Manacor, viernes 6 de diciembre de 2024
La liga de las emociones extraordinarias
I Jornadas Rec Reg (regar, gravar i pensar la música)
Organizadas por el centro de creación artística Suralita con la colaboración de Can Lliro y Cinemaclub 39 Escalons.
Por Víctor M. Conejo y Carlos Fernández
Carlos Fernández (ver galería)
Con la jodienda, pena y condena de no haber podido asistir a la charla y proyección de la jornada previa (cuando surja a nivel europeo la propuesta de que los días tengan 36 horas, este que escribe firmará a favor), se acude a una actuación de Clara Peya como toca: no se va, se peregrina. Y además, vaya pluses con Careta y Neddermann. Y además, más pluses: DJ Clodett dicen que lo parte.
Piden silencio, sepulcral a ser posible, y que la gente se siente donde pueda, que es en el suelo. Las primeras filas de un abarrotadísimo Can Lliro aceptan. Arrancan Peya y Careta, y la mayoría ya dedica desde el segundo cero devoción silente, muda, entregada y no verbal. El recital camina por donde suele: melódico con ribetes rompecinturas. Sobre esta confabulación con Careta, la artista específica: «No hablaré mucho. Solo diré que en este proyecto destruimos para construir». Después enlazó a un discurso político, ergo humano, ergo real.
A partir de ahí, progresiones desde y hacia la emoción despeñada. Sin carreteras principales ni secundarias, más allá de que el piano lleve el volante porque alguien tiene que marcar las curvas, pisar las líneas y no salirse de los carriles sino inventar nuevos. Oímos algo de ruidismo desde la guitarra y desde los pedales, bien pegado a las ruedas del vehículo. Más que a intimidad de habitación me sonó a intimidad de Potsdamer Platz vaciada, a la inmensidad de una plaza enorme sin nadie que la pise, y por tanto un espacio íntimo.
De las pocas veces que Peya se dirigió al público fue para sentenciar con justicia: «Ahora pasará algo importante: Alícia Olivares subirá a glosar». Y a modo de recogida de guante, la local empezó incontestable: «Clara ets es millor xarop / gràcies per la convidada / que si jo ja l’he acceptada / és per veurer-te de més a prop».
Tras el último tema, de nuevo una verdad revelada: «Era un sitio difícil. Gracias por el respeto». En esta suerte de música de cámara moderna, esta liga de provocar emociones extraordinarias, además de la creatividad melódica hay un quid en que lo etéreo tiene que ser igualmente sólido y consistente para acabar en convincente. Sucedió.
De Neddermann me contó Carlos que también empezó confesional: «Qué difícil es tocar ahora, después de ese derroche de talento, virtudes y también sensibilidad». Como ella misma reconoció, en las primeras canciones andaba algo nerviosa, aunque poco a poco y gracias al público que se unió a los coros, palmas y hasta baile, la cantante fue creciendo en el escenario. Porque se notó y eso es un triunfo inapelable que hay que ganarse: la gente tenía ganas de ser parte del concierto. Al rato subió Peya para interpretar juntas «Suelta», y desde ahí se empezó a juguetear con la electrónica, marca reconocida de una artista que demuestra perspicacia en clásica, jazz, funky e indie, por medio de lo que haga falta (loops, pedales, vocoder), consiguiendo generar experimentación enriquecida y accesible. A DJ Clodett nos la perdimos por las dictaduras de las agendas y los relojes. Lo mismo que lo dicho al principio: una jodienda.
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