Alberto Alcalá nació en Antequera, Málaga, en 1986. Y por lo visto y oído hasta ahora, nació con la música debajo del brazo. De momento existen tres evidencias palmarias: Ensayo y error (Oído Records, 2013), Tragaluz (Autoeditado/El Niño de la Hipoteca Records, 2019) y el reciente Otra edad (Autoeditado/El Niño de la Hipoteca Records, 2023). A este malagueño residente en Madrid le ubican en la escena de los cantautores, aunque para acabar de ubicarle lo mejor es leer palabras geniales. Que lo son porque las dijo un genio. Javier Ruibal (Premio Nacional de Músicas Actuales en 2017, que es lo menos genial que tiene):
«Ser andaluz y músico es una doble responsabilidad por lo que tiene de compromiso con la identidad y la libertad. Ser independiente y moverse a voluntad por los terrenos de la imaginación y al mismo tiempo anclarse a los rasgos formales de toda una tradición secular de sonoridades y ecos ancestrales […]. Alcalá quiere ser algo más sin dejar de ser lo que ya fuimos».
Con el andaluz y músico, además de Ruibal, han colaborado genialidades como Jorge Pardo, Miguel Ángel Márquez (Antílopez), Javier Colina, Borja Barrueta, Víctor Merlo, Road Ramos, Leo Minax o Diego Guerrero, quien además produjo los dos primeros trabajos. Como anécdota, apuntar que segundo y tercero fueron financiados mediante crowdfunding.
Su último trabajo está grabado en directo, y para ello ha invitado más que nunca al pop y al rock. Para empezar, ha convertido al asturiano César Pop en pilar crucial del proyecto. Norteño de nacimiento y de humor, fue teclista habitual de Pereza y nunca ha dejado de hacer música junto a Leiva, militó en Le Punk y ha colaborado con Quique González o Iván Ferreiro, además de haber publicado dos discos en solitario. Nota orgullosamente local: Otra edad está producido por el mallorquín Toni Brunet, desde hace años residente en y conquistador de la capital y la música. Las voces invitadas del álbum son Patricia Lázaro y El Kanka.
Al poco de darse a conocer y a partir de 2007, acumuló una buena pila de primeros premios en varios certámenes de calado nacional dedicados a la canción de autor (Murcia, Granada, Burgos, Elche). Al poco se hizo habitual del circuito de cafés y el pequeño teatro tanto españoles como franceses. Alberto Alcalá persigue hacer buenas canciones, que emocionen sea cual sea el registro que aborden y desde el que te aborden. Es por ello que no habla de talento sino de perseverancia, y es por ello que trabaja tanto, tanto, tanto sus músicas y sus muy alabados textos. Pareciera que incluso le importan más que los panes y los brazos.
Alcalá protagoniza el segundo capítulo del ciclo «Contubernios musicales», que sucederá este sábado, como siempre y desde hace años, en el rebendito Café A Tres Bandas de Plaça Barcelona (21 h, anticipada 10’40 €).
Documentando la entrevista, leo: «Alberto Alcalá, ni renovador ni purista». Sino todos los contrarios, añadiría yo. Muchacho, elegiste el camino más complicado.
Puede ser, aunque no hubo mucha conciencia de ello.
¿No había plan previo cuando empezaste?
Creo que no. Te lo vas encontrando por el camino. Al principio todo el mundo tiene algunos planteamientos, pero la solución final siempre va hacia lo que se puede más que lo que se quiere. Además, diría que todo lo preconcebido suele caer en la paja mental.
¿Has tocado en la calle?
Sí, bastante tiempo, en Granada.
Dicen que es una escuela única.
Tiene todos los picos del oficio. O lo quiero entender así. Momentos muy dulces del oficio que los vives con la respuesta. Porque claro, cuando nadie te espera, tener un momento agradable con gente que te escucha es algo inesperado. Cuando ocurre es muy placentero. Y también están las partes duras de eso mismo: estás ahí mostrando algo que nadie te ha pedido, en un sitio donde la gente no tiene por qué estar dispuesta a escuchar música. Puede haber gente que te lo manifieste con vehemencia [ríe]. Que no quiere que le pases la gorra o que estés ahí haciendo ese ruido.
Tener que salir corriendo no solo con tu guitarra sino también con tu música. Puede sonar simbólico, bonito, pero tal vez no lo sea. ¿Te ha pasado?
Por suerte no. Hubo momentos complicados por una normativa municipal complicada, alrededor de 2010, que básicamente pretendía cargarse la música en vivo. Te amonestaban, te multaban, y al final el colectivo musical llegó a una especie de acuerdo con el ayuntamiento. Se creó una licencia, pero al final tenía mucho escondido, y no era tan fácil como podía parecer. No me ha pasado, y supongo que cualquier municipal corría más rápido que yo.
Siempre se apunta que suenas al Sur. Y una vez más, añado: a todos los sures. El patrio, el americano, el francés. Acudiendo al cliché: el norte es civilización, orden. El sur es… andaluz, latino, desordenado. ¿Eres un artista desordenado?
Lo he ido entendiendo cada vez más como un trabajo. A la composición le quito la parte de misticismo que suele ir bastante ligada. No tengo la sensación de que haya un dedo divino dictándome lo que tengo que escribir. Estar todo el rato buscándote en eso te pone en guardia. A mí por lo menos. A día de hoy conozco algunos estímulos que me llevan a la creación, y elijo los momentos en los que cada estímulo me va bien. Porque a lo mejor hay una racha en la que parece que no estás componiendo pero estás haciendo un montón de lecturas alrededor de un tema que te interesa, que inevitablemente después canaliza en algo que va a ser una canción. Yo lo vivo desde ahí, pero también a veces tengo una idea clara y sé hacia dónde voy, o tengo una música ya hecha y estoy trabajando desde el texto. Ahí, para mí, ya es una cuestión de horas y de no dar la primera por buena. Pasarte mucho tiempo arriba de eso, escucharlo con otra perspectiva, o dárselo a colegas que estén en esa mirada crítica que quieres, para llegar a algo. Hay a quien esto no le sirve, que tiene la sensación de que la primera impresión y el primer camino es lo bueno, y el resto ya es censura. Yo no tengo esa sensación. Cuando trabajo noto que llego a sitios más interesantes a base de escribir y escribir, corregir y corregir.
¿Te encuentras con canciones fáciles y canciones difíciles?
Hay canciones que son más fáciles de hacer porque nacen desde un sitio digamos más de juego, como otras que identifico más como un proceso de investigación, de explorar el tema que quiero tratar en otros escritos de gente que ha pasado por ahí antes que yo. No es un copia y pega sino abordarlo desde distintas perspectivas. Al final siempre aparece la solución, y si no aparece tienes la sensación de que estás trabajando esa musculatura.
Ordenado y trabajador pero muy lejos del «oficinista del rock» que Nick Cave se autodefinió. De 9 a 14h escribo canciones, el resto del día es para mi familia.
¡Qué bien iría! Además qué curioso, justo ahora estoy trabajando en un espectáculo junto al poeta Ignacio Miranda, y nos acaba de salir la referencia de Cave. Puede funcionar, en esas horas pueden suceder todos los procesos que te digo. Me encantaría saber más de sus métodos de composición porque desde luego los resultados son increíbles.
O como dijo Tom Waits: «Compositor, no te pavonees por hacer canciones. Es solo una profesión, como la de aquel de ahí que sabe hacer sillas y mesas».
Qué bueno, más viniendo de Waits, que me gusta muchísimo. Justo estos días he estado leyendo una historia de la Sociología del Arte, donde ves que todo eso es muy real y atraviesa muchas épocas en las que esa ha sido la consideración que se ha tenido del artista una vez que se rompe la visión mágica, la invocación y todo ese tema. Que todo esa aura mística se lo hemos vuelto a poner ahora desde la industria.
Me recuerda a lo que me enseñaron en la facultad de Historia del Arte: no hay que olvidar nunca que a Miguel Ángel le sangraban las manos de picar mármol, y que se jodió los pulmones de tanto respirar polvo de dicha roca.
Exacto. Igual estoy diciendo una barbaridad, pero parece que durante mucho tiempo la creación se ha ligado más a la artesanía.
Inevitable preguntarte qué te traen antes tus musas, si las letras o las músicas, porque en tu caso ambas se hipervaloran.
Habitualmente antes las letras, pero últimamente más las músicas. Y hay una cosa intermedia, que Antonio Gamoneda nombra como «el cuerpo del símbolo», difícil de palpar y que creo que tiene que ver con el ritmo que va a tener la canción, con cómo se va a decir, algo todavía más prosódico que temático o musical, que luego es lo que va mandando. Hay algo ahí que se anticipa, pero ya tiene una especie de cadencia, y que dentro de eso ya sabes que vas a contar algo.
Lo que muchos artistas definen como ese 1% que tiene toda gran canción, que nadie sabe lo que es ni cómo hacerlo salir, pero es lo que le aporta su maravillosidad.
Es mucha casualidad que salga una canción buena. Te pones a analizar una que te encanta, la miras desde la música y no ves nada especialmente distinto ni revolucionario, lo buscas en el texto y tampoco, pero en el conjunto funciona como un tiro. ¿Por qué? No lo sé, pero se recibe así desde la emoción. Y parece que no hay nada más que analizar detrás.
Sobre tus excelentes textos: ¿cuánto revisas, cuánto tachas?
Cada vez más. Es algo que últimamente lo entiendo desde el lugar que decía antes, desde el trabajo. Con la música sí me permito trabajar una primera idea, ponerla arriba del todo y dejarla funcionando porque ya hay una rítmica que luego me va servir para hacer toda una labor de poda posterior con la letra. Porque es lo que hace que al final cuente algo en tres minutos y medio. Por ejemplo puede suceder que lo que yo había pensado como primera estrofa, por el código temporal del tema, necesite que acabe siendo la última.
Ya te tienen que haber dicho aquello, de lo más bonito que le pueden decir a un autor, de que «cada vez dices más cosas con menos palabras».
Me encantaría que eso fuese así. Hay algo de lo que busco que está ahí.
¿Tus emociones suelen coincidir con las del público? ¿Las canciones en las que te parece detectar excepcionalidad, mucho y buen trabajo que puede o debería llegar a ser efectivo y conectar, son coincidentes con las que la audiencia «elige», conecta, se emociona en tus conciertos?
Pues como tampoco trabajo con la industria digamos más aguerrida, tengo la suerte de poder ir testando sobre la marcha. Los directos me sirven mucho. El otro día probé aquí en Madrid dos temas que aún no he grabado ni sé si lo haré, pero probarlas me suele servir para saber en qué punto está una canción. Aunque también muy a menudo ni siquiera espero esa respuesta, y conforme la estoy cantando ya sé si está acertada y puede acabar siendo una expresión oral más allá del trabajo que haya hecho con ella en casa. En ese sentido y en general, suelo acertar con lo que creo que puede gustar más. A veces también me he llevado alguna sorpresa, pero sobre todo lo que no suelo acertar muchas veces es la emoción que va a provocar. Por ejemplo, pensar que la canción ha nacido en un registro humorístico y ver cómo al final, a la hora de compartirla, trabaja desde otro lado. Recuerdo que con «Chelo», que trata de un personaje de mujer que yo pensaba que había tratado desde el humor, no de la carcajada pero sí de cierta sonrisa, con el código de Javier Krahe, cuando la canté por primera vez vi gente que se puso a llorar.
Llama la atención la dicotomía ya clásica: público que no se acerca al entorno cantautor por considerarlo demasiado simple, y quien tampoco por demasiado intelectual. ¿En qué orilla quieres estar?
Precisamente tengo la sensación de que todas esas palabras se están transformando. El otro día un amigo me decía que me había separado mucho del mundo de la canción de autor, y yo pensaba que si estoy lejano a lo mejor es de la escena que se ha construido ahora. Me siento más cercano a lo que hacía Silvio Rodríguez o Aute que no a esos espacios donde se da por hecho que vas a escuchar canción de autor porque hay alguien que compone, canta y lo hace en acústico con una guitarra. Yo hice mi búsqueda y me interesaba hacerlo desde un lugar, que pasa porque me interesa la literatura y el pensamiento. Sigo haciendo una búsqueda e intento llegar cada vez de manera más clara, y eso es algo común a cualquiera que haga cualquier tipo de creación. La complejidad va unida al principio, cuando no tienes mucho que contar, y va avanzando hacia simplificar sobre todo aspectos formales. Llegar a algo más profundo desde lo más sencillo. Es difícil decir dónde se siente uno más cómodo, pero desde luego me gustaría que no fuera en la banalidad absoluta. A veces hago cierta crítica al entorno de los bares por donde paso, porque lo que suena ahí no se diferencia mucho de lo que oyes en Cadena Dial. Veo que hay quien recurre a ese entorno de los bares no por búsqueda demasiado intelectual sino porque tu escena aún no ha crecido lo suficiente como para que vaya más gente a los conciertos. Me gustaría que la diferenciación al respecto fuera más clara, respecto a quien sí hace esa investigación diferente a lo que suena en la radiofórmula. Pero creo que no ocurre, que está muy transformado. Hay cantautores que en los noventa habrían tenido una banda de mestizaje o rumbera, pero que hoy existe una adaptación al medio, a poder ir solo con la guitarra.
Fernando Alfaro (Chucho, exSurfin’ Bichos) me recordó en una entrevista una cita de Jean Genet dijo: «La dificultad es la cortesía del autor con sus seguidores». Te exijo porque te quiero.
Eso está muy bien.
Siempre se lo pregunto a artistas de la canción autoral, dado que el esquema habitual es salir con artificio, acompañamiento o tecnología mínima: ¿qué tal te llevas con tu voz? ¿Os queréis?
Me voy llevando cada vez mejor a base de entender que hay lo que hay. En general es difícil que suceda. Hablas con gente que te parece que canta muy bien, hablas con esa persona y te cuenta que ahí tiene una pelea. Aprendes a soportarte y a tolerarte, con esa cosa humana que tiene, con esa imperfección que puede convertirse en algo bonito y más personal.
Lo digo también porque el crecimiento en la emotividad y la capacidad comunicativa de tu voz, llegados a Otra edad, es evidente. Y no precisamente porque en tus inicios cantases mal.
Creo que puede tener que ver que en este disco no hay edición ni autotune.
Exacto: ¿puede tener que ver con que este disco lo grabaste en directo?
Tal vez. En otros discos a lo mejor descartamos tomas «imperfectas» pero que tenían más alma. Con Toni, el productor, he aprendido mucho de eso. Es un tío súper honesto. Grabando me decía «Alberto, ya. Esto está perfecto». Como él iba a trabajar y a mezclar después ese material, me dije «voy a tenerle fe». La verdad es que no escucho mucho mis discos, pero cuando lo hago me siento más cómodo con esas imperfecciones, con lo que no es técnicamente perfecto. En ese camino ganas otras cosas.
Para Otra edad has invitado al pop y al rock más que nunca. ¿Cómo llegaste hasta ahí?
Creo que pasa por lo tímbrico. Justo se lo comentaba a Ignacio, el amigo poeta que tengo ahora en casa, hablando sobre los discos que me gustan de Nick Cave, Tom Waits, Joni Mitchell… Es una música que me gusta mucho, aunque sé que a veces no cazo mucho las letras. Pero hay algo ahí, el color que eliges para el sonido del piano, en qué plano lo colocas, con qué reverb… Hay algo en esa música, sobre todo anglosajona, que me atrae mucho. Tenía la duda de si esos dos mundos podían llevarse bien: lo andaluz, con guitarra de nailon atravesada por la influencia del flamenco, junto a esa propuesta tímbrica más pop. Lo mismo que decía de las letras me está pasando con la música: me interesa mucho ese minimalismo que hay en algunos disco de pop, con esa batería rígida golpeando lo justo pero sonando como dios, con ese bajo haciendo una línea sencilla pero generando un groove tremendo. Ahora mismo me interesa mucho más eso que no un montón de notas funcionando como un batiburrillo. También vino por ahí porque me hice muy amigo de César Pop, trabajamos un par de canciones juntos, y él conocía a la gente y al equipo técnico que podía hacer eso que yo tenía en la cabeza. Y a no tener muchos miedos a mezclarte aunque uno piense que está más en la escena de la canción más andaluza y jazzística. Tampoco me parece un salto tan enorme. Tal vez al principio, pero conforme iba pasando el tiempo lo he visto como un pequeño paso hacia otra cosa. Una transición modesta. Tampoco es un Omega [en referencia al disco de Enrique Morente junto a Lagartija Nick].
Yo mismo hasta la segunda o tercera escucha no me fijé especialmente en que había un bajo o una batería. Era poner tu disco y sencillamente seguir escuchando a Alberto Alcalá como en cualquiera de los dos anteriores.
Está bien eso. Porque además se aprende mucho con otras miradas y otros músicos que vienen de otras partes. Con esta banda, que los encuentro músicos buenísimos, me ha gustado mucho el respeto que tienen por la canción. Algo que no me había pasado. Normalmente la gente que viene de músicas que se suponen más sofisticadas no están tan pendientes de la melodía o la letra que propone un cantante. Esa mirada me gusta mucho, entender de qué va la canción y si no preguntarlo, estar todo el mundo trabajando para ella. Te sientes muy respetado.
Que por cierto, César Pop: alguien del norte, un tío ordenado.
¡Fíjate, ya ves! He aprendido muchísimo de cómo trabaja las canciones, sin problemas en darle la vuelta cuando ya está terminada, empeñado en que quede un buen tema. Surgió de manera muy natural, de juntarnos a acabar algún trozo que yo tenía escrito. Y tampoco es tan norteño. Tiene un lado muy cachondo, no le veo una rigidez que además creo que se le puede adjudicar a los norteños.
Al respecto de los casos de violencia sexual en el cine español achacados al director Carlos Vermut (presuntos, presuntos; no tengo dinero para afrontar una demanda), me pareció muy acertado cuando la cantante Zahara afirmó el otro día que no solo hay que preguntar por ello en el mundo de la música, sino que hay que hacerlo tanto a mujeres como sobre todo a hombres. ¿Tú que has visto o qué quieres contar al respecto?
Veo un reflejo de la sociedad en todas las épocas. Siento que es una realidad que si no la tocamos estamos escondiendo la pelusa debajo. En el oficio veo lo mismo que en todas partes, y normalmente con el halo de misticismo del que hablábamos: en general, es el hombre quien tiene el poder. También he visto un aprendizaje tanto como un retroceso en ciertos códigos. Cosas que antes decíamos con naturalidad ahora tienen un planteamiento que te hace darle un par de vueltas antes de decirlo. También he visto gente con actitudes muy machirulas y muy chungas que en cuanto ha podido ha adoptado el discurso feminista para lucrarse con ello y ponerse la medallita. En el ambiente que me muevo no he visto casos como el Vermut, aunque también desconozco los detalles, la verdad. Sí he visto ejemplos de flirteos muy poco oportunos, que son bastante comunes. Como lo de Izal, con quien coincidí bastante un tiempo antes de todo aquello y nos hicimos colegas. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, y desde luego no lo digo por defenderlo. Sí he visto también una evolución bastante sana y muchos cuestionamientos alrededor de todo ello. Cosa que supongo que no es muy diferente en cualquier oficio y cualquier ámbito. Sea una oficina o el Congreso de los Diputados. Intuyo que debe ser bastante parejo como reflejo de una sociedad que funciona con unos códigos. Por encima de todo lo remarcable es que sí veo una voluntad de cuestionar una serie de actitudes que hemos tenido los hombres. Y sin ser amable porque queda mucho camino por delante, seguro.
Y ya para acabar: Ruibal dijo que a las canciones les pide no solo que tengan encanto y que sea con naturalidad sino, igual de importante, que sean perdurables. Llévale tú la contraria al maestro, yo paso.
Desde luego a ese hombre no le voy a llevar la contraria. ¿Eso lo contaba en una entrevista?
No, lo dijo en un teaser, un adelanto, sobre uno de tus discos.
Se nota que veo mucho mis teasers. Cuando hice el primer disco, que ya entonces me ayudó mucho, le pidieron algunas palabras. Alguna sentencia para la nota de prensa, lo habitual con alguien que ya tiene un nombre. Se me quedó marcado que además de hablar bien del proyecto y de mis canciones, habló del oficio y la perseverancia. Alababa algunas virtudes mías pero también me estaba dictando una vía por la que transitar. ¿Y perdurable? A todos nos gustaría. Si no es así, ni te levantes de la cama. Si tienes la exigencia de la que hablábamos seguramente genere canciones un poco más perdurables. Pero tampoco lo sé.
¿Porque tú hasta cuándo quieres durar? O hasta cuándo crees que durarás. Porque dijo un lúcido que un artista longevo no es verdadero si no ha abandonado al menos un par de veces.
Pues como te pongas a hablar con el personal… Aquí el que más o el que menos se lo ha planteado un par de veces. Gente que ni te lo imaginas. Yo he pasado por ahí hace poco, un par de meses.
¡Hala! Pues somos unas cuantas personas los que nos alegramos y mucho de que sigas ahí empeñado y trabajador.
Al final te inventas otra mentira para seguir. Lo que sí me gustaría pensar es que si veo virtudes poéticas en Chico Buarque con 70 años o en los dos últimos discos que hizo Leonard Cohen antes de morir, si eso está ahí, toda la película que cuenta Sabina de que las canciones buenas salen cuando te drogas y sales de fiesta quiero pensar que es mentira. Me gustaría llegar a 70 años haciendo canciones coherentes como veo que hay gente que las ha hecho. Es todo lo que puedo decir, ahora que de momento no tengo muchas.
Publicado por:
Periodista de Cultura desde 1997. Lo último, 18 años en Diario de Mallorca (también como diseñador editorial). Antes recuerda haber pululado por Cadena Ser/Radio Mallorca, IB3 TV/Ràdio, Mondo Sonoro Balears, Youthing o Radioaktivitat, más diversas promotoras, productoras, agencias de comunicación, centros de creación y gestión cultural, etc. Ingresos extra como DJ y liante.
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