De izquierda a derecha: Pere Miquel Molina (saxo alto), Miguel Guenkov (batería), Miki Martínez (bajo y coros), Javi Saga (voz y guitarra), Biel Capellà (saxo tenor) y Víctor Rodríguez (teclados)
Si no lo dice el diccionario de sinónimos, habrá que modificarlo: cabrón es sinónimo de salao tanto como de verdadero. Así escribe letras y así canta Javi Saga (Palma, 1994), y así suenan Cabrón sobre un escenario. No en vano, su directo es categórico, poderoso y enganchoso como pocos se han visto a lo largo y ancho de esta isla en los últimos años. Palabra de este cabrón poco salao y solo a veces verdadero.
Desde 2020 han llegado una pila de singles, varios recogidos en los dos EP autoeditados Expropiación cultural (2021) y Cosas de quereles (2023). En ese último año fichan por Produccions Blau, disquera donde acaban de editar su primer larga duración, Se fracasa. Lo presentan este sábado en la Sala Palmanova de Calvià (21h, 15€). Anuncian artista invitado y, lo que da largura a la dentadura, nuevo directo.
Que sepas ya de inicio que soy consciente de lo jodido que es hacer esta entrevista, o por lo menos arrancarla, porque el compañero Kiko Frechoso empezó la que te hizo para la revista hace un par de años con la cuestión que todo el mundo se pregunta sobre ti: si al cantante de Cabrón de pequeño le robaban el bocata en el patio. Es decir, ¿el cantante de Cabrón siempre ha sido tan espabilado como parece, o de pequeño era un panoli?
Es verdad, la clavó. A él desde luego seguro que no se lo quitaban.
Sabiduría popular peninsulera, lo dice un llonguet apanfilado a quien le salva tener padres de Zamora.
Al final ninguno somos de sangre pura. Yo igual, nací aquí y mis padres son de Albacete.
Mi territorio es donde pisan mis pies, que cantaban aquellos.
Exacto.
Vamos entonces a por la segunda cuestión que todo el mundo se pregunta sobre ti: ¿te han comentado lo bien que te sientan los chalecos?
¡Gracias! Pues me los estoy quitando. Empezó como queriendo que fuera algo distintivo, pero luego me ha parecido que mucha gente los usa, y le quitó la gracia. Hay que romper moldes.
Y en vez de recurrir al barroquismo, por ejemplo a chalecos floreados, para fuera.
A tomar por saco, a otra cosa. Debajo el escenario me da igual ir en chándal, pero encima de uno siempre me ha parecido que mostrar una diferencia es importante. Que el artista se disfrace, se vista, ofrezca también algo con ello.
Que el artista haga de artista.
Exacto, que cumpla con su papel. En Cabrón siempre lo hemos tenido muy en cuenta. También en otro grupo más rock que tenía antes, El Mono de Jade, donde íbamos con una indumentaria muy fija, con su camiseta de tirantes, los tatus, etc. A veces parece que los grupos lo dejan muy de lado, o puede que ahora ya menos, pero esa unidad me parece fundamental de siempre. Esa caracterización porque estás encima de un escenario.
Porque fuera tontunas: si se está en un grupo, la estética es importante. Que se note, o si no te importa, que se note que no te importa.
Exacto. No mola que parezca que has ido a comprar el pan y luego te has subido a tocar. Mola que actúes y que te flipes un poco. Al artista se le permite estar flipado.
La otra cuestión que todo el mundo se pregunta sobre Cabrón, o que siempre he querido plantearte en entrevista. Porque soy de barrio bajo, y ahí todos somos rumberos: ¿de dónde te viene lo rumbero?
Por lo mismo: porque soy del Arenal y toda la vida he escuchado rumba, flamenco, y mezclarlo con muchas otras músicas. Es un barrio costero donde confluyen muchas culturas. Tanto nacionales, de Andalucía, Catalunya, Salamanca o Valladolid, como de otras zonas del planeta. De África, Marruecos, o Sudamérica, donde hay una cultura de la rumba muy potente. Recuerdo estar de pequeño en el murito del Arenal escuchando a gitanitos tocar la guitarra, y fliparlo. Es algo que ya no veo tanto. Antes era mucho más común encontrarte música por la calle. Hasta que llegaban los locales. Hasta ese momento había mucha fiesta musical por las calles, musical y orgánica, no reproducida con cualquier trasto. Quizá me venga de ahí, de lo callejero, de ese palo bajo.
Porque además la rumba no es solo un género musical. Es una manera de hacer música y es una manera de cantar.
Cierto. La rumba no es solamente un bombo a negras en un ritmo, es también actitud en las letras. Es el desparpajo, el cómo hablas y cómo te expresas. Va más allá.
Exacto. Esa era precisamente la siguiente cuestión: se valora mucho vuestra mezcla de estilos, vuestra fusión de pop, rock, funk, swing, rumba y etc. Pero las letras también pertenecen a un género musical. Y las vuestras, por encima de todo, siempre me ha parecido que son letras rumberas.
Tal cual. La rumba tiene esa mala leche y esa ironía, esa actitud llana y plana de cantarte igual que te estoy hablando. Es algo que siempre me ha fascinado. Igual que hay gente que no se viste igual para ir por la calle que para subir a un escenario, creo que también mola mucho esa misma autenticidad cuando hablas que cuando cantas. Me gusta mucho esa divergencia.
Además es que bordáis también un microgénero que es complicadísimo: la rumba dramática. O melodramática. Ese «¡Aaaaay qué malito estoy del corazón!».
Es un estadio en el que me gusta mucho estar.
¡Ay!
Sí, me gusta mucho escribir desde el drama. No porque mi vida sea un drama, sino porque cuando lo hay aprovecho y voy corriendo a coger la guitarra porque sé que ahí hay algo y va a salir algo. Escribir sobre eso es casi una necesidad fisiológica. Necesito contarlo aunque sea solo para ahorrarme el psicólogo o para hacerme un psicoanálisis a mí mismo. Es muy terapéutico, lo recomiendo para afrontar un drama, una pérdida o un lamento: escríbelo, te entiendes a ti mismo y si puedes sacas un rédito económico.
¿Había plan previo concreto con este disco? Cuando vi que entrabais a grabar, también comprobando cómo el poderío musical de la banda había ido creciendo de manera exponencial a lo largo de los años que ya lleváis en la carretera, no sabía si esperar un álbum más radical, personal o experimentador, heterodoxo, digamos contemporáneo. Y diría que el disco es muy universal. Para todos los públicos en el mejor sentido de la palabra. ¿Ha existido una voluntad concreta, y legítima, de ir a por la mayor cantidad posible de público?
Todo lo contrario. El planteamiento era hacer música para nosotros. Hacer canciones que nos gusten a nosotros, pero precisamente cuando le preguntas a la gente qué música escucha, suelen decir «de todo». Es real, y no por falta de criterio del público. Ese tipo de gente es la que suele tener conocimientos musicales más ricos. No te fíes de quien diga que solo escucha un género de música. Si hubiera un objetivo, que como digo nunca lo hay, sería que esas canciones que hemos grabado porque nos gustan a nosotros fueran tan variadas que pudiera parecer una lista de Spotify hecha por cualquiera de esas personas a las que me refiero. A gente que le gusta la música en todas sus vertientes. Y que sea así, muy digerible, aunque no sé si lo hemos conseguido porque las letras son bastante descarnadas. Tienen mucha mala baba. De hecho el disco empieza con un tema que se titula «No quiero ser como tú», que pone en la palestra que no queremos parecernos a nadie ni queremos tener buenas formas ni queremos ser un grupo que llegue lejos. ¿Que lo conseguimos? Pues de puta madre, pero no es el objetivo. Solo queremos ser nosotros mismos, porque seguro que así habrá gente que se lo crea.
Y dentro de esa variedad y falta de prejuicios entraría el tema, o el interludio de 31 segundos de duración, de «Micromachismos». Cabrón se ponen sociales, se ponen serios.
Siempre lo hemos sido un poco. Aunque tampoco nos ponemos muy serios.
En concreto, solo 31 segundos.
Solo 31 en el que además el tono de voz es súper tirao. Pero siempre hemos sido un poco sociales, como en «La chica del PP» o «La ley de Eddie Murphy». Siempre con esa ironía y esa comedia que nos gusta hacer. En este disco no podía faltar aunque fuera una pinceladita. La canción era una broma que tenemos entre nosotros, porque es algo que todos tenemos, y la mejor manera de asumirlo es marcarlo y señalarlo.
Todos los tenemos, y las más de las veces no significa nada. Los tienes y te salen sin quererlo cuando te despistas, de la misma manera que en el fondo no te define.
Claro. Alguna vez entre nosotros alguien ha soltado una en la que dices «ojo, micromachismo», y siempre hemos tenido la broma de cantar esta cancioncita. Nos hacía mucha gracia, y queríamos incorporarlo a modo de paréntesis entre las dos partes que tiene el disco. Y de paso señalar que somos conscientes de que seguimos dando todo el puto asco sin darnos cuenta.
Otra cosa llamativa es, claro, el título del disco. Es que es muy gracioso: si os da por adoptar esa costumbre un tanto naíf de bautizar a vuestros seguidores, del tipo «los seguidores de Pepe Mongui se denominan los monguers», habría que llamarlos bien los cabrones, bien los fracasados.
Al final es lo que somos.
Efectivamente. Hasta que se demuestre lo contrario.
Exacto. Y porque el fracaso es algo que hay que abrazar siempre de manera muy positiva. Cansa esa idea que ha colonizado el mundo de «sé tu propio jefe», el éxito, si vas a hacer algo que sea para ser el mejor, etc. Vamos a relajarnos un poco con eso. Aunque con este disco saquemos lo mejor de nosotros y hagamos la mejor música que hemos hecho nunca, probablemente no lleguemos a mucho público y fracasemos. Nos gustaba partir de ahí: con este disco, se fracasa. Vamos a fracasar. No vamos a tener ese éxito abrumador que te venden los coach motivacionales. Que vas a triunfar, lo vas a petar, vas a romper. ¿Eso significa que eres malo, que no vales nada, que eres una mierda? No. Significa que el mercado está muy copado, que siempre se depende un puntito de suerte, de que todo depende de que mucha gente te oiga, o que simplemente quizás no eres tan bueno como te crees. Y tampoco es algo tan malo. Nos gusta decirlo en las entrevistas: hemos venido a fracasar, y lo decimos de la manera más positiva posible. Porque para eso hacemos música: para ser un granito de arena más en este mundo de música, de esos artistas que valen muchísimo, que llenan Mallorca, Balears y España, y no conocemos. Solo somos una más de esas bandas.
En la misma liga: siempre digo que de mis relaciones fracasadas es de las que más he aprendido. Siempre lo explico igual: tuve una de seis años y medio a la que le sobraron seis años. Es de la que más he aprendido, y hay muchas cosas que hice y viví ahí que no volveré a hacer en la puta vida.
Me identifico totalmente con eso. Me ha pasado, y no solo bajo el punto de vista de ser el afectado, sino de ser el malo. Aprendes y te dices «esto no lo he hecho bien, aquí no he actuado correctamente».
Cambiando a los triunfos: las colaboraciones del disco. ¿Por qué Licata y por qué Maribel Mayans de entre toda la gente que habéis ido conociendo o colaborando a lo largo de los años?
Porque son dos pedazo de artistas como la copa de un pico y creo que no tienen el reconocimiento que deberían tener. Es cierto que no hay mucha gente que conozca a Licata, pero tiempo al tiempo. Nos apetecía, sin más, y sinceramente creo que han quedado dos temazos. Tanto con él como con Maribel ha sido muy fácil componer, producir, grabar, y han quedado dos genialidades. Con Maribel escribimos dos partes de una historia bajo dos puntos de vista distintos que me parecía muy original y muy creativo. Al final colaboras con gente con quien estás muy a gusto y, además, sabes que va a salir una maravilla.
Es verdad que el flow que tienen tanto Maribel como Licata con la música es muy poderoso, y además en el escenario llama la atención enseguida.
Llama la atención que no tengan más visibilidad, aunque Maribel sí tendría algo más. Pero ya digo, tiempo al tiempo.
Es curioso pero verídico: se podría reducir el mundo de la música a dos sectores, los que disfrutan sobre todo en el estudio, y los que graban porque hay que grabar pero lo que realmente les llena y su objetivo primero es tocar en directo. ¿Dónde se ubican Cabrón?
Son muchos estadios. Como decía, escribo canciones porque necesito psicoanalizarme. Pero cuando acumulas canciones quieres que la gente las escuche, y por eso las grabas. Y te preocupas de hacerlo con calidad para que la gente las escuche bien y le llegue lo que se merece. Me encanta crear tanto en casa como en el estudio. A partir de ahí, de repente te dices que sería genial y muy divertido montar un buen directo para esas canciones. Y te juntas con quien te lo pasas bien grabando para plantearte hacerlo en directo. En nuestro caso no hacemos una cosa en función de otra, sino que disfrutamos de todo el camino. La composición, la grabación, los ensayos y al final el directo. Aunque llegado ese momento lo pasa mal, porque hacer un directo es un jaleo.
Y más siendo seis.
Siendo seis es un follón, un lío. Pero cada uno de los estadios compensa tanto, tanto, tanto… La composición puede ser frustrante, no encontrar o no llegar al acorde, pero cuando llega te dices «joder cómo mola todo esto». La grabación es lo mismo: es frustrante ver que no queda bien, o que no consigues quedar o ponerte de acuerdo con la gente, pero al final es muy, muy reconfortante que el público pueda escuchar tu disco. Que lo valore y sepa el peso que tiene. Con el directo lo mismo: para este sábado estamos súper nerviosos por vender entradas, porque salga bien, por el nuevo espectáculo que estamos haciendo… Pero sabemos que este sábado, después del concierto, vamos a decir «joder cómo ha valido la pena todo».
Porque vuestro directo es una baza categórica: los sucesivos espectáculos de Cabrón sobre un escenario han fidelizado al público como pocas veces se ha visto en esta isla en los últimos tiempos. Es de suponer por tanto, lo has apuntado, que este sábado veremos nuevas ideas y propuestas.
Todo lo que se verá es nuevo. Hemos cambiado el orden de las canciones y todo el sentido global que tiene. Nos hemos conocido mucho más, nos hemos hecho mucho más amigos, nos hemos dicho a la cara las cosas buenas como también las malas, y nos hemos entendido más que nunca. Y hemos creado un espectáculo diría que muy conceptual, con el fracaso muy presente, con esa garra que creo que no hemos perdido nunca. Tiene todo eso que hemos ido fermentando y experimentado todos estos años. Incluso tendrá una parte acústica, que hicimos un día en S’Embat porque nos pidieron hora y media de concierto y no teníamos tanto repertorio. Nos flipó y dijimos que había que meterlo en el nuevo show. Cositas que hemos ido probando que sabemos que nos gustan, y otras nuevas, como ese poquito de electrónica con la que hemos experimentado, que no sabemos si van a salir bien o serán un completo fracaso.
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Periodista de Cultura desde 1997. Lo último, 18 años en Diario de Mallorca (también como diseñador editorial). Antes recuerda haber pululado por Cadena Ser/Radio Mallorca, IB3 TV/Ràdio, Mondo Sonoro Balears, Youthing o Radioaktivitat, más diversas promotoras, productoras, agencias de comunicación, centros de creación y gestión cultural, etc. Ingresos extra como DJ y liante.
Juanjo
29 enero, 2024 - 21:55 h.Que grandes son. Conozco a Javi y a Miki desde que eran unos críos.
Y no, a Javi no le robaban el bocata. El se lo daba al abuson hambriento..