Lloseta, sábado 8 de mayo de 2021
Maria Hein (acústico) y Sion Capçana (slammer de poesía)
Exposición de Steven Manley (Jaume Serra) y Pere Plomer
Segundo capítulo del ciclo Música al Quadrat en el Teatre de Lloseta
En el escenario, dos personalidades zambullidas en la vorágine de encontrar su identidad autoral. En el espacio expositivo, dos estéticas con visos de alcanzar un personalismo envidiable. La vehemencia sería el sello compulsado de las cuatro propuestas artísticas en una completísima propuesta de figuras noveles pero no tanto, de realidades pero casi o de firmes promesas pero más que eso.
Jaume Serra transmutó en Steven Manley para dar más de lo mismo: talento. Acostumbrarse a su capacidad de abstracción realista significa acostumbrarse no a una vuelta de tuerca, sino a una relectura constante, al tonelaje de las hostias que pega su parece que infinita maestría para contarnos que debajo del detalle cotidiano hay mil detalles más, y que si hace falta pintará mil cuadros más para explicárnoslo. Es muy sencillo describir qué provoca su clarividencia: vértigo.
Pere Plomer va camino de apabullar con su versatilidad. Ser creativo en el collage está caro, muy caro. Y no digamos en fotografía, disciplina que multiplica exponencialmente el número de artistas, obras y sus respectivos lenguajes con respecto a la primera. Pues no va el muchacho e involucra su voluntad, su sesera, su creatividad y su bilis en ambas categorías artísticas. Se ve que aspira a omnipresencia y universalidad, y no es mal objetivo. Muestra ya tres facetas que apuntan a ello en línea recta: es capaz de representar escenas encantadoras tanto como de muy mala uva además de -y esta suele ser la más inaccesible de todas- humor contundente.
Sion Moyà, Sion Capçana, provocó angustia. Alternó de castellano a catalán como de bolchevique a populista, de hipersensible a hooligan, de Mark Fisher al Dijous Bo o Dolent. Cuando se definió más egoísta que artista se vio asomar a la camorra por su garganta, y cuando se admitió siempre supeditado a la pleitesía debida a la mujer tras miles de años de ruindades sonó más creíble que un Fender Precision Bass fabricado en los años 60. Cuando Capçana dijo que se bajaría en breve del escenario «para que no os angustiéis» provocó angustia: este binissalemer no es poeta sino que es escenario, y de ahí no debería bajarse nunca. Se intuye ya incontestable la desiderata mayoritaria de que destroce sus dedos escribiendo como escribe y sus cuerdas vocales recitando como recita.
No es posible que Maria Hein cante, interprete de esa manera y no haya una vieja bajo un disfraz de adolescente. No es que parezca sabia, es que parece invencible: cantó poderosa en el casi susurro, y delicada cuando atacó el vigor vocal. Las gitanas viejas cantan sabio porque su voz lo ha visto todo y sus ojos lo han recitado todo, y si la mallorquina no es una de estas enmascarada bajo la apariencia de tener 17 años, no va a quedar más que lidiar con el hambre: hambre de más canciones de tan solventes que sonaron, y hambre de esa voz.
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