Palma, viernes 27 de agosto
Bad Gyal + RVFV en el festival Cultura es Vida
Contraste máximo en una nueva jornada del ciclo de conciertos auspiciado por Trui Espectacles. Nuevo episodio en la que, junto a Mallorca Live Festival, es la programación periódica de máxima alcurnia en lo que a músicas populares y comerciales se refiere. Y no debería hacer falta, pero incidamos: ni popular ni comercial contienen matiz negativo alguno. Quien no lo entienda así que salga de su pueblo (mental) y se venga a la gran ciudad (actitudinal), que viajar es importante en la vida.
Contraste total, decía, pues el telonero RVFV poco o nada aportó: vaya sosainas, vaya tipo mortecino. Cuando la incandescencia la pone el público y no quien está sobre el escenario mal vamos. Con varias canciones hubo liote en el público que abarrotaba la gran zona general (bajo correctísimas y muy estrictas medidas vigentes), convirtiéndose en una sólida y uniforme masa corista, pero ni aun así. Lo simplón de la mayoría de los textos («Ese culo que tú tienes está matándome», «Me fui con tu mujer y me la chingué») en esta ocasión no trasparentaban voluntad de estilo sino, dicho desde mi barrio (bajo), menos gracia que las moscas. Acababas preguntándote si el muchacho se sacó el DNI a la segunda. Más: en varias ocasiones el sueltabases lanzó pistas con pregrabados de las voces femeninas, y a menudo pasaban varios segundos en los que se oían dichas voces mientras los dos presentes en el escenario permanecían paraítos. Sencillamente: eso no se hace. Hay que currárselo un poco, y si es saladamente, mejor. De todo esto no hubo ni ápice, ni milímetro, en Bad Gyal.
Acabó el telonero y la escenografía que se montó para la trapera (rapidísimamente, por cierto) ya hacía salivar: dos Guetto Blaster, dos Sound System enormes parecían señalar cómo de orgiástico iba a ser aquello en lo musical y lo escenográfico. Dos iconos del sonido y sobre todo de una manera de entender y disfrutar la música copaban el amplísimo ancho de las tablas del impecable, o mejor, impresionante aparataje audiovisual que la organización ha dispuesto para este ciclo de conciertos. Un «Me gusta» vehemente para la que parece ser su fórmula de acción: envoltorio grande para música grande.
Arrancó el concierto. En pantalla, imagen enorme de una luz roja de emergencia giratoria; sonido de sirenas y alarmas; cuatro bailarinas y un DJ; finalmente en escena, Bad Gyal. En cerocoma el hashtag incontestable fue #MadreDelAmorHermoso. Alba Farelo, catalana de 1997, salió a por todas, y a todas y a todos se los jaló. Esto es música, esto es espectáculo, y la actitud es tan importante como los temazos. De estos tiene a mansalva, de aquella vino hipercargada para dar, regalar, imponer y reembolsar. El contraste estuvo no solo respecto al telonero sino a cómo se suele plantear un espectáculo audiovisual en España, donde no es en absoluto habitual que mande un leitmotiv único: Non Stop. Así fue del primero al último segundo de su actuación, todo ello reforzado por el gran nivel de las cuatro acompañantes mencionadas y sobre todo aupadas todas y empujado todo por el DJ, la auténtica locomotora que dispuso y sustentó las vías de ese descarrilamiento visual y auditivo en el mejor de los sentidos.
«No voy a hablar mucho porque hemos venido a traeros una fiesta», y viva la sinceridad. Ítem más, cuando Bad Gyal canta Zorra o «Y tú ya sabes que te la voy a comer, eh / En tu casa, en la mía, en el hotel (¡qué!) / Si te pido una pose sé que tú la vas a hacer / Yo sé que ese culo tiene mucho que ofrecer (¡qué!, ¡qué!, ¡qué!)», no hay grosería sino voluntad de estilo que se compra o no. El simplismo rayando la inocencia de este tipo de letras solo debe dirigir a surtir a los más jóvenes de herramientas, entendederas y drivers para que les resbalen sus «mensajes» y se lo gocen con las músicas. De eso se trata y de nada más, y dudo mucho que en figuras tipo Bad Gyal haya intención adoctrinadora alguna. El jueves en Felanitx nos dio la homilía una diosa, La Mala Rodríguez. El viernes en el Cultura es vida fue Bad Gyal quien pontificó: aquí hay otra diosa.
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