Palma, viernes 28 de enero de 2022
Concierto de Ara Malikian en Trui Teatre
Una temporada más, el galardonadísimo violinista libanés de ascendencia armenia Ara Malikian, nacionalizado español y afincado en Madrid, hace su parada habitual en Mallorca dentro de la gira de su nuevo trabajo titulado Ara. En esta ocasión dos actuaciones: 28 y 29 de enero en el escenario del Trui Teatre de Palma. Con un aforo casi al completo, como era de esperar, consiguió satisfacer a un público incondicional tras casi dos horas de un vertiginoso directo al que nos tiene acostumbrado este malabarista de las cuerdas.
Antes de subir a escena, Malikian, que como la mayoría de los grandes artistas se nos presenta como una persona tímida y humilde, tiene la amabilidad de hablar con nuestro medio.
Lo primero agradecerte que nos atiendas y preguntarte ¿qué es lo que te ha enamorado de Mallorca?
Efectivamente llevo muchos años viniendo a Mallorca, pues son muchas cosas. He hecho muchísimos amigos, conocido a grandes músicos y es inevitable enamorarse de la belleza de la isla y de sus gentes. Además, he de confesarte que como mediterráneo que soy me siento culturalmente muy conectado. ¡Me encanta Mallorca!
¿Con qué nos vas a deleitar en esta ocasión en el Trui Teatre?
Principalmente vengo a interpretar los temas del mi último disco Ara. En su mayoría los compuse durante los meses de confinamiento. Para mí, como imagino que para tantas otras personas, permanecer apenas sin salir de casa hizo inevitable que surgieran muchas cosas. Lo mío además fue un cambio radical, ya que pasé de tener una media de 120 conciertos al año, de no parar de viajar, coger aviones, trenes o hacer kilómetros de carreteras a poder disfrutar del placer de estar las 24 horas con mi familia, sobre todo con mi hijo Kairo. Me permitió estar presente, disfrutar con él de su inquietudes, su mundo, sus fantasías e imaginación. En mi caso, dadas las circunstancias de mi vida, la situación bélica del Líbano, la huida familiar a Alemania, todo esto me obligó a crecer demasiado rápido. No tuve apenas niñez, por lo que durante ese tiempo de encierro quise recuperar la que nunca tuve a través de la infancia de mi hijo. Por ello lo recuerdo como un tiempo muy positivo, bonito e inolvidable.
¿Podría decirse que «Ara» es tu disco más intimista?
Te diría que sí, ya que los temas surgieron justamente de ese mundo imaginativo de Kairo que te acabo de comentar. A través de nuestros juegos surgieron sorprendentes preguntas y respuestas. Los niños tienen un mundo que nos hace en ocasiones pararnos a pensar: ¿qué ha pasado?, ¿por qué ya no tengo la imaginación que tenía de pequeño? Para un niño todo es posible, es un mundo sin límites.
¿Te dan ganas de ser o vivir como un auténtico Peter Pan?
Claro, sin lugar a dudas [sonríe]. Ojalá pudiera serlo en más de una ocasión.
El violín, y al fin al cabo la música, te llegó gracias a tu abuelo, ya que a él le había salvado la vida en el genocidio armenio. Sin embargo, fue la imposición de tu padre y su disciplina la que te llevo a dominar el instrumento. ¿Sabías que, al igual que tú, el maestro de la guitarra Paco de Lucía tuvo un padre muy estricto y severo que le llegó incluso a atar con un cinturón a la silla para que estudiara durante horas?
Vaya, no sabía esto. En mi caso, de mi padre solo recuerdo que era una persona, más que severa, con mucho carisma y autoridad. Cada vez que me decía que tenía que practicar nunca me atreví a oponerme, pero no recuerdo que me regañara, yo lo hacía sí o sí. Él era músico y estaba profundamente enamorado del violín, era su pasión. Desgraciadamente, en el Líbano no podía vivir de ello, quizás de ahí su tesón y deseo en que yo consiguiera lo que él no pudo lograr. Así que debo agradecerle que me transmitiera no sólo la pasión por este instrumento, sino por la música en general. Por ello me quedo con los buenos recuerdos y con todo el amor que puso para que yo pudiera llegar donde he llegado. Me siento eternamente agradecido. Eso sí, la manera en que él me impuso practicar me resulta casi inconcebible atreverme a aplicarla con mi hijo. Te confieso que no tengo ni la mitad del carácter que él tenía.
Tu manera de universalizar un instrumento considerado casi de élite como el violín y de acercar la música clásica al público se asemeja a la gran revolución que realizó en su día Camarón con el flamenco. ¿Te hubiera gustado actuar con él?
Pues sólo el mencionarlo me hace sentir muy halagado. Para mí Camarón es un Dios. Tengo muy claro que yo no soy ni la mitad de importante que él. Por otra parte, la música clásica no me necesita. Es una música muy grande que existe y persiste desde hace siglos. De lo que sí estoy contento es de haber encontrado mi camino. Me refiero a que mi meta ha sido siempre el poder acercarla y hacerla accesible a todo tipo de público. Nunca he entendido porque la música de los más grandes maestros, llámense Bach, Mozart o Chopin, no llega a un gran público y llena estadios y otros grandes espacios. Esto nunca me ha encajado, de ahí que me viera con el propósito o reto de demostrar que es posible poder interpretar para miles de personas a Stravinski, Chaikovski o cualquier clásico.
Tu particular puesta en escena, junto con el ritmo vertiginoso, se han convertido en tus claves o estilo. ¿Te identificas con ello?
Bueno, te diré que mi estilo no es tanto la velocidad con la que puedo interpretar, ya que esto lo hacen muchos otros violinistas y músicos en general, sino mi inquietud por acercar la música a todos. Hay muchos violinistas que tocan más rapido y mejor. Lo que yo intento es transmitir mi pasión por lo que hago a todo tipo de audiencia y en cualquier escenario.
Natalia Moreno es tu mujer, actriz y directora, compañera habitual de tus giras. Tras su exitoso documental sobre tu vida, ¿andáis ahora en algún nuevo proyecto?
Efectivamente, por eso no ha viajado con nosotros en esta ocasión. Anda totalmente inmersa en la producción de su primera película de ficción, a la que yo, obviamente, le voy componer la banda sonora. Y cierto, somos un buen tándem, nos complementamos bien, no nos chocan los posibles egos. Nos conocimos antes de llegar donde hoy estamos, por lo que, con el transcurso de los años, hemos sido testigos de nuestros crecimientos artísticos, tanto de los triunfos como de las derrotas. En definitiva, ambos somos muy conscientes del trabajo que esta profesión conlleva.
Tu disfrute en el escenario es más que evidente. Sin embargo, a la hora de componer, ¿tienes algún rincón favorito o alguna manía?
La verdad que no, puedo componer en cualquier lugar, desde una sala de espera de un aeropuerto a un avión, o en cualquier momento. No necesito aislarme ni irme a ningún lugar concreto. Obviamente, si lo hago salen cosas mejores, pero por el momento la inspiración me llega sin más.
¿Qué queda de aquel Ara, violinista de pequeños cafés, teatros o circos, que hoy se ha convertido en artista internacional que llena grandes teatros y acompaña a filarmónicas?
Insisto que no me considero un número uno. Mi fama no me ha llegado de un día para otro, por lo que no me ha cambiado ni alterado en nada mi forma de ser, como sí puede sucederle a otros con éxitos prematuros. A mí todo me ha ido llegando tras mucho trabajo, subiendo escalones y sufriendo más de una caída. Por ello soy plenamente consciente de que tengo los pies muy bien fijados al suelo. Además, soy de la convicción de que si quieres que tu éxito o reconocimiento perdure, lo más importante es trabajar y sobre todo reinventarse. En definitiva, tener algo que comunicar. Por ello, como ya he dicho en muchas ocasiones, lo que más deseo es seguir creciendo hasta el último día de mi vida y poder tocar hasta el final. Es mi deseo, no se si lo conseguiré. ¡Ojalá!
Un delirante directo
Sale a escena a la hora prevista, acompañado por cuatro grandes músicos cubanos de prestigio, entre los que cabe destacar al pianista Iván «Melon» Lewis, quien recientemente ha recibido un Grammy de Jazz Latino. Junto a él, Iván Luis Mayor (bajo y contrabajo), Dayan Abad (guitarra) y Georvis Pico (batería y percusión), actual acompañante de Chucho Valdés.
Nada más salir ya demuestra un dominio de las tablas que le permiten moverse con soltura a lo largo y ancho del escenario, ya sea dando pasos agigantados, con patadas incluidas, demostrando una vis muy cómica estilo Groucho Marx, o ejecutando impactantes saltos. Toda una compleja coreografía sin dejar de rasgar las cuerdas y acercarse al público con una danza de contoneos pélvicos. Finalmente, al estilo de las estrellas del rock, cae exhausto en puro éxtasis.
Con su peculiar imagen de roquero con botas altas, cinturón y otros abalorios, sin olvidar su clásico frac, desde los primeros compases de la obertura, con su ritmo frenético, ha de ir arrancando las cerdas del arco de su violín a medida que se parten. El nivel de entrega del músico, desde el primer tema hasta el final de sus casi dos horas de directo, genera una atmósfera de calidez y acercamiento, una entrega absoluta con ganas de compartirlo todo.
Malikian realiza varias pausas en las que nos demuestra sus dotes de gran showman, recreándose en relatarnos anécdotas con una dulce espontaneidad casi infantil. Todas ellas, aderezadas por su peculiar acento, le hicieron merecedor de las carcajadas y ovaciones del público en no contadas ocasiones.
Del tango, al bolero o la bossanova, Ara y su violín forman una de esas parejas cargadas de melancolía y swing. Nos deleitamos con temas propios, como ya nos adelantó, del mundo onírico de su hijo, entre ellos «Calamar robótico» y «Tikar Tikar», o con versiones de populares temas como el mítico «Life in Mars» de David Bowie. Antes de finalizar, no duda en bajar y pasear por el patio de butacas para interpretar, esta vez de manera sosegada y elegante, la «Nana arrugada».
¡Hasta la próxima Ara, esperamos que sea pronto!
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