Toulouse, 1974. Pink Floyd en el escenario. Llegué en una expedición fletada por la revista de música Popular 1. Todos hippies y olor a yerba. En el estadio, los Floyd originales tocaron algunos temas de un «I wish You were Here» todavía inédito, clásicos como «Echoes», y enterito el The Dark Side of the Moon. Pero cuando acabaron, el público se puso a bramar: «¡¡Axe!! ¡¡Axe!! ¡¡Axe!!». La gente pedía «Careful with that axe, Eugene». Del LP Ummagumma. Pero el grupo no dio ningún bis, a pesar de que constaba en el set-list.
Sin saberlo, asistí a un momento crucial de la historia pinkfloydiana. Su público todavía apreciaba la psicodelia, los temas oscuros con gritos, gongs y efectos vanguardistas. Los Floyd como símbolos de un mundo un poco stoned y alternativo. Todo cambió con The Wall.
Fue Roger Waters. El mismo que acaba de visitar España con su mega-espectáculo de despedida. Tomó el poder de forma absoluta e impuso una música mucho más comercial, envuelta en lemas antibelicistas y de crítica social. Las nubes rosas quedaron para la historia. Pero ve con cuidado con el hacha, Roger.
Profeta del nuevo milenio
Acaban de cumplirse los 50 años de la publicación de The Dark Side of the Moon. Una obra maestra y uno de los discos más vendidos de la historia del rock. Curiosamente, cuando salió no tuvo el resultado esperado y la discográfica contrató los servicios de un experto para relanzarlo. Y lo logró.
En Dark Side… coincide lo mejor de los Floyd. Letras modernas y punzantes de Waters, la guitarra preciosista y etérica de David Gilmour y el sentido de las atmósferas de Rick Wright. El teclista discreto al que Waters echó a la calle en los últimos momentos del grupo. «Fue la última vez en que todos trabajamos juntos», declaró Gilmour en una entrevista sobre la grabación, con cierta tristeza. Y probablemente eso explica el éxito.
La agonía de Pink Floyd fue uno de esos capítulos amargos de la música. Waters, presa de un auténtico episodio de megalomanía, se apoderó de todo. Incluso negó a los otros la posibilidad de conservar el nombre del grupo, lo que dio lugar a una batalla legal.
Waters siguió su carrera, con espectáculos cada vez más atrevidos y espectaculares: muros que caen, rayos laser, personajes gigantes, montajes en 360 grados. Gilmour, por su parte, enfrentado a muerte con su antiguo colega, continuó dando conciertos con la marca Pink Floyd. Todos viviendo de los réditos de un pasado glorioso, que no fueron capaces de sobrepasar.
El «hacha» de Roger Waters ha sido la denuncia, el compromiso social. Su defensa de los derechos humanos, del pacifismo, su ataque contra regímenes políticos opresores, a veces con criterios bastante discutibles. Ello coincide con ese megalomanismo escénico cada vez más perfeccionado y que acaba de aterrizar en Europa.
Pero si bien siempre va arropado por músicos de primera clase, musicalmente el mensaje se ha ido empobreciendo. El propio Waters compensa algunas carencias con voces dobladas, y con una gesticulación teatralizante a veces efectiva y otras exagerada.
La música espacial, alucinógena e ingrávida que hizo famosos a Pink Floyd se ha convertido en una especie de recurso para justificar sus cerdos volantes y sus escenarios gigantescos. El propio Waters ha regrabado él solo The Dark Side of the Moon, que considera «obra suya». Incluso se ha permitido enviar un mensaje a los representantes de la asamblea general de la ONU, con sus ideas sobre la política mundial. Uno de ellos, con sorna, comentó: «¿Quién será el siguiente, Mister Bean?».
Waters se ha terminado por convertir en una especie de profeta del nuevo milenio. Un personaje excesivo, por lo bueno y también por lo discutible. Porque, ¿cómo puede alguien dar lecciones al mundo entero de cómo respetar a los demás y lograr la paz si no es capaz ni de entenderse con los miembros de su antiguo grupo, al que le debe todo?
Cuidado con el hacha, Roger.
Publicado por:
Carlos Garrido Torres (Barcelona 1950) es periodista y escritor. Ha hecho también carrera en la música, formando parte, entre otros proyectos, de Rock & Press. Es autor del libro "La Guitarra Platónica" (Documenta balear) donde cuenta su adolescencia musical.
Sitio web: carlosgarridotorres.com.
No hay comentarios