de un principio a un fin. O que hay un ácido o no. O que utilizo un sinte semimodular u otro analógico. O que después canto. Uno de mis conceptos es que intento sonar a que no se vea que es muy de samplers, para que veas que lo que escuchas, te guste o no, tenga una mezcla mejor o peor, es mi sonido.
No se suele preguntar a los productores de electrónica y me parece fundamental porque estás hablando con un músico como cualquier otro: ¿cómo compones: a la guitarra o al piano, directamente al software o hardware?
Escribo mucho como se hacía antiguamente, usando mucho midi y mandando cosas a sintes u otras máquinas. Lo voy colocando y trabajando por oído, y cuando hace falta pongo el tuner para saber dónde está todo. No soy un gran músico en cuanto a teoría, pero sí creo que tengo ese buen oído como para mandar las cosas a sitios para luego desarrollar el sonido.
Una mezcla, una heterodoxia en el origen de la composición que amplía tu margen de maniobra como creador.
Sí, es un poco una mezcla porque también puedo tocar, o meter acordes que toco yo mismo, mandando elementos que pueden quedar bien con otros. Y siempre utilizando mis midis, o bajando los swings de un batería para añadirlos a mi drum machine. Claro que puedo utilizar samplers si ayudan o para una cosita simple, pero siempre dentro de mi sonido, porque además los paso por un procesador para acercarlo a lo que quiero que parezca o suene.
Más métodos de vieja escuela: llamarse al teléfono de casa para grabar una melodía o una idea en el propio contestador automático. Llevado al día de hoy: ¿muchas de tus ideas iniciales están grabadas en tu móvil?
Miles. Miles de veces me pongo a cantar. Y cuando después la escucho, ahí está. Esa melodía está ahí. Y escribo un tema a partir de esa melodía. A menudo con la banda parecía un tonto haciendo spanglish. Grababa sonidos que me llevaban a la canción, o a buscar las palabras que concordasen con esos sonidos. Al final es lo de siempre: hay que practicar mucho, y no tener vergüenza de ello. Si te mola, hazlo. Si no te ve nadie, bien. Y si te ve la gente, también.
Hiperactivo se te queda corto. Veintiuna referencias en tres años.
Tuve unos años en los que no paraba, siempre en el estudio, a veces doce horas. Lo disfruté mucho. A día de hoy me lo tomo con más tranquilidad. Porque a veces nos pega la neura de hacer, hacer y hacer, y al año siguiente toca hacer arreglos. La cuestión es que tengo un concepto: siempre que vas al estudio, se graba. Mucha gente va para pasar el rato, o para tocar por encima. Yo no: en casa todo se graba. Porque nunca sabes lo que se te puede ocurrir. Que igual lo escuchas, te agobia y lo dejas. Pero al cabo de dos o tres años lo recuperas, haces cuatro cambios y tienes un temazo. Lo aprendí tocando con gente, y sobre todo con Toni Christian: cuando se pisa el estudio, se graba. Siempre. Ayuda a tener muchas cosas a las que recurrir.
Una curiosidad concreta surgida de esa hiperactividad: tienes dos referencias editadas el mismo día. The Sacred Corner y Superficial son del 22 de abril de 2022. ¿Por qué las editaste por separado, en 2phonic Recordings y Boite Music? ¿Tal vez porque una es más deep house y la otra más disco?
Un poco por eso, y también que al enviar el material todo junto los sellos no llegaron a hablar entre ellos. La cuestión es que no fue aposta.
Esa versatilidad musical tuya no solo es definitoria, es que puede y suele llegar mucho más allá. Por acotar: puedes sonar a minimal germánico, pero también a Death in Vegas.
Así es. Y Death in Vegas te pueden recordar a muchas bandas.
Son maravillosamente heterodoxos.
Exacto. Es que la electrónica debe mucho al Krautrock con sintes y baterías. Y hablamos de los años 70. O bandas en los 60 como Silver Apples, con sintes y baterías raras. O el gran Alan Vega haciendo locuras psicodélicas con voces. Todo eso es lo que intento hacer dentro de lo que me gusta y a mi rollo, porque para mí son influencias muy marcadas. Solo eso, hacer música, que es mi pasión. Claro que he tenido pensamientos del tipo querer pinchar por todas partes o hacer tu live. Todo eso lo he hecho mucho, pero al final lo que te gusta es llegar a casa, sentarte, y hacer tu música.
No sé si es simplificarlo, pero pareciera que estando en bandas tus influencias eran los años 90 y dos mil, mientras que en el lenguaje de la electrónica son, aparte de lo contemporáneo, sobre todo los 70 y 80.
Completamente. Hace dos años mis influencias eran completamente ochenteras, y después vino una pasión por el italo-disco psicodélico. No sé, tal vez porque me acercaban más a esas influencias iniciales que comentaba. Como dices, puedo hacer algo más germánico, con baterías, y luego algo más setentero. Es lo que me sale porque de siempre es lo que más he escuchado. ¿Que me encanta el house de los 90 e incluso he hecho algo del género? Sí, también. Pero por ejemplo, techno no me sale porque nunca he sido un gran DJ de techno. Siempre he estado más repartido por otras influencias. ¿Puedo pinchar en un after? Sí. ¿Puedo pinchar house y electro? Sí, también. Tengo temas de electro. ¡Porque también había electro en los 70! Setentas y ochentas están ahí de manera evidente, también porque tienen una contemporaneidad un poco más marcada.
He visto en directo a DJs y productores de electrónica tocando la batería o la guitarra, por poner ejemplos. Es decir, el directo: ¿tienes en mente diferentes ideas de set para próximos directos?
Tengo tres temas ya listos con Omar Niang, y estoy intentado programar un live con él para la música digamos disco que hacemos entre los dos. En cuanto tengamos tres o cuatro temas más seremos él con la guitarra y cantando, yo con sintes y máquinas, más un bajista o un pianista. Seguro que sacamos esos temas de la chistera enseguida porque tenemos unas sinergias muy buenas.
Es de suponer que también seguirás buscando, practicando y disfrutando al máximo, tu versión de máxima individualidad: tu solo en una cabina.
Completamente. Soy DJ de los 90, de los after y de las fiestas en chiringuitos. Como aquellas grandes fiestas, las Full Moon Party, que hacíamos en Deià a finales de los 90. Pinchábamos de todo, desde hip hop y funk, hasta house y techno. Eso es algo que hoy día echo un poco de menos. Hoy la gente está marcada por otro tipo de fiestas. Quieren lo que han escuchado treinta segundos en Instagram o TikTok, cuando antes ibas a ver a un DJ porque querías que te sorprendiera musicalmente. Hoy día, teniéndolo todo muy al alcance no es que sea más difícil, pero si pinchas en clubs la gente va a pedir esa música. Yo nunca lo he hecho, pero el éxito de los DJ actuales se basa más o menos en eso. Como a mí me gusta sorprender, voy a llevar al Tramuntana música hecha por mí que no está editada. Y la pondré. Poder sorprender a gente con música que no ha escuchado, sea gente que pinche o no, tiene gracia.
Es así de tajante: antes salías para descubrir música. A menudo era el motivo para ir a ver a un DJ. Hoy día pinchas más de dos minutos de música que el público no conozca, evidentemente dentro del género que el club o la fiesta marque, y el público se pone muy nerviosito. Y vienen a decirte qué tienes que pinchar.
Completamente. Las cosas van demasiado deprisa. La gente se tiene que parar a pensar por qué se sale de marcha. Se sale con el móvil en el bolsillo, y los momentos buenos y bonitos de la vida los tienes que grabar en la cabeza, no en el móvil. Para vivirlo te tienes que dejar llevar, y no puedes hacerlo si estás más pendiente de grabar la escenita. Que encima normalmente tienes que irte hacia atrás o a un lado para poder grabarla. Todo eso está ya bastante fuera de lugar.
Como dijo un gran observador, hay que recuperar el antiguo feeling de los directos, sea con bandas o en una sesión de un DJ: un 20% de público atento a la música y un 80% intentando ligar.
¡Ya iría bien! Es que teléfonos, cámaras, redes sociales, las fotos ya típicas… Todo ese mundo de mentira le ha hecho mucho daño a la música. Porque te aparta de lo genuino, y ser genuino, a día de hoy, es lo más bonito que puede existir. Para ser genuino te tienes que dejar llevar. Sobre todo si hablamos de música y partes de la idea de que la música es arte.
¿Por qué hay que ir al Tramuntana?
Tramuntana y su desarrollo como festival ha sorprendido año tras año primero por los artistas, que la gente no suele conocer. Ha habido años con más bandas, otros han sido más electrónicos, pero siempre ha sorprendido. Y también por el enclave, que es precioso. Tramuntana se mantiene como apuesta en una isla donde las grandes marcas se están haciendo cada vez más fuertes, haciendo creer a la gente que es donde tienen que ir. Hay que apostar por las ideas locales, y Tramuntana es una idea local. Por ejemplo, con el cartel de este año, en cualquier punto del mundo te cuesta 50 pavos, cuando aquí son 30. Son muchos detalles de los que la gente no se da cuenta. Y hay que ir sobre todo porque hay que apostar por el arte y por la escena local. Es lo más bonito del festival: haber apostado siempre mucho por la escena local aunque haya traído cada año artistas de talla internacional. Sigue siendo una de las fiestas del verano porque es una fiesta local.
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Periodista de Cultura desde 1997. Lo último, 18 años en Diario de Mallorca (también como diseñador editorial). Antes recuerda haber pululado por Cadena Ser/Radio Mallorca, IB3 TV/Ràdio, Mondo Sonoro Balears, Youthing o Radioaktivitat, más diversas promotoras, productoras, agencias de comunicación, centros de creación y gestión cultural, etc. Ingresos extra como DJ y liante.
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