
ANTI es el tercer disco de F/E/A (acrónimo de Forces Elèctriques d’Andorra), siete canciones que llegan tras los álbumes Congo (Bubota, 2016) y Vèrtebra (El Segell del Primavera, 2018). Antes facturaron en 2013 su debut homónimo autoeditado y los EP Pastor (2014), KIM (remezclas de edición limitada que en 2015 acompañó la edición en vinilo de Pastor a cargo de Boira Discos / Espora Records / Old Kids Brigade) y Cornelisz (Bubota Discos, 2016).
La nueva referencia de la banda trae consigo el debut de una nueva formación: Vicenç Bibiloni (bajo, también en Bay City Killers) y David Ribas (guitarra, Dead Eye Wolves) se unen a Joan Cabot (batería, Lost Fills, Trigga), Tomeu Canyelles (guitarra, Marasme), Arturo Fernández (guitarra) y Tià Mas (samples).
Creado en gran parte durante una residencia artística en Konvent (Berga, Catalunya), el álbum se grabó en directo en los estudios Diorama Sound de Palma bajo la producción de Toni Salvà, más tarde marterizado en micro-moose-berlin por Doug Henderson (Swans, Michael Gira). Con una obra de la artista manacorina Clàudia Gómez como portada (responsable también de los vídeos de la banda), ANTI sigue apostando por el contraste violento, afilado y atmosférico característico de la banda, entre noise-rock, post-rock instrumental y metal experimental.
Domingo 13 de agosto en Porreres
Han entrat a robar a n’es casal vol. III
F/E/A, Rap Rural, Maldol, Ca Rater, Coça, Disnòmia y Gestenfeiser, amenizado por el DJ Conejomanso, participan en este festival organizado por Illa Sonora con la colaboración del Ajuntament de Porreres. A partir de las 18h en S’Escorxador de Porreres.

Belleza
Lo pienso desde que os conozco: F/E/A existen para buscar la belleza.
Nunca lo he visto así. Siempre he pensado que lo que hay es una búsqueda de un factor de riesgo. Y si algo tiene riesgo, es hermoso. Es bello. Nunca hemos sido muy conscientes de si lo que hacemos es belleza o no. Hace diez años que nació el grupo, y al principio, el primer año y medio, sí había una explotación muy deliberada de la fealdad, de la agresión y la agresividad.
La había, pero efectivamente no duró mucho y nunca más se supo.
Fue con la entrada de Arturo, carne del hipódromo, cuando redimensionamos el sonido y perdimos el miedo a la melodía. Nos permitió llegar a lo que nos habíamos propuesto como banda, sin pervertir la idea original pero llegando a donde no pensábamos que seríamos capaces. A nivel melódico, de estructura, de ambientación o efectos.
La fiereza de vuestro debut homónimo y de Pastor se quedó allí. La siguió habiendo, pero de otra manera. Más ¿sofisticada?
Piensa que formamos la banda, a los tres meses ya grabamos una maqueta, y a los seis ya pensábamos en Pastor, tocando los temas. En aquellos tiempos cuando nos venía una idea a la cabeza funcionábamos como un relámpago: rápidamente había que sacar un tema. Íbamos a toda velocidad. Actualmente, y creo que se nota mucho en ANTI, vamos con el freno de mano. Primero porque, evidentemente, con el paso de los años una banda tiende a ser autoexigente. Y después porque, si bien hay continuidad en determinados aspectos, intentamos no repetir lo que ya hemos sido. Eso de «mirar hacia atrás» nunca lo he entendido ni lo he compartido. No lo vemos. En F/E/A sabemos cuál es el punto de partida, pero nunca pensamos en la autorreferencia. Siempre intentamos construir mirando hacia adelante. Eso se nota mucho en el último disco, y Pastor fue una toma de contacto con todo, con la banda en un momento muy verde en cuanto a planteamiento. Había ideas, tal vez sabíamos hacia dónde queríamos ir, pero todo se construyó en el momento. No diré que improvisación, pero sí ideas cogidas al vuelo, con inmediatez a todos los niveles.
Hay una casi unanimidad curiosa entre quienes siguen a F/E/A: vuestros cinco discos son muy diferentes. No repetirse no ha sido un leitmotiv sino una religión (pagana). Y con ANTI hay otra novedad: han pasado cinco largos años.
Ha habido dos factores. Uno, evidentemente, un cambio de formación en un momento determinado. Y dos, claro, la pandemia. El cambio de formación implicaba repensar muy bien lo que íbamos a hacer porque nos encontramos con un elemento que no habíamos previsto cuando montamos el grupo: tener tres guitarras. Y que cada una pudiese encontrar su espacio de coexistencia que permitiese seguir siendo nosotros mismos como músicos, con las virtudes y con los defectos compositivos e interpretativos. Tres guitarras en un mismo hábitat, sin pisarnos, y pensando en seguir siendo un equipo muy sólido.
La pandemia nos cogió justo en ese momento de nuevas ideas y nuevo material. Nos frenó mucho. Veníamos de hacer muchos conciertos, y en pandemia solo pudimos dar uno, el Sense Bèstia (el Sant Sebastià alternativo de la revetla de Palma) de 2020. Ahí se paró en seco. David, el bajista, deja el grupo por lo típico: paternidad, otras prioridades, etc. Aunque luego se reenganchó como guitarrista. Y a veces encontrar un bajista… No es que cueste, pero es complicado encontrar una persona que encaje bien en lo que somos como equipo. Porque la música está ahí y se toca, pero el entendimiento humano también es lo que explica lo que somos y lo que hacemos.
Eso siempre ha llamado la atención: habéis tocado muchísimo. Encontrar a alguien que pueda y quiera acoplarse a ese ritmo debe ser otro hándicap. Pero por encima de ello: ese rodaje y esa carretera infinita aumentaba la expectación ante vuestro nuevo disco porque iba a notarse en su personalidad sonora y musical. Tenía que notarse.
Hemos tocado mucho porque es una banda para poder hacerlo. Todos tenemos una mentalidad muy de clase obrera, y si tocamos fuera vamos a la aventura, a lo que sea. También hemos tocado mucho fuera porque nos hemos encontrado con unas conexiones humanas que no esperábamos. Tocas una vez, va bien y te piden que vuelvas… En Catalunya hemos podido hacer perfectamente unos 35 bolos. Y Madrid, Bilbao, Sevilla, Valencia, sur de Francia, Portugal… Hemos ido haciendo poco a poco. A menudo para una banda es muy difícil organizarse, y no hace falta hablar de grandes giras. Hacer salidas puntuales al final implica tener que organizarte a nivel laboral, de pareja porque significa que ese fin de semana no estarás, también a nivel económico porque sabes que de cada cinco salidas perderás dinero en dos. Aunque en los viajes es cuando se demuestra la capacidad de conexión humana que hay. Lo típico: cuando empiezas a salir fuera a tocar pasas más tiempo con la gente del grupo, te conoces más…
Nosotros hemos tenido la suerte de que el aspecto humano hace que seamos una banda a la que no le representa un esfuerzo salir fuera. Tocar es una forma de viajar. De salir con amigos, de dar un concierto lo mejor que puedas con las condiciones que haya, porque a veces por ejemplo te encuentras con un escenario más pequeño de lo que habías previsto, o tienes que tocar con otro equipo. Todo ese punto batallero. ¿Que no hay donde dormir y tenemos que meternos en un cajero automático? Pues nos metemos.

¿Os ha pasado?
En Vic. Tocamos allí, perdimos el tren, no había cómo volver y dijimos «al cajero». Quien quiso se fue de fiesta, pero yo que soy el más tranquilo del grupo, me fui directo. También hemos tenido que dormir en el suelo. O meternos cuatro en una única cama. Cero glamour con mentalidad de clase obrera, insisto, porque somos currantes. Y porque la música es un medio para cultivar el gran objetivo: el aspecto humano no solo de la banda sino de la gente que nos podemos ir encontrando.
«Somos una banda. No somos ‘solo una banda’: somos una banda. Somos nosotros contra el mundo, ¿verdad? Como tantos otros pobres tontos antes que nosotros. Los engranajes del mundo mastican las bandas antes que al resto de la gente. Para luego, esas mismas bandas, cantar canciones bonitas mientras son masticadas» [la icónica banda canadiense de post-rock Godspeed You! Black Emperor en una de las poquísimas entrevistas que han concedido. Realizada vía mail por Maddy Costa para The Guardian y publicada el 11/10/2012, exigieron contestar como colectivo al aducir que no tienen líder]. ¿F/E/A sois solo una banda o sois ni más ni menos que una banda?
Lo primero que nos ha ayudado es que siendo personas con influencias y gustos tan extremadamente diferentes, que seamos una banda que parta con Toni Toledo de Sexy Sadie, Joan Cabot, Tià con los sintes, yo viniendo del metal extremo; después Vicenç de Bay City Killers, David siempre súper enfocado al ambient y el drone… Las diferencias entre nosotros no nos han alejado sino lo contrario, nos han cohesionado. También ha ayudado a conocernos más entre nosotros y sobre todo a respetar. Lo que aguanta a una banda tantos años es que la idea de ego se acaba diluyendo. No solo porque cuando pasas la treintena muchas de las cosas que veías importantes cuando eras un niñato, ya no lo son. La disolución de un liderazgo definido, que las labores de composición no sean propiedad de nadie sino que se fagocita entre todos. Se pone sobre la mesa, se transforma y se destruye las veces que haga falta hasta que nos contente a todos.
Al final, todos tenemos nuestras vidas. La música es una parte importante pero hay más vidas en cada día a día. Y si un compañero tiene un mal día, lo hablamos, ese día cerramos y no se ensaya. Por ejemplo Tià, que grabó el disco pero por cuestiones personales no puede ensayar ni hacer conciertos. Podríamos decir que somos cinco, pero no. Él está en la banda.
No sé si lo hemos dicho en alguna entrevista, pero Vèrtebra nació en un momento en que la banda pasaba por malos momentos porque todos los integrantes estaban afectados por algo. El grupo permitía vertebrar a tíos que al final tienen mil problemas laborales, sentimentales, económicos…
¿De ahí el título?
Sí, y también jugábamos con la ambigüedad de crear un país imaginario, con esa portada que era una bandera.
Con esos colores inverosímiles.
Exacto. También con la misma idea de vértebra. Porque aquel disco era una apuesta brutal: pagábamos a un productor que venía de fuera, y dos días antes de entrar a grabar Llorenç tiene un accidente de bicicleta y se jode la espalda. Se jodió una vértebra. Así es como me entero dos días antes de grabar que tengo que grabar el bajo. Todo aquello nos unió más y decirnos «vamos a luchar por esto».
Entonces F/E/A no ha sido nunca una individualidad ampliada. Nunca fue un proyecto personal liderado por Tomeu Canyelles.
Somos individuos pero coexistimos muy armónicamente en el proyecto, la banda y el sonido. Es extremadamente compartido. Nunca he sentido a F/E/A como una parte mía, individual. Siempre lo he visto como «nosotros».
Y no es lo mismo funcionar de manera compacta y cerrada siendo un «power trio» de tres integrantes que una banda de seis. De hecho, si no me equivoco, ha habido remixes pero colaboraciones musicales, estrictamente hablando, nunca.
El único problema es organizarnos para salir fuera. Pero forma parte de este juego y esta aventura. No hay colaboraciones pero sí estamos conectados con otras bandas. Por ejemplo Marasme [banda de metal extremo, ambiental y experimental, en la que Canyelles toca la guitarra], también estando Joan en Trigga [Cabot, proyecto de hip hop alternativo], Vicenç en Bay City Killers [bajista en el grupo de punk rock], Arturo en grupos de punk [Toc de queda, Alligators, Oi! The Arrase, Los 113 Pasajeros del Concorde…].
Viendo las piezas individualmente puedes pensar que será un desastre, pero es y existe. Además, el hecho de ser una banda que no está en tierra definida, ni a nivel de estilo ni de influencias, nos permite jugar mucho a ser libres, a la creatividad más libre. Nunca hemos dicho “vamos a hacer una canción de post-rock”, o de noise. Simplemente sale, y entre todos le damos la forma que al final adoptan las canciones.


Tensión
F/E/A nunca se aceleran y nunca se acelerarán. Tal vez solo haya velocidad en ciertas partes de PL5. Es dificilísimo crear belleza y crear tensión a través la quietud, pero lo conseguís. El arranque de ANTI con «Rodellar» me parece emocionante.
No lo hemos puesto en ninguna nota de prensa, pero las canciones siguen el orden de su creación. Fue acabar la pandemia, tener la nueva formación, haber estado dos meses en el local experimentando… Y aquel día David toca el principio de ese tema, yo me sumo… En quince minutos dijimos «ya tenemos el inicio del nuevo disco».
Se intuye que otro corsé que nunca habéis querido tener es el del minutaje.
Es que es un factor importantísimo. Las canciones largas te permiten que la experiencia de escucharlas sea más inmersiva. También te permite jugar más con los contrastes. Por ejemplo, la belleza. «Rodellar» nos sugería algo luminoso.
Muchísimo. ¿Como nunca?
Es muy, muy luminoso. Y tensionarlo es lo que pone al oyente al límite. Acostumbrados a otra cultura de escucha de la música, a no tener paciencia, y escuchar un tema en el que parece «no pasa nada… no pasa nada…», y ver cómo va creciendo. A muchos les puede rayar, pero es interesante poner al oyente contra las cuerdas y darles algo que no esperan. «Rodellar» va in crescendo hasta una gran tensión, luego hay una bajada en la que parece que el tema se acaba, para volver a explotar al final. Es una canción que la tocamos abriendo los bolos porque te permite entrar. Poco a poco, tomando muy claramente la dimensión del sonido. Además, nosotros no tocamos mirando al suelo sino mirándonos entre nosotros. Y temas así te permiten ese trabajo en equipo, tanto ensayando como en directo.
¿Es vuestro inicio de disco no más amable pero sí más democrático respecto al público?
Puede ser. Y también respecto a nosotros mismos. En Vèrtebra, Joan y yo tiramos mucho del carro a nivel compositivo, pero en ANTI hemos podido mimar mucho las canciones entre todos. Primero por el factor tiempo: hemos tenido mucho tiempo para redondearlas, pensarlas, ser exigentes. Pero también por algo que no habíamos imaginado nunca: la necesidad de disponer de unos días para nosotros solo para componer. Por eso fuimos a Konvent. No es lo mismo componer un martes a las 8 de la tarde, estando cansando y queriendo irte a casa, echas de menos a tu mujer, tienes hambre, te quieres duchar… No es lo mismo que estar en Berga, despertarte y a las 9:30 decir: «Vamos chicos, a escribir». Fuimos con unas cuantas ideas, con «Rodellar» más o menos acabada y un par de ideas más o menos definidas. Pero no teníamos un disco. Fuimos y volvimos con un disco, con la sensación de haber podido trabajar a todos los niveles. Sin prisas, empezando a primera hora, parando para comer, ensayando por la tarde hasta las 7 o las 8, y parar. Como en cualquier trabajo.
Títulos como ‘Vèrtebra’ o ‘Congo’ hay que explicarlos mucho, ‘ANTI’ es súperentendible: un estado de ánimo.
Hace años que Nick Cave se autodefine como «un oficinista del rock&roll». Escribe de 9 a 5 y el resto del día lo dedica a su familia.
Nos permitió justamente eso. Pensar solo en la música, trabajar para las canciones y hacerlas crecer. Trabajar las tres guitarras, que no tocan nunca lo mismo. Cada uno de nosotros tiene un estilo interpretativo distinto, y pudimos trabajar mucho ese aspecto. Todos esos extras se notan respecto a Vèrtebra, que era un disco muy del momento, muy de tener que atacar toda una serie de circunstancias adversas.
¿Anti qué?
Nos costó mucho decidirnos. Aunque primero de todo, hay que decir que es un título perfectamente entendible. Vèrtebra o Congo te los tengo que explicar mucho. Haciendo muchas referencias a lo que hemos leído, escuchado, sentido, o a cómo vemos el mundo. Pero «anti» es un estado de ánimo. Es una palabra súperentendible. Y también es un término que nos ayuda a entender una premisa muy clara de la historia de la banda: no sabemos qué somos, pero sí sabemos con mucha rotundidad lo que no somos. A menudo con el factor «anti», con la negación, es cuando sabes quién eres. Antifascista, antihomófobo, antirracista. Todo eso que es parte de nuestro ADN como músicos y como ciudadanos, y que creo que se nota que está ahí. Es una palabra que también genera una idea de shock, de cómo ante un momento convulso en nuestra historia «anti» es saber decir que no.
¿Este es un disco anti-F/E/A, aunque sea en un mínimo sentido?
Genera una impresión de espejo. Comienza suave, como Vèrtebra, pero con otra intención. Es verdad que el arranque de ANTI puede parecer chill, de buena vibra, pero luego se ensucia y saca las ideas más oscuras que hemos hecho nunca como grupo. Sin recurrir a hacer ruido por hacer ruido. Hay mucho control del sonido, mucha intencionalidad respecto al uso de las ideas que íbamos sacando, además de una clara voluntad de cómo queríamos construir el disco: empezar con algo muy luminoso, una parte en medio con todos los ingredientes con los que se nos identifica, y un último tema, «Wata» que también empieza muy atmosférico pero desde luego no es tan luminoso. Es como un círculo, como dar una vuelta completa pero sin acabar en el mismo sitio.
Infinito
Las asociaciones de ideas que saltan a la cabeza de cada cual son siempre muy personales. A mí vuestros discos siempre me han generado sensaciones muy similares a lo que me provocan las películas de Wong Kar-wai: pueden parecer simples historias de amor, pero no lo son: sus propuestas y lecturas pueden llegar a ser infinitas. Vuestras canciones le pueden parecer al oyente, simplemente, música instrumental. Pero no son solo música instrumental: a menudo dan la impresión de ser, o contener, o proponer, emociones infinitas.
Exacto, que no suene obvio. Es lo que más alergia me da de hacer música. A veces el pop rock peca demasiado de ello.
¿Has visto evolución en la aceptación del público en cuanto a la radicalidad de F/E/A?
A medida que íbamos publicando discos había gente que me decía «hostia, ahora afináis». Sobre todo a partir de Congo. Perdimos el miedo a la melodía, y nos quitamos de encima ciertos tics de lo que pretendíamos ser como banda. Y también porque alcanzamos algunos de nuestros objetivos, como lo abrasivo, la agresión sonora, que nos obsesionaba mucho al principio. Tener dos baterías, con Toni y Joan, contribuía a ello. Yo mismo trabajaba muy poco los efectos e iba con distorsión a toda hostia. Pero una vez conseguidos algunos de esos objetivos dijimos: «Vamos a ser no ambiciosos, sino exigentes con nosotros mismos».
Y consecuentes.
Y consecuentes. Todo para conseguir hacer las canciones que queríamos.
¿Fue en la época de la performance sonora «[Cambra Obscura]»?
Más o menos, aunque ya hicimos cambres con Pastor, cuando Jordi Martínez Suau aún estaba en la banda. La primera fue en Sa Possessió. Es un formato al que siempre aspiramos a volver porque resulta interesante no solo para el público sino también para nosotros. Nos exigía mucho. Llorenç lo definía como «conducir un autobús escolar con nitroglicerina». Teníamos que ir amb bones porque no veías nada. Recuerdo la última en el auditorio del C.C. Sa Nostra: le daba a los pedales esperando acertar porque no veía. O imagina la batería, los platos…
Gran parte de esta conversación ha estado dirigida a clarificar un concepto base: ¿F/E/A es caos o es orden? ¿Hay más intuición e inspiración, o planificación y estructura? Por lo que parece, sobre todo planificación. Aunque una cosa es el estudio y otra el directo, claro.
Antes sí tendíamos a ser muy caóticos, sobre todo en directo, claro. Pero ahora hacemos un trabajo de no dejar espacios entre canciones o llevar un set machacado. Aunque a veces podemos meter pequeñas improvisaciones. Por ejemplo «Corpus», en la que en directo, no tocamos la parte del medio como en el disco. Hay un momento en el que Joan baja los golpes, llega una especie de quietud, yo también voy quitando y el tema queda muy abajo, casi inaudible. Es casi minuto y medio hasta que vuelve a explotar. Lo mismo en algunas partes de «Wata». Llegar a conocerte tanto con los compañeros y también amigos de la banda crea la posibilidad de improvisar manteniendo ese control.
Si eres un tío con una mentalidad un poco inquieta, F/E/A es una gran banda en la que estar.
Siempre recordaré lo que me dijo el saxofonista de jazz y flamenco Jorge Pardo en una entrevista: «Yo improviso muchísimo dentro del control que siempre mantengo». Aún no entiendo del todo lo que significa o cómo se hace.
Recuerdo conciertos de la primera época muy caóticos. Llorenç dando golpes al bajo con un palo, Joan con una trompeta, yo desafinando la guitarra… Durante un tiempo llevaba una guitarra con la misma nota en todas las cuerdas. Eran experimentos, y después surgió el orden. Lo cual no significa que todos nuestros conciertos sean iguales. Siempre hay algo distinto. También porque en directo construimos el sonido según las dinámicas de cada cual en ese momento. Si estamos muy descansados iremos a cuchillo, si estamos más relajados puede sonar más tranquilo. Me parece muy interesante que el sonido de una banda de este tipo pueda ser oscilante, y también adaptable a diferentes momentos, contextos, públicos y por supuesto, salas. No es lo mismo un escenario digamos grande donde puedo perder de vista a Arturo, como una sala pequeña donde casi no tienes espacio para moverte, que además crea sensación de unión. Me recuerda un concierto de Explosions in the Sky en un escenario enorme pero con ellos tocando muy cerca.
A Explosions los vi en el escenario minúsculo de la minúscula Sala Moby Dick de Madrid, y a Godspeed You! Black Emperor en la sala principal de la Apolo de Barcelona, de aforo mil y pico pero habiendo once personas en el escenario se mantuvieron todas esas sensaciones que apuntas. Con Mogwai en uno de los escenarios enormes del Primavera Sound, no.
Porque se genera una información entre integrantes del grupo y un diálogo sobre la interpretación que pierdes si solo tienes al público o al suelo donde mirar.
¿Te sorprende que el proyecto F/E/A no haya evolucionado en lo musical y artístico hacia un mayor no radicalismo sino, digamos incluso, totalitarismo?
No porque lo que hacemos siempre ha estado totalmente abierto. Ya estamos trabajando en nuevas canciones, y me ha resultado muy curioso que las ideas que vamos probando en el local, sea para jugar o para oxigenar respecto a ANTI, tengan tanta tendencia a la improvisación. Como no hay ningún tipo de guion ni nada lineal, la banda muta con una facilidad tremenda. Hemos hecho dos canciones, dos miniestructuras casi como un juego que a lo mejor ni grabamos, con las que la tendencia natural es la repetición y la improvisación. Cambiar y modular. Porque queremos seguir apostando por el riesgo: ni yo ni los compañeros nos vemos haciendo un ANTI II. Joder, si eres un tío con una mentalidad un poco inquieta F/E/A es una gran banda en la que estar. Tener esa libertad me resulta, aunque suene redundante, muy liberador.
¿Quién lleva mayormente las ideas al local?
David, Arturo y yo siempre estamos probando cosas por el hecho de ser guitarras. O a veces Joan prueba un ritmo, le pedimos que lo mantenga y vamos incorporando cosas. Nunca es un «chicos, vengo con un tema de casa». Aunque supongo que Joan y yo somos los más inquietos en materia compositiva. David también. Es un torrente de creación, sobre todo desde que dejó el bajo y se pasó a la guitarra. «Rodellar» y «Wata» empezaron tocando él solo. Pero nos gusta la idea de que no haya un macho alfa compositivo.
«Macho alfa compositivo». Qué concepto más gracioso. Y elocuente.
De chaval sí era el típico compositor que venía con la letra y repartía el trabajo. Daba órdenes. Cuando estás empezando te sobredimensionas a ti mismo, pero la vida te pone en tu lugar. Hace que el ego se vaya erosionando y disolviendo. En la vida y en la música. Con veinte años era muy invasivo compositivamente hablando. Siempre tenía que ser mi idea, venía con los temas casi montados. Pero todo el mundo tiene el mismo derecho a disfrutar tanto como tú tocando y creando. Y todo el mundo tiene una manera diferente de tocar. Respetar eso, con sus pros y contras, e ir a nuestra premisa: no esconder nuestros hándicaps como la simplicidad y el primitivismo, e ir a por nuestros objetivos. ¿La belleza? No lo sé. La honestidad. Como no hacer en estudio cosas que no podamos replicar en directo.


Eso ha llamado siempre la atención: hacéis música pura. No hay trabajo de collage, samplers, injertos o extractos sonoros, ruidos, parlamentos…
El disco se grabó en directo.
¿Íntegramente?
Todo. Fuimos especialmente a Diorama porque es un espacio con mucha sala. Nuestro ADN había sido hasta ahora la base de mi guitarra y Joan grabado al mismo tiempo y luego añadir pistas. Pero en esta ocasión quisimos cambiar el método de trabajo para estar todos juntos. «Wata» es una primera toma. En crudo. «Rodellar» creo que es la segunda. Veníamos de zamparnos un entrecote del Mesón Toni Curro del Arenal. Veníamos chutados, con energía. ¿Por qué grabar en directo? Por ejemplo porque el otro día nos pasaron la grabación de un concierto que dimos en Algaida y la banda de ese directo es la misma que la de estudio. Me frustraría ponerme a hacer otros arreglos o a doblar guitarras.
Existe esa tendencia en la música instrumental: barroquizar, cargar los temas con capas y capas, detalles y detalles, pistas y pistas.
No nos ha hecho falta con las tres guitarras y todo el trabajo que hizo Tià. Todo quedó muy compensado. Y porque nunca hemos querido perder la perspectiva de que ese ADN de la banda se construye con ese primitivismo que comentaba.
Y es curioso: diría que 9 y medio de cada diez personas estarían de acuerdo en que la personalidad de F/E/A y su música tienen mucho más de sofisticado que no de primitivo, primario, tosco.
Mucho de lo que hacemos podría tocarlo un principiante de guitarra. Con 17 años estaba obsesionado con la técnica, sacando solos para ir de sobrado. Pero al final aprendes para desaprender, y entender que a menudo con menos puedes transmitir más. Muchas veces empiezo con una idea más compleja que luego voy desnudando y desnudando, sin perder la perspectiva de que sea cañero, primitivo, de no preocuparse tanto de tocar bien sino que tenga la inmediatez de un grupo del punk. Y sin perder mi propia perspectiva: cuando he sido más feliz tocando canciones en un escenario ha sido cuando eran muy sencillas. En esa simplicidad está la belleza y también la pureza de las ideas, que luego ya podrás complicar. Coger una idea muy básica, que después podrás deformar o sofisticar, pero que tenga esa esencia rabiosa. Es un cliché, pero una de las bandas que más me han marcado han sido los Ramones. Y lo es porque entendí perfectamente su sonido. Ante los virtuosos te desanimabas, pero con esa banda descubrías que te lo pasabas muy bien tocando sus canciones.
Nunca me había parado a pensar en esa esencia común entre Ramones y F/E/A: la crítica previsible y tópica, tan facilona como indocumentada, diría que sus discos son repetitivos, pero no lo son en absoluto.
O de Motörhead o AC/DC.
Más análisis de ADN: decir que vuestra música es paisajística se queda en tópico y en escaso. Diría que le encaja mejor decir que es muy cinemática. Lo cual hace pensar en vuestro directo: ahí si os permitís heterodoxia. Hoy con un proyector, mañana con tres, y pasado a oscuras.
Siempre me han gustado las posibilidades de lo audiovisual: poner visuales, o música a una película, [Cambra Obscura], o aquel experimento que no funcionó, «Rissaga», en el que cogíamos gente y la poníamos en una especie de cuerda con desconocidos. Hay muchas formas de vivir un directo. De hecho [Cambra Obscura] era un intento de que el público no estuviese pendiente del móvil, que lo dejase y se metiese en lo que estaba pasando. Algo como lo que vi en un concierto de Godspeed You! Black Emperor: la música no era un medio sino un objetivo. Y también, por qué no decirlo, porque cada cual viene de una escena diferente y lo que más hemos visto y hecho son conciertos tradicionales. [Cambra Obscura] también fue simplemente juguera. ¿Audiovisuales? Sí, por supuesto. Son juguera.
¿Próximas jugueres?
Confirmado, Madrid y Barcelona en otoño. También habrá algunos festivales. Pero no hay formato cerrado de lo que será el directo. Por ejemplo, si podemos hacer algo en teatros y meter algunas puñeterías de luces, ¡o de negación de la luz!, adelante.

Rock&Roll
Ni rock, ni post-rock, ni pre-roll: el lenguaje de F/E/A es en esencia rock&roll. La intensidad, el primitivismo, es conceptualmente rock&roll. El de Elvis o el del blues rural. Y el rock&roll, señor, es un lenguaje antiguo y añejo. Ya tiene muchos años. Hacéis rock&roll antiguo, añejo.
Realmente nunca hemos tenido una referencia clara en cuanto a grupos o a vanguardias.
A los Explosions in the Sky les preguntaron en una entrevista si hacían rock de vanguardia, y contestaron que no sabían qué era eso de la vanguardia.
Un poco lo mismo. Como no estamos adscritos a ninguna tradición concreta, como estamos en tierra de nadie y nunca nos ha importado, tampoco sabría decir si hacemos rock antiguo o innovador. Como decía antes: sabemos lo que no somos.
No sois free jazz, pero tampoco sois Mogwai, que son mucho más pop. Ni prog-rock, género que los geniales Tortoise dignifican. Vosotros sois 1-3-5 o 1-4-5 (secuencia clásica de acordes en el rock&roll).
Es lo que mola de ese rock antiguo: la simplicidad. Hacer algo complicado porque sí no me llena. Ya lo sabes: yo vengo de Te Corrs, que eran más simples que el mecanismo de un chupete [en palabras de la propia banda, rock ‘n roll bàsic, salvatge i divertit]. Marasme es metal extremo pero no enfocado a la técnica sino al contrario. En F/E/A hay tics de la manera histórica de hacer rock precisamente porque ese rock es música pura. Siempre me ha encantado una frase de Spacemen 3: «Cuatro acordes, bien. Tres acordes, fantástico. Dos acordes, de puta madre. ¿Un acorde? Increíble».
Sobre las formas musicales antiguas: recordemos el ya archifamoso sampler de una entrevista hablando sobre la leyenda del country Hank Williams Jr con el que Godspeed You! abren «Providence», tema incluido en su álbum debut. Como suena: conexión directa y voluntaria country clásico-Godspeed You!
Mucha de la música que más me interesa viene realmente de los años 50. Como Howlin’ Wolf, una influencia que puede no ser obvia.
Volvemos a Godspeed You!: homenajearon a John Lee Hooker en el tema oculto «J.L.H. Outro» con el que cierran su debut.
Cuando metieron más guitarras en el blues dejó de interesarme tanto como aquella forma más primaria. Escucho mucho a Howlin’ Wolf: con un lenguaje musical tan primario y tan básico era capaz de transmitir cosas muy difíciles de expresar. Como Ramones. O Spacemen 3, que en sus primeros discos tienen influencia evidente del blues anterior a las guitarras eléctricas.
Diría que también los Suicide de Alan Vega y Martin Rev, que a este último tuvimos la enorme suerte de poder dejarnos abrasar por su música en la primera edición del añoradísimo Centremàtic de 2005.
Es brutal que para todos ellos la forma más simple de volver a las raíces de la música en aquellos momentos, finales de los 70 y principios de los 80, en época de new wave, punk, hardcore, metal, fuera volver al Delta, a lo chatarrero, a aquella música tan hipnótica. Yo siempre he buscado lo hipnótico de la música. Siempre.
Después de toda esta conversación, toda esta declaración de principios musicales y personales, tanto colectivos como individuales, la última cuestión a plantearte me parece obvia, inevitable y también plausible. Y también porque ha pasado en innumerables ocasiones en la historia de la música: ¿podría llegar un momento en el que F/E/A decida reventar F/E/A? No reconvertir, evolucionar, transformar, renacer o mudar: reventar. Que en un próximo álbum aparezcáis con dos sintes, una batería electrónica, dos contrabajos y una sección de vientos.
Muy probablemente pueda llegar un momento en el que digamos: «Vamos a volar este edificio».
Publicado por:
Periodista de Cultura desde 1997. Lo último, 18 años en Diario de Mallorca (también como diseñador editorial). Antes recuerda haber pululado por Cadena Ser/Radio Mallorca, IB3 TV/Ràdio, Mondo Sonoro Balears, Youthing o Radioaktivitat, más diversas promotoras, productoras, agencias de comunicación, centros de creación y gestión cultural, etc. Ingresos extra como DJ y liante.
No hay comentarios