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Publicado el 27 octubre, 2021

Antón Cortés: un alma libre que revoluciona el piano flamenco

Por Gonzalo Nadal Andreu

Un adolescente, mallorquín y gitano, está revolucionando el flamenco de este país con su única y autodidacta manera de tocar el piano, un método exclusivo, innovador y espontáneo con el que consigue trasladar toda la expresividad y sensibilidad de este arte a un instrumento tan poco explorado en él. Antón Cortés acompañará este sábado al gran cantaor Duquende en el festival solidario Aspanob.

Que… ¿por qué toco descalzo? Porque con zapatos o calcetines no puedo sentirlo. Tengo que sentir bien el piano en mis dedos para tocar como quiero.

Son suficientes dos primeros minutos de conversación con él para darte cuenta de que estás ante una persona especial, diferente y única. Ni el frío y aséptico ambiente del reservado del hall de un moderno y lujoso hotel cohíben a este adolescente aún imberbe cuando habla de música. Antes y después es tímido, quizás sólo introvertido. Pero siempre educado, formal, prudente y cortés. Incómodo por el espacio, o el momento, o tal vez por la presencia de un desconocido periodista que, sentado en una enorme mesa de reuniones para ejecutivos, le interroga ante la mirada, y el juicio a preguntas y respuestas, del representante de la producción, de su madre, de su padre, de su padrino y del propio plumilla. Comprensible, aún es un menor.

Durante los silencios, y en las reflexiones, comentarios y aclaraciones de los adultos, Antón se va. Mira al techo o a cualquier rincón del gran salón, gira su silla y se voltea, abandona su cuerpo y parece no interesarle absolutamente nada lo que está sucediendo a su alrededor. Vuelve a tierra cuando el periodista continúa su labor y su mirada, antes perdida, se clava ahora en los ojos del inquisidor. Parece fuerte, intimidante, desconfiada y, por momentos, altiva. Pero no. Enseguida comprendes que no es nada de eso. Es respeto. Respeto por el flamenco, respeto por la música, respeto por el piano, y respeto por la belleza de un estilo musical bien sentido y ejecutado.

Cuando subo al escenario no siento nervios o inseguridad. Al contrario, sé que voy a tocar mejor que cuando practico o estudio en casa. Ahí, delante de todos, siento que de algo tiene que servir mi dedicación al piano y doy lo mejor de mí mismo. No tengo miedo al error porque eso es lo peor en la música.

Este chico se transforma cuando habla de qué significa todo eso para él. Su seguridad en ese momento abruma. Su claridad, su seguridad, su firmeza y su sabiduría es, simplemente, demoledora. Sin perder jamás su educación y elegancia corrige «no, padre, no es necesario ser gitano para hacer buen flamenco. Paco de Lucía no era gitano». El orgullo familiar por ser mallorquín y gitano es evidente, pero no es la razón de su arte. Palabra de Antón Cortés. Los adultos callan de inmediato.

El periodista se ha documentado a lo largo de la semana a través de artículos, crónicas y escasos vídeos en youtube de sus actuaciones para averiguar cómo toca y qué se dice de él. Pocas referencias, pero muy destacadas. Veinte meses de pandemia han reducido al mínimo las ocasiones en que ha podido darse a conocer en vivo al gran público.

Antón, estudiante de secundaria en un instituto de Palma, es un ‘joven talento’ del piano desde que tenía nueve años cuando se sentó por primera vez ante las teclas de un piano en un concurso local. La primera vez. Jamás había tocado un piano antes y lo hizo en un escenario. Jamás había sentido el tacto y el peso del marfil blanco y negro de un gran piano de cola. Tocó. Y ganó. Aquel escenario de la sala Dante era el del certamen Mallorca Talent para jóvenes promesas. Ahí fue cuando sus padres decidieron que su hogar necesitaba un piano. Lo había tocado por primera vez, ni siquiera un ensayo previo horas antes, y el duende del niño apareció.

Nunca había usado un pedal y las teclas eran muy pesadas, un tacto muy diferente a mi teclado. Me sentí raro al principio pero conseguí adaptarme.

Antón Cortés Marín nació en Mallorca en 2007. Una tarde su madre encontró un pequeño teclado de juguete abandonado en la calle. Seguramente estropeado, pensó. Llegó a casa, le puso pilas, y funcionaba. Un nuevo juguete para su pequeño de ocho años. Ninguna tradición musical en la familia, ningún instrumento antes en su hogar. El niño Antón jamás tuvo un profesor. Ni podía ni lo pidió. Escuchaba música, miraba vídeos en youtube y le fascinó esa magia de poder trasladar todas esas canciones a las teclas de su nuevo entretenimiento. Y ya no dejó de tocarlo hasta que sus padres le llevaron a ese concurso y, sin ensayo ni tacto previo, se sentó ante él. Lo acarició de tal modo que lo ganó.

Toca descalzo. Siempre. Cuatro años después de su primera actuación en público, su pie derecho, desnudo, se posa en el pedal de sustain del piano de cola que preside el stage del festival internacional Cante de las Minas, celebrado este verano en Murcia. Un prestigioso certamen considerado como los ‘oscars’ del Flamenco y el mejor del mundo en su especialidad. El izquierdo golpea la cálida madera de la tarima según la métrica del palo escogido. Sorprendió a todos con una taranta de composición propia que entusiasmó a público y jurado por su ejecución y expresividad, permitiéndole el pase a la Final y darse a conocer ante todos los aficionados, entendidos y músicos del exigente mundo del flamenco de este país.

Para su segunda exhibición escogió interpretar Antonia, del guitarrista Paco de Lucía, bajo su propia transcripción al piano. «Prefiero interpretar, pero a mi estilo, composiciones de otros antes que las mías propias» reconoce ante la sorpresa de unos padres admirados por la capacidad de su hijo de componer rápida y espontáneamente en cualquier palo. Meses antes lo hizo ante el público general y popular con su pase de oro para la final del Got Talent España;

Fue una experiencia muy bonita y agradable y un bonito recuerdo porque la gente empezó a conocerme gracias a la televisión y todos los del programa fueron muy amables y atentos conmigo.

Correcto y elegante siempre hacia los demás, pero los suyos reconocen que en un principio Antón no quería ir a ese concurso televisivo porque le parecía «un circo» donde el flamenco no era valorado en su justa medida. Tras su exhibición en la semifinal, con una composición propia, su padrino Fernando Peguero, figura clave en la formación del pequeño Antón y quien le compró su primer piano, le propuso interpretar algo más clásico, más comercial, y dejar el flamenco a un lado y explorar otros estilos para tener así más posibilidades de ganar. Le mandó Asturias de Isaac Albéniz por whatsapp. Antón lo escuchó y le contestó «Gracias Fernando, me encanta, es un temazo, ahora me pongo con ello». A los seis minutos le enviaba un vídeo tocándolo en casa.

Jamás había escuchado antes esa pieza. Todos los arpegios, acordes, melodías, silencios y golpes que Albéniz compuso para convertirlo en un clásico universal estaban ahí, en los dedos de Antón. Y ejecutados con la máxima expresividad y emoción. Una pieza que dura exactamente seis minutos y que se inicia a tempo Allegro tiene muchas notas. Y todas estaban ahí. Este periodista tuvo acceso a esa cadena de mensajes, y al vídeo. Su correlación temporal es exacta, y la ejecución del vídeo, fascinante. Seis minutos. Justo los que dura la composición. Normalmente un pianista clásico profesional necesita un mínimo de dos horas para trasladar a su instrumento, completa y correctamente, la partitura de un tema nuevo. Antón lo escuchó, se sentó frente a su piano de noche y lo toco de oído como ha hecho siempre. De forma natural, libre y dejando que las yemas de sus dedos fluyeran a través de las teclas.

Quiero ser un pianista profesional y necesitaré saber leer música. Voy a ser un aprendiz toda mi vida.

Aunque recientemente ha iniciado clases de lectura, aún hoy ofrece sus recitales basándose sólo en su oído, su improvisación y su sentimiento del momento. Pero al final decidió tocar su flamenco ante las cámaras y como era de esperar el ganador fue escogido de entre propuestas más comerciales, y convenientes, a pesar de la excelente valoración de público y jurado en su actuación final. Esa experiencia, junto a la del día que fue rechazado en el Conservatorio Superior de Baleares durante las pruebas de acceso directo porque «a pesar de su excelente técnica y perfecta ejecución» del jurado, añadía éste que «carece de los conocimientos mínimos de lenguaje musical necesarios para el aprovechamiento de nuestros estudios», forjó su firme decisión de dedicarse exclusivamente al flamenco con su propio estilo y a través de un método autodidacta.

Quiero profundizar en el piano flamenco el resto de mi vida, es un instrumento aún por descubrir y explotar.

Antón, decepcionado y triste en un principio por ese momento, tomó conciencia de que sólo quería dedicarse y centrarse en el flamenco y en el piano. Buscó un profesor particular del Conservatorio especialista en piano clásico, pero al poco éste renunció reconociendo que no podía enseñarle nada. Su técnica era desconocida, superior, y más efectiva que la suya. En las últimas semanas una catedrática del Conservatorio Superior de Música de Madrid está en continuo contacto con Antón para estudiar su método; «su técnica es todo un misterio. Toda mi vida estudiando el flamenco y nunca he visto nada igual».

Todos hemos oído hablar del duende en el arte flamenco, sea bailando, cantando o tocando el cajón o la guitarra. Eso que no se puede describir, pero que se siente. Que no se puede buscar, pero que a veces llega. Y todo el mundo lo percibe, al instante, aunque solo sea ese instante. Es ese duende que todos los músicos buscan, y que algunos pocos encuentran o perciben en algún momento de su actuación, y que muy pocos lo atrapan para siempre. Es ese estado cuando ya no se siente el cuerpo, donde uno percibe que lo abandona para fundirse en el instrumento al que se traslada, sin pensar ni dudar, la música de la mente, o del alma. Un estado espiritual que se consigue a través de la música y al que otros se acercan a través de la meditación, las drogas, el yoga o cualquier otra actividad o acción que trasciende al tiempo y al espacio. El primero se vuelve incontable y el segundo desaparece.

Antón tiene ese duende. De manera espontánea y natural. No importa su desconocimiento del lenguaje musical tradicional, no importa que toque de oído o de memoria y que no sepa leer una partitura, no importa que jamás haya escuchado un clásico para reinterpretarlo y mejorarlo solo cinco minutos después de oírlo por primera vez. No importa que cruce los brazos aleatoria y anárquicamente cuando sus manos percuten las teclas, no importa que esté por primera vez ante un auditorio lleno o que sea acompañado por prestigiosos músicos profesionales, auténticos especialistas en el arte flamenco tras años de estudio, trabajo, ejecuciones y vida. Antón toca y aparece el duende. Por ello hace unos días Pitingo quiso que lo acompañara, quedando prendado de él, que repetirá este sábado 30 de octubre junto al gran cantaor Duquende, en el festival solidario de Aspanob a favor de la lucha contra el Cáncer que se celebrará en el Palau de Congressos de Palma. Todo un lujo, un honor y un privilegio para un impúber a quien parece no pesarle la responsabilidad de la cita.

Tengo muchas ganas de que llegue ese día. Es un honor poder tocar junto a esos grandes del Flamenco presentando mi gira Manantial y además hacerlo por una buena causa, ayudando en lo que pueda a esos niños y sus familias en la lucha contra esta enfermedad.

Que el que fuera cantaor oficial de Paco de Lucía durante veinte años haya aceptado colaborar como artista invitado, en el debut de la primera gira de un chico de catorce años recién cumplidos, no deja lugar a dudas de que estamos ante el nacimiento de una estrella que ha irrumpido como pocos a su edad en el flamenco. Duquende y Cortés serán escoltados por otros grandes músicos como Toni Cuenca al contrabajo y bajo eléctrico, Kiko Carmona y Aurora La Cani, expresamente desde Madrid el joven y prometedor bailaor Rapico, Benji Habichuela a la percusión, Núria Millán y Jorge Cortés al cante y la actuación especial del gran Benjamín Habichuela, toda una leyenda de la guitarra flamenca. Una cita histórica y una oportunidad única para los sentidos en un canto a la solidaridad y al arte puro.

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Publicado por:

Gonzalo Nadal - Mallorca Music Magazine

Músico, cocinero y periodista. Toca en 'Sweet Mango Band Jazz Live Events' , 'Elisa R' y 'Lost in Translation'. Ha colaborado como crítico de música y cine, cronista cultural y deportivo, y redacción reportajes informativos, divulgativos y publicitarios. Ha trabajado para Europa Press, Diari de Balears, Última Hora, No Badis, Balearic Home and Living, entre otros y Productoras tv como LC y CEF, Telefonica y gabinetes de prensa. Aprendiz de todo y maestro de nada.

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