Palma, sábado 13 de abril de 2024
Toc de Crida contra ses coses fotudes
Por Víctor M. Conejo
José Luis Luna (ver galería)
Presentación de su álbum debut dentro del ciclo Concerts 100% organizado por el Ajuntament de Palma
Intérpretes: Pau Mas (flabiol, tamborí, flautas, grall y batería), Sara Mingolla (acordeón), Benjamí Salom (violín y guitarró), Pablo Alegría (guitarra eléctrica y acústica), Joan Vázquez (bajo eléctrico) y Jaume Roig (batería, darbuka y pandereta con sonajas).
Demasiada seriedad en el arranque. Incluso rigidez. No por la trascendencia de la cita, que podría explicarlo (presentación ¡por fin! de su primer disco), sino vete a saber por qué. Mandangas inesperadas y fotudes. Llegamos con ganas de jaleo y nos topamos con unos minutos interminables, eternos, de luces de sala encendidas y silencio sepulcral. Al final el mismo imprevisto tuvo su chicha porque añadía una incógnita con no poco atractivo: a ver cuánto tardaban Toc de Crida en remontar y reventar.
La respuesta: apenas dos canciones y poco. Por fin bajaron las luces y las sombras firmaron propiedad. Salió Roig, batería de urgencia por la ausencia forzada del titular Miquel Amengual, percutió como a rebato, y salió la banda. Arrancaron con «Es destí», premonitorio: el destino de esta banda de flow y talento es volcanizar escenarios. Tras el par de temas tensos y demasiado severos —corrijo, temazos—, el primero en desalmidonarse fue Salom. Se le notaron las ganas de hacer el saltimbanqui, a la audiencia se nos notó las ganas de olvidar que estábamos sentados.
Casi ipso facto se sumó Mas, quien debió recordar lo del flow y el talento. Los suyos —enormes para la música y reconocibles desde hace años en cualquiera de sus múltiples proyectos—, y los de esta banda. Una manera como otra de describirla es decir que desmienten al genio: dijo Duke Ellington que si montas una big band solo con genios, tendrás tantos problemas como genios. Le faltó añadir: «Excepto en Toc de Crida».
Este grupo se enseñorea de mares y territorios porque es capaz de recorrerlos en minutos, evidenciando el calado recibido y el que es capaz calar en todos ellos. En pocos minutos nos paseó por sa Calatrava, Italia, Euskadi (fandango y Kepa Junquera mediante; ahí maestro tocó maestro confirmando la jerarquía de los pulmones de Mas), Brasil, Irlanda, Centroeuropa (a través de un genial vals deconstruido) o distritos arabizantes. En pocos minutos podías ver pasear a Marc Ribot y Ry Cooder por la guitarra, Libermingolla por el acordeón o una perenne sonrisa en clave mayor por el bajo. Andanadas de mar, oleadas de tierra.
La improvisación de Roig a la batería hipotecó poco o nada (previsible: ahí hay otra jerarquía sobrada), y sobre las tablas del cuquicoqueto Mar i Terra (que lo será mucho más cuando se decidan a quitar de serie las gradas) se pudo ver y escuchar a una banda milimétrica en su ensamblaje instrumental como milimétrica en su libertad musical, construida de voluntad hormigonada. Se encabritan como quieren y llegan al preciosismo cuando les da la gana, incluso improvisan y rearrancan un tema con naturalidad. Todo con el mismo esfuerzo, que parece que es ninguno. Además, cumplen con lo que sentencian las sabias: comprometerse y tomar partido es aprovechar la vida, y de ahí viene «Cossieres». Ponen fácil el diagnóstico: Coses fotudes? Ración de Toc de Crida.
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