Melancólica, mordaz y estrambóticamente fresca. No es Mar Grimalt (Felanitx, 1996), sino el escritor y periodista campaneter Pere Antoni Pons hablando sobre la escritura del felanitxer Miquel Bauçà. Podría serlo, pero que decida ella si se lee en esas palabras ajenas. Porque lo que sí ha decidido la Mar Grimalt natural y terrenal es que la Mar Grimalt artista es, quiere y puede. Y de ahí su álbum debut, Espurnes i coralls (Segell Microscopi, 2023), un disco que no es solo folk o tradicional como tampoco es solo melancólico, mordaz o estrambóticamente fresco.
El estreno musical se cimentó tras ganar en octubre de 2021 la 14ª edición del concurso Sons de la Mediterrània, celebrado en una de las jornadas de la Fira Mediterrània de Manresa y organizado por el Centre Artesà Tradicionàrius junto al Grup Enderrock. El certamen se dirige a propuestas de folk y músicas d’arrel (de raíz, tradicionales), y el premio conlleva la grabación de un disco y actuar en hitos del circuito folk català como Tradicionàrius, Manresa, Folc, Vila del Vendrell, FIMPT o Ethno Catalonia.
Grimalt acudió a grabar a Suralita, el espacio de creación artística de Joana Gomila y Laia Vallés en Manacor, también con la intención de contar con la colaboración de dichas artistas en el disco. Pero como aparte de eso, también había decidido que no iba a decidir nada, que el producto final no iba a dirigirse hacia ningún destino predeterminado o prediseñado, una simbiosis natural entre las tres artistas llevó a que estas dos produjeran las canciones de aquella.
Con las músicas compuestas enteramente por Grimalt, el debut fue grabado y masterizado por Jan Valls, con mezcla final obra de Santi Careta en el estudio Gravacions Silvestres con Adrià Serrano como ingeniero. En lo artístico colaboran Ada Elionor y Biel Carbonell, además de las mencionadas Gomila y Vallés.
¿Eres mujer de ideas? [Un audio con la voz de su padre abre el disco con la sentencia «Som home d’idees i poques lletres»].
Soy mujer de ideas y de muchas letras, lo mezclo todo. Mi padre no, era empresario de aquellos «autoconstruidos»: infancia y adolescencia en la posguerra de la Guerra Civil, empezó a trabajar a los 12 años. De esas generaciones que no aprendían estudiando sino haciendo.
Hay mucha contemporaneidad en este disco. Siendo un debut, ¿has llegado tan lejos como pretendías?
Contemporaneidad… Me he perdido haciendo este disco. Al empezarlo no iba hacia ningún lugar. Al principio, al ganar el concurso, tenía más claras las ideas de hacia dónde quería ir. Pensaba que grabaría un disco de voz y guitarra, lo que había estado haciendo hasta entonces. Pero después me he permitido perderme y no pretender ir hacia ningún lugar concreto, sino ir encontrando en el proceso, mientras iba haciendo. El disco es como es porque no teníamos en mente hacia dónde queríamos ir.
Aunque cuando ganaste el concurso, sabiendo que significaba grabar tu primer álbum, tu intención tampoco debía ser que te vieran como la nueva Miquela Lladó o Maria del Mar Bonet.
Exactamente. Me costó mucho situarme porque había ganado un concurso de música d’arrel. Me hizo pensar mucho sobre cuál es la raíz que ofrezco y que llevo en mí, en cómo hacer justicia al premio recibido. Y por ello acabé recurriendo a la fábrica: lo que veía como mi raíz real. Justo porque no me veía como la nueva Lladó o Bonet. Ni me veía reflejada en ellas, ni en la voz de las padrines, ni en la Mallorca profunda. No encontraba mi relación directa, aunque obviamente lo llevo dentro. Es una huella, una impronta que te impregna aunque no lo hayas vivido, a través de la educación recibida o trasmitido por padres y abuelos. Por eso tuve que recurrir a la fábrica como justificación de hacer música de raíz. De repente la raíz no era ancestral ni natural, sino industrial. Y de alguna manera eso también es Mallorca: una isla que se ha pervertido a través de la industria, la construcción y el cemento.
Entre amable y hermético, ¿dónde has querido situar este disco?
No me lo había planteado… Ya digo que la idea inicial se difuminó mucho. Al principio quería ser amable, pero con los ruidos de la fábrica y el imaginario que desplegaba es imposible ser amable. Con lo mecánico, lo pesado… imposible. Es un disco de contrastes, con una parte melódica que escuchada sin las máquinas sí puede sonar amable, pero luego llega lo hermético de la fábrica, si «hermético» es la palabra. Ha ido tirando hacia ello pero sin voluntad de hacerlo. Nos lo hemos encontrado.
Sabes que tus canciones, sus formas y fondos, se van a comparar de manera recurrente con las personalidades artísticas de Joana Gomila y Laia Vallés. ¿Lo habéis hablado?
Sí, pero nuestra simbiosis ha sido totalmente natural. En inicio recurrí a ellas como acompañamiento artístico, y han acabado produciendo el disco, obviamente de manera consensuada. Ha sido un trabajo de tres: desde grabar juntas los ruidos de la fábrica hasta toda la residencia artística en Suralita. Para mí, un aprendizaje muy brutal. Como una supermasterclass de música y creación experimentales catalizada en un año. Las siento como auténticas madres musicales, y la sensación es recíproca. Me han ayudado mucho a encarar momentos y a colocar elementos que, al fin y al cabo, vienen de su universo. Un universo que me flipa tanto como el de Maria Arnal o Tarta Relena, y que antes de todo esto para mí era casi inalcanzable. Estaba yo sola con mi guitarra y mi pandero. Soy muy consciente de que sin ellas mi primer disco no sonaría así.
¿Qué son los «vibrats i pretensats»?
¿Simbólica o realmente?
Primero en concreto. ¿Son piezas, técnicas?
Son prefabricados de hormigón. Los «vibrats» son los bloques hechos con unas máquinas por medio de vibrar las partículas de cemento, que después se pretensan, las compactan. No se hacen compactando directamente el cemento.
¿Y metafóricamente?
Es lo que te mueve por dentro, lo que si no te toca no puedes materializarlo, condensarlo y hacerlo palpable para el resto del mundo. Primero hay que vibrar. Te tiene que llegar dentro para que después pueda ser pesado, contundente. Para poder ser real. Para poder ser.
Es el negocio de tu familia.
Sí, una fábrica que abrió mi abuelo, que había empezado cortando marés. Después mi padre y mi tío empezaron a fabricar material de hormigón. Yo veía muy hostil todo ese mundo. La fábrica de cemento como espacio de destrucción. Y de repente, veo los «vibrats i pretensats» no como algo malo sino como un espacio sonoro, de creación, con muchas posibilidades. Me he encontrado un abanico y un universo creador, incluso transformador, con muchísimos aspectos por explotar.
¿Cuándo, dónde y cómo viste esas chispas y corales («espurnes i coralls») que te han llevado a titular así tu primer disco?
Me estoy dando cuenta ahora mismo de que me cuesta mucho concretar y poner fechas. No sé dónde están los principios… Creo que las decisiones de un momento determinado vienen dadas por un cúmulo de intuiciones, de ir definiendo cosas sin darnos cuenta. A veces esos chispazos y corales han surgido de una frase escrita, o una nota de voz grabada, que un día se encuentran o decides reunirlas, acumularlas para que adopten un sentido y una entidad. En este disco hay muy poco decidido y mucho vivido.
Me estaba gustando mucho la economía de unas letras breves para acompañar la exuberancia de las melodías. La concisión que lograba entrar por la puerta de la inmediatez para salir por la de lo puntiagudo y la autenticidad. Y entonces llega la cuarta canción, «Recull de versos», con una letra larguísima y además ajena, de Miquel Bauçà. ¿Por qué?
Porque a veces no puedo decir con mis palabras todo lo que quiero decir, y hay personas que ya lo han dicho y muy bien. Existen maneras de decir las cosas que no son nuestras. Puedes pensarlas, pero articularlas y expresarlas te puede costar mucho. La manera de decir las cosas de Miquel Bauçà me llega mucho porque no es como yo lo haría. Me despierta cosas: melodías, ritmos que tal vez con letras mías no existirían. Me he pegado a palabras de otras personas porque me abren universos a los que yo no podría llegar con las mías.
En una de las pocas entrevistas que dio Bauçà. Pregunta: «¿Qué piensa del concepto de personaje marginal y al mismo tiempo del aura casi mitificado que se le otorga desde un sector tan minoritario como de culto?». Respuesta: «Es así, tal y como lo has descrito. Ni soy culpable ni me siento así. Es una operación organizada». Así que me pregunto si prefieres ser marginal o mitificada.
¡Guau! Me planteas extremos.
Bauçà lo hacía a menudo en su visión del mundo.
En Bauçà…
¿Te sientes más cómoda siendo o intentando ser marginal, o siendo más accesible? Como quien dice «yo hago canciones y ya está, igual que por profesión hay quien hace sillas y mesas».
Lo que más me gusta es jugar a ser marginal mientras creo ser mitificada. Me gusta el baile, la danza de seducción entre los dos conceptos. Me gusta tanto la imagen de artista marginal como la del mito. Y por supuesto son dos extremos en los que no me veo. Me gusta muchísimo esa seducción, esa imagen de una danza en la que, justo cuando vas a tocar el mito, te marginas voluntariamente. Llegar a un punto en el que decir: «Me voy porque volveré y seré diferente. Volveré y no me podréis mitificar porque habré mutado».
Antonina Canyelles: «Acabaràs amb el cos ple d’autopistes». ¡Ah! ¡Este es un disco de punk, como punk es la poesía de la palmesana! [El tema «Reset» finaliza con tres versos de la autora].
¡Sí! En actitud es totalmente punk. Me he encontrado a mí misma haciendo un disco punk de repente. Ha sido genial despertar ese aspecto.
Damià Huguet convivió con la tierra y los payeses, y lo poetizó con un lenguaje espectacular [«La inutilitat» incluye versos del de Campos]. Diría que las hay, pero son muy pocas las cosas que has querido poetizar. Porque además resumes tus intenciones en Espurnes i coralls como «un crit per rompre la cuirassa i trobar l’espai propi des de l’estructura que el sosté».
Sí, y de la misma manera, ha llegado por sí solo. Me han dado un premio y me han otorgado la oportunidad de expresar mi visión, pero al mismo tiempo yo no era capaz de verme, de pensarme como artista. Me dedicaba al mundo sociosanitario, y durante mucho tiempo pensé que no había sitio para mí más allá de eso. Y de repente, este disco. No es más que decir, ser, estar y reafirmarme en la idea que no me permitía de mí misma. Toda la poesía está rodeada de ese grito, de esa desesperación de poder decirle al mundo “Puedo. Soy, quiero, puedo”.
Solo hay dos maneras de hacer un disco: grabando en directo o no. ¿Por qué has apostado por la primera? Todo un órdago para un álbum debut. Confías ciegamente en tu voz y tu guitarra (y tu pandero).
No sé si es confianza… es más fe. Siempre he hecho música en directo, no concebía hacerlo de otra manera. Grabar por pistas me resulta muy artificial. Canto y toco, y como no soy guitarrista de formación se me hace muy extraño tocar sin cantar. Con Joana y Laia no hubo ni una mínima lucha, fue muy natural. Queríamos hacer una foto de lo que era eso en ese ahora. Una foto real que sabíamos no sería perfecta, pero arriesgarse a que no lo fuera en este mundo lleno de máquinas, de cosas predeterminadas y prediseñadas, donde todo es sintético, con un tinte de repetición, nos llevó a querer poner nuestra chispa real. Como cuando revelabas una foto y salías con un peinado horroroso, pero ese peinado era lo que te definía en aquel momento. Tal vez en el futuro mutaré, miraré este disco y diré «ostres!» porque podré mirar aquella realidad, aquel momento, aquella foto.
Solo hay dos maneras de hacer un disco: poniendo la canción que le da título al principio, o al final. ¿Por qué al final? ¿Es anécdotico o declaración final de principios?
El título del disco podría ser tanto «Vibrats i pretensats» como «Espurnes i coralls». Por eso una abre y la otra cierra, porque dicen las mismas cosas sea de manera terrenal o, entre comillas, «espiritual». Más poética, más volátil. «Espurnes i coralls» está en los dos sitios, en el principio y en el final. A medida que el disco va pasando se va hacia la tierra tras comenzar más volátil, al mismo tiempo que los títulos van al revés: comienzan muy en la tierra y acaban cruzándose en lo volátil. Todo siempre convive y tiene que existir ese equilibrio.
Y al mismo tiempo, precisamente diría que lo has apuntado: a medida que avanza el disco, ¿estás cada vez más enfadada?
Sí, sí. Porque me voy dando cuenta de mis propias limitaciones, de las represiones tanto propias como las que veo alrededor. Y también es porque suele costar mucho arrancar. Empezar dando un grito partiendo de nada es muy complicado. Tienes que calentar tu voz, ver cómo vacilas. Pero cuando lo das, cuando ves todo lo que estás soltando, te animas y te dejas llevar. Porque ves cómo salen muchas más cosas de las que creías ver, o te creías capaz de decir. Y necesitas decirlo. Necesitas decir mucho más. Creo que se ve en el disco: entra como de puntillas, como pidiendo permiso, diciendo «¿Me puedo expresar, me puedo expresar? ¿Sí? ¡Vale!. Y empiezas a expresarte, a ver el poder que tienes, lo que puedes decir y hacer, y te decides a coger las riendas de esa oportunidad. Y lo sueltas porque no sabes si volverás a poder hacerlo. A poder escoger hacerlo. Te pronuncias y te posicionas.
Lo que expresas me lleva a una cuestión que me gusta plantear a artistas debutantes pero que, opino, no se puede preguntar a cualquiera en su debut: ¿Qué edad tienes?
27.
¿Y qué edad tienes por dentro?
Yo también tengo la impresión de tener más años. Cumplí en febrero, hace un mes escaso, y me parecía estar cumpliendo 37. Sobre todo desde la pandemia, porque las vivencias personales han pasado a una velocidad… En postpandemia tuve que asumir de repente y contra mi voluntad la gerencia de la empresa. Tuve que ver cómo cambiaba todo mi sistema vital y personal, sacarle los dientes a todo el sistema capitalista y especulativo, trastocar todos mis propios principios y sacudir todo mi sistema moral, pegarme con todo lo que yo nunca había querido aceptar como propio… El postcovid ha significado +10 años. Pero sigo manteniendo el espíritu joven. Ya revertiré los años de alguna manera.
Y última pregunta, también directamente para la debutante. Damià Huguet escribió: «Els poetes són la gent més mentidera que hi ha». ¿O lo son los personajes que pululan por el mundo de la música?
Como decía antes, me gusta mucho el juego de la seducción. Y en la seducción todo es verdad y todo es mentira porque todo son fachadas, máscaras que te pones. Subir a un escenario a cantar es…
Una actuación.
Una actuación. Un personaje al fin y al cabo. Hablando en primera persona, cuando subo a un escenario soy un yo que no es exactamente la misma persona que cuando bajo. Como decía un teórico del teatro, soy un no-no yo. Mar, y la Mar que canta. Pero tampoco está tan lejos de lo que vemos en la vida diaria. Actuamos mucho más de lo que pensamos o reconocemos. Las máscaras juegan en todas las esferas, no solo la artística.
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Periodista de Cultura desde 1997. Lo último, 18 años en Diario de Mallorca (también como diseñador editorial). Antes recuerda haber pululado por Cadena Ser/Radio Mallorca, IB3 TV/Ràdio, Mondo Sonoro Balears, Youthing o Radioaktivitat, más diversas promotoras, productoras, agencias de comunicación, centros de creación y gestión cultural, etc. Ingresos extra como DJ y liante.
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