No son difíciles: son perfectos. O grandiosos, si se prefiere. Quien prefiera las cosas facilonas, evidentonas, simples como el mecanismo de un cenicero, comunes hasta la mediocridad, que se vaya a Instagram. Son El Columpio Asesino y se van. Albaro Arizaleta (voz y batería), Raúl Arizaleta (guitarra), Íñigo ‘Sable’ Sola (trompeta, percusiones y sintetizadores), Cristina Martínez (guitarra y voz) y Daniel Ulecia (bajo) se piran. ¿Por qué si son quienes son? Por lo mismo que ha regido seis discazos antológicos y ontológicos alumbrados sin necesidad de paloma mística durante treinta años de carrera: porque les da la puta gana.
Dicen que se van. Mentirosos: El Columpio Asesino no se van a ir nunca. Siempre los vamos a tener en la memoria y en la resaca, en nuestra exigencia y en nuestra ambición, en nuestras carreteras y en nuestras fosas nasales. Siempre van a estar en los mejores recuerdos, pasados, presentes y futuros. Afortunadamente. Como, también por fortuna, la gira de despedida «Amarga Baja» pasa por la isla. Será este viernes en Es Gremi (21:30 h, 26€), con posfiesta gratis en el Café Club dirigida desde la cabina por Jäger&Levante. La visita traerá la ocasión también especial de poder comprar un vinilo que incluye cuatro canciones interpretadas por Pucho de Vetusta Morla, Santi Balmes de Love of Lesbian, Fermin Muguruza y Amaral.
Siempre me ha parecido que la historia de El Columpio Asesino está jalonada de mucho cliché. Por ejemplo, que sois una banda inclasificable. Mentira: sois una banda genial.
Albaro: [ríe].
Así de fácil es clasificaros y encajonaros.
Empiezas bien.
Treinta años con la misma etiqueta. A menudo el periodismo no se esfuerza nada en este país.
Esta industria y este mundo está lleno de clichés y de etiquetas. Pero son tan fáciles como necesarias. Aunque también habría que decir que en esto de la música el talento tiene que estar en ambos lados.
Jean Genet: «La dificultad es la cortesía del autor con sus seguidores». Como te quiero tener en alta estima y valorarte justamente, te voy a exigir. ¿Esa conversación existió en vuestros inicios?: «Vamos a ser una banda exigente».
No. Esas cosas no se hablan. De verdad que hemos hecho las cosas como las hemos sentido. Nunca hemos pretendido ir de lo que no somos o no sabemos hacer. Lo que sí nos ha interesado siempre es arriesgar y experimentar. Ya desde el primer disco, que para ser de alrededor del año 2000 es muy marciano por las estructuras de las canciones o la mezcla de estilos. Lo hicimos así porque nos lo pasamos de puta madre haciéndolo así. Era como queríamos entender la música. Nunca hemos pretendido pescar ni convencer a nadie.
«Porque somos, sois y siempre seremos amantes en el precipicio» [su frase de perfil en Spotify]. Y quién lo iba a decir: ahora El Columpio Asesino ansía una vida tranquila.
Es que son muchos años. Mi hermano y yo comenzamos por el 94. Va a hacer treinta años. Pasa por muchas fases… y aquello era otro tiempo. ¡Época pre-internet! No había redes sociales y sí maquetas, mil garitos. Quitabas cuatro mesas, echabas una regleta y hacías un bolo. Ya hemos visto y hemos vivido muchas cosas, pero sobre todo es también por esa exigencia que siempre nos hemos autoimpuesto. Nos hemos dado cuenta de que estamos cansados, de que cada vez nos cuesta más hacer música con ese nivel de exigencia que queremos. Y sí, hemos decidido que de momento nos vamos a dar una vida más tranquila.
¿Hay proyectos musicales y/o artísticos previstos en el futuro más o menos cercano de cualquiera de vosotros?
Ahora mismo nadie de la banda está en eso. Estamos viviendo esta gira muy intensamente, está siendo la hostia, con sold out o dobles fechas en todos lados. Yo hasta el miércoles no levanto cabeza, como para estar pensando en otras cosas. Los domingos es el día que siento que me ha pasado un camión por encima, que digo «dios mío qué intensidad». Qué va, los fines de semana tocamos y entre semana nos lamemos las heridas. A eso nos dedicamos.
El timing de la gira está por tanto decidido por la banda. Porque es muy, muy larga. Por ejemplo, estáis en el BBK del año que viene.
La gira es larga por muchas razones. Y la más importante, sinceramente, es que tenemos que rentabilizar toda una vida de sacrificio. Nos vamos a retirar con una mano delante y otra detrás. Tenemos que hacer pasta sí o sí. No sabemos qué nos va a deparar el futuro porque de verdad lo digo: no hay un plan B. Al mismo nivel, nos apetece tocar porque esto se va a acabar, y lo queremos disfrutar. Llevamos treinta años renunciando a un montón de cosas. A una vida convencional, viviendo muchas veces en el alambre. No todos los años han sido como nuestra última etapa. Nos hemos comido los mocos durante muchos, muchos años.
A los artistas de carrera larga y fértil hay que preguntarles si se han cumplido sus planes: ¿sois los artistas que queríais ser? Porque, como dijo Leonard Cohen en El juego favorito: «Siempre hay planes de oscura gloria».
Muy pocos artistas tienen la posibilidad real de ser lo que quieren ser. La mayoría somos lo que podemos. Hemos hecho lo que hemos sido capaces y eso han sido, para mí, seis discazos en los que creo que nuestro público no ha tenido espacio para el aburrimiento. Cada disco ha dejado un giro. ¿Qué queríamos ser? Buf… Estoy orgulloso de lo que hemos hecho.
Habría sido un gran titular: «Solo queríamos ser El Inquilino Comunista». Porque curiosa es la rueda musical: uno de vuestros primeros conciertos, en 1996, fue con los también ya míticos El Inquilino Comunista, que en aquel entonces habían anunciado que se separaban.
¡Sí! Lo hicieron en mi pueblo, Berbintzana [municipio navarro en la Merindad de Olite, comarca de Tafalla, población en 2017 de 605 habitantes], y además los contratamos mi hermano y yo. Es un pueblo muy pequeñito, pero tiene esa cosa muy bonita de que cada año hay una sociedad con una junta que la preside, y ese año nos tocó a nosotros. Entonces decidimos traerles.
Esa iniciativa tan loable de que los jóvenes de una localidad, por pequeña que sea, dispongan de un dinero X destinado a traer buena música a menudo con entrada gratis. Así os vi yo una vez, en 2006 en Muro, donde los Quintos programaron un cartelazo: Delorean y El Columpio. Ese año el presidente era un amigo mío. El mismo año que en Campanet trajeron a El Inquilino Comunista y Nueva Vulcano, junto a los locales Satellites. Qué pequeño es el Universo entero.
¡Me acuerdo! Delorean tuvieron problemas en el aeropuerto, les extraviaron los instrumentos.
Alejandro Jodorowsky en entrevista reciente: «En esta sociedad todo el mundo quiere hacerse millonario, y eso es terrible». Siempre hay expectativas, también comerciales, como tú mismo señalabas y para qué negarlo. Y es que empezasteis en una época en la que se podía ganar mucho dinero. ¿Nunca, nunca habéis anhelado ganar mucho, mucho dinero con la música?
Honestamente, tengo la suerte de ser una persona a quien le hace falta poco dinero para vivir. Yo diría que toda la banda. Somos muy humildes, y el dinero que tenemos nos lo gastamos donde nos lo gastamos y como nos lo gastamos. A todos nos gusta la pasta, pero nunca he estado dispuesto a hacer cosas que no me apetecen solo por ello, o a sacrificar toda una vida. Siempre le he dado prioridad a mi libertad. Desde los 24 años que me fui de casa no me he visto obligado a coger un trabajo que no quería, también porque nunca me he metido en marrones y he vivido con los pies muy en el suelo.
Y así lo habéis sublimado por ejemplo en cierta canción: «Carretera y speed / toda la noche». A mí cuando me preguntan por qué me meto speed siempre lo digo: «¿Por que es barato? No, porque lo cantan El Columpio».
[ríe] Vas bien.
«Como grupo, como artistas, tenemos una responsabilidad con nuestro tiempo». Siempre he tenido esa intuición: aparte de muchas cosas, El Columpio Asesino son un grupo político, muy social.
Se notan mucho nuestras raíces en el punk de aquí, lo que se denominó Rock Radical Vasco. Eskorbuto, La Polla Records, Kortatu… No hemos tenido un deje tan marcadamente político pero sí un poso más existencial de lo habitual en las canciones, que es otra manera de plantear la política. Esa impronta ha estado de alguna manera en todos nuestros discos.
Una vez más pasado por vuestro tamiz de la artisticidad. Como ver contenido y crítica social en la imagen de una ballena varada (en el tema «Ballenas muertas en San Sebastián»).
Lo recuerdo. Es un disco que surgió en el contexto de la crisis y la burbuja de 2014-2015. Esa imagen era la traducción perfecta de una sociedad que está atascada, o más bien naufragando.
Claro, es que era el icono y el significado burgués de la playa de La Concha.
Exacto, era ese contraste, en una de las playas más burguesas de la Península.
Y visionario: «Los festivales no son un buen reflejo del estado de la salud de la música». La declaración es de 2014. Lo son menos aún hoy día, copados por el indie más facilón. El indie es El Columpio Asesino.
[ríe] Ahí no voy a entrar.
Lo pregunto mucho a bandas y artistas de vuestra dimensión y vuestro peso específico: «¿Sois indies?». Suelen contestar: «No, pero solo nos casamos con quien nos da la gana».
Es verdad que los festivales han cambiado mucho. Es que joder… recuerdo tener 19 años y estar viendo a Yo La Tengo en el Festival Serie B de Pradajón [en La Rioja, recordado con la vitola de ‘El primer festival indie de España’. Nació a través de la sala La Imagen, donde se celebró la primera edición durante ocho sábados de octubre y noviembre de 1993 con bandas como Vívoras, Vancouvers, Eliminator Jr., Nuevo Catecismo Católico, Parkinson D.C., Penélope Trip, El Regalo de Silvia o Lagartija Nick. En 1994 los organizadores crearon un evento de tres días, con bandas como Yo La Tengo y Young Fresh Fellows. Posteriormente programaron bandas como The Posies, White Flag, Arthur Lee (Love), Doctor Explosion, Pribata Idaho o Kactus Jack. Fue el primero de estas características, pues el Espárrago Rock nació en 1989 y duraba un día, el FIB de Benicàssim en 1995, y el Doctor Music en 1996. Los atentados de las torres gemelas de 2001 provocaron su desaparición al caerse varias bandas del cartel. Fuente: https://especial.larioja.com/2022/quefuede/serie-b]. Pero sigue habiendo festivales más pequeños donde el espíritu es conocer bandas. Los macrofestivales responden a otras cosas, que son la mayoría de citas referentes hoy día. Son lo que son: una bacanal de grupos donde no suele haber mucha unidad.
Hitos que hay que perseguir en una entrevista con El Columpio Asesino: incluir la palabra «reguetón». ¿Lo escuchas? ¿Qué te parece?
[ríe] La verdad es que no, aunque tampoco voy a cargar contra ello. Tengo cincuenta tacos y hay cosas por las que ya no paso. Por lo que sea, por prejuicio o por elección. La verdad, la música latina nunca me ha entusiasmado mucho. Pero en la música actual la juventud hace muchísimas cosas aparte de reguetón. Hay muchas cosas interesantes por ejemplo en el campo de la electrónica o del pop.
Más hitos a perseguir: no hablar y no darle más vueltas a «Toro». Así que siguiente pregunta: ¿por qué Pucho, Santi, Fermin y Eva, y no otros nombres? Porque en treinta años habéis conocido a muchísima gente.
En el caso de Pucho y «Perlas» porque es, creo, una de nuestras canciones más redondas. También digamos que más convencionales o más poperas. No me considero un buen cantante. Recuerdo que al montar la banda, estando yo a la batería y mi hermano a la guitarra, nos dijimos «¿quién va a cantar?», y yo dije «venga, ya canto yo». Sin más. Y con «Perlas» quisimos que alguien como Pucho, que es un cantante de la hostia, la llevara a otro estadio, que es lo que creo que consigue. Con Fermin, claro, es que viniendo de donde venimos como decía antes, es un ídolo. Y nos imaginábamos «Babel» con él incendiándola como lo hace. Con Santi fue muy fácil seguir el juego porque Cristina ya tiene un historial de amistad y de colaboraciones previas. Y «La espalda del mar» con Eva, con su voz, sabíamos que iba a quedar de cojones.
Un inciso con «Toro»: tengo un extra como DJ, y cuando la pincho siempre pasa lo mismo; me intriga mucho saber si ya te han contado que sucede. La gente es hoy tan ombliguista, tan de «quiero esto y lo quiero ya», tan de «la música buena es la que me gusta a mí», que cuando pones algo que no conocen (o creen no conocer) se ponen muy nerviositos y en cerocoma vienen a decirte «¡pon otra que esta no me gusta!», o «¡pon otra que esta no la conozco!». Porque, ahí está la cuestión, ¡no han reconocido «Toro»! Y no la han reconocido porque el estribillo no llega hasta casi los tres minutazos. Ahí ya sí, cuando suena el estribillo todo el mundo entra en éxtasis, y quienes habían venido a pedir, a exigir que pinchases otra canción, entran a cholón en su Circo del Intensito.
[ríe] Le debemos mucho a «Toro», qué te voy a contar. Es una canción que ya casi ni nos pertenece. Han hecho un montón de remixes y de versiones, gracias a las cuales ha llegado a varias generaciones. Es una suerte, ojalá hubiéramos tenido más ‘Toros’. Y eso que, como digo yo, es el anti-hit: la voz no entra hasta el minuto y medio, y es un nada que se repite, un desarrollo que oculta lo grande. Los hits están en el aire: por mucho que quieras hacer uno, nunca sabes por dónde puede salir.
Y también vinculado al consumo rápido, hiperansioso, que la gente se autoimpone hoy día: es increíble la cantidad de títulos que le ponen a la canción. ‘Te voy a hacer bailar’, ‘Toda la noche’… Hay muchísima gente que ni sabe cómo se titula.
O que piensa que el grupo se llama Toro.
El otro día me pasó algo que me pareció encantador: puse un tema vuestro y un par de personas pensaron que era Triángulo de Amor de Bizarro.
Joder qué bonito, sí. Es que a menudo navegamos por mares comunes.
Cuando hablas de El Columpio Asesino siempre surge un tema en la conversación: la producción de vuestros discos. Siempre ha sido crecientemente soberbia. Habéis declarado a menudo que no sabéis (no queréis) producir de manera sencilla (simple). Diría que en Ataque celeste, vuestro último larga duración, es no más sencilla, sino muy sabia.
Sí, muy sutil, elegante y sofisticada. Ahí nuestro bajista Dani hizo un trabajo brutal. Más fina e inspirada, más dando en la diana porque a veces es fácil caer en la brocha gorda.
Me encantó el funk clubero de «Huir» con el que arranca el disco. Ahí hubo un órdago, en abrir y presentar el disco con ese tema.
Sí, abrir con «Huir», «Preparada», pudo ser una manera un tanto desconcertante para muchos.
Que se ha acabado por imponer como gloriosa. Qué arranque, que personalidad furibunda. Es una puerta de entrada grandiosa, dentro de esa vestimenta casi minimalista, o casi ortodoxa para lo que se podría esperar de El Columpio.
Puede ser, porque al final cuando tocamos «Huir» la gente se vuelve loca.
¿Te encaja para el disco la definición «No hay cuchilla ni ambiente insano, pero sí peligro y amenaza»?
Sí, lo hay. Porque quitando las dos primeras canciones, en el disco hay mucho tufo a Columpio por todos lados. Aunque pueda parecer que hay más, no sé, digamos pop, en las canciones subyace una tensión muy Columpio.
«Aún no he resuelto mi visión de la inteligencia artificial». Leerte me sugirió una definición perfecta para El Columpio Asesino. Que cuando le pongas a las generaciones futuras vuestros discos y preguntes «¿Qué te parecen?», te contesten: «Mmmmm… No lo sé».
[ríe] Puede ser. Uf, la Inteligencia Artificial. Ya te digo que hay muchas cosas que me están pillando de viejo.
Pues hasta aquí la entrevista. Y santaspascuas [Festival Santaspascuas es la cita que durante las fechas navideñas monta en Iruña junto a su hermano Raúl, y que en 2023/24 celebra su octava edición con León Benavente, Ángel Stanich, Ben Yart, Raimundo el Canastero, Safu, Lisabö, Rüder, Verde Prato, La Élite y El Columpio Asesino].
¡Venga! A ver si nos vemos ahí.
Publicado por:
Periodista de Cultura desde 1997. Lo último, 18 años en Diario de Mallorca (también como diseñador editorial). Antes recuerda haber pululado por Cadena Ser/Radio Mallorca, IB3 TV/Ràdio, Mondo Sonoro Balears, Youthing o Radioaktivitat, más diversas promotoras, productoras, agencias de comunicación, centros de creación y gestión cultural, etc. Ingresos extra como DJ y liante.
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