Calvià, viernes 18 de junio de 2021
Concierto de Rozalén en el Mallorca Live Summer
El Mallorca Live Summer se estrenó este viernes entre voces femeninas, una cuidada organización y unas 1800 personas ansiosas por disfrutar del concierto de Rozalén, el tercero de esta gira en la que presenta su último trabajo, El árbol y el bosque, acompañada por los guitarristas Samuel Vidal, Ismael Guijarro y Oliver Martín, el bajista Goyo García, Álvaro Gandul al teclado, Ángel Luis Martínez a la batería y por Beatriz Romero interpretando sus canciones en lengua de signos. Convirtiéndose así en uno de los festivales de música más potentes de este verano en nuestra isla. No sé si fue una manera de reivindicar nuestro paraíso, pero la encargada de arrancar con su voz este festival fue la joven mallorquina Maria Hein, impresionó verla en medio de un escenario repleto de instrumentos y con los motivos decorativos del que tenía que ser el gran concierto de la noche. Sola con su guitarra y con su voz suave, sencilla y armoniosa nos deleitó con algunas de sus canciones, «Aquell mes de març», «Els teus ulls davant la mar», repletas de nuestra esencia mallorquina en tanto que jugaba con algunas expresiones como en la canción «Idò un cafè». Después de esta canción, se hizo el silencio en el escenario, un silencio roto solo por el vaivén de los asistentes, sus murmullos y sus ansias de volver a disfrutar de la música en directo.
Con más ganas de vivir aún
A las 22 horas el escenario se convirtió con sus sonidos en una estación de tren que nos daba la bienvenida a un viaje musical que iba a estar repleto de emociones. Empezó el juego de luces y colores sobre los rombos con motivos florales que decoraban el escenario, y una emocionada y potente Rozalén salió a comerse el escenario, el mundo y así apaciguar las ansias de volver a vivir de los directos. «Este tren» fue la primera canción de un concierto que duró casi dos horas y en las que nos hipnotizó con más de una veintena de canciones, entre las que destacaron todas las de su nuevo disco y muchos de sus grandes éxitos, aunque estos se hicieron esperar. Desde la primera canción hasta la última, Rozalén fue un derroche de energía, vitalidad, fuerza, fuego, era felicidad en estado puro. Y por eso, desde el primer minuto ya se había ganado a un público entregado a su voz potente y rota a la vez, a sus letras, a sus mensajes y confesiones entre canción y canción. Su concierto fue un homenaje a la vida porque, como confesó antes de cantar una de sus nuevas canciones, ahora tiene más ganas de vivir aún y aunque con nervios solo lo consigue de manera plena sobre un escenario y con un micro en la mano. Y sonó «A tu vida» en la que también tocó la guitarra.
Partir es siempre partirse en dos, Cristina Peri Rossi
Después de este canto a la vida, repleto de reconocimiento y agradecimiento a todas las personas que hacen posible una cultura segura, se sucedieron las letras más reivindicativas, críticas, emotivas de su repertorio. Letras que nos recordaban que nadie deja su cultura por gusto; que no podemos olvidar a la gente que no volvió al final del 38, que tuvo como tumba solo su corazón; que la calidad de la sanidad debe ser intocable. Se homenajeó a todas las personas sin rostro ni nombre propio que se juegan la vida para traspasar una línea, una frontera, Rozalén cantó «La línea» desde las tripas y con una voz desgarrada que aullaba a la empatía. Y recitó versos de Miguel Hernández y de Dulce María Loynaz:
Si me quieres, quiéreme entera,(…) Si me quieres, no me recortes: ¡quiéreme toda… o no me quieras!
Y sonó «La maza», y una voz rota que nos transmitía el dolor del hartazgo de estar siempre pendiente de la grieta, del error, porque así es imposible caminar, y apeló a la conciencia colectiva, y pidió luz. Y se hizo la oscuridad en todo el festival y solo puso luz con su móvil y su entrega un público ensimismado por el mensaje, la voz, las notas que arrancaban los diferentes instrumentos que transitaban por el escenario, un laúd, un timple canario, una bandurria, un acordeón y diferentes instrumentos de percusión.
Felicidad con ritmos sudamericanos
Y a partir de ese momento el concierto se convirtió en una fiesta. Sonaron las canciones más alegres, más bailables a ritmos de cumbia, pasodoble y son cubano. Se produjo un cambio de luces en el escenario para acompañar algunas de estas canciones «El día que yo me muera», «Que no, que no», ganadora del Goya a la mejor canción original por la película La boda de Rosa de Iciar Bollaín. Canciones de ritmos alegres y mensajes reivindicativos que gritaban a la intensidad de la mujer, y fueron muchas las personas que se olvidaron por un momento de la pandemia y de las restricciones y no pudieron refrenar durante minutos las ganas de bailar y comerse el mundo de nuevo. Pero muchas personas ya intuían el final de una noche emotiva después del reconocimiento a todas las personas que hicieron posible el renacer de una cultura segura; después del solo de batería en «Aves enjauladas»; después de ceder el protagonismo a Beatriz Romero y a sus manos en «Vuelves»; después de dejar todo el escenario para los músicos al final de «Y busqué»… Luego llegó un mutis y un final apoteósico con sus grandes éxitos «La puerta violeta» y «Girasoles», pero para cerrar la noche y celebrar la vida y la belleza de todos los cuerpos cantó «El paso del tiempo» y, como dice uno de sus versos, nos dejó llenas de VIDA.
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