Palma, viernes 3 de marzo de 2023
2ª edición del Festival Paco de Lucía
Rocío Molina presentó su espectáculo «Impulso» en el Teatre Xesc Forteza, acompañada por las guitarras de Yerai Cortés y Eduardo Trassierra
Solo hay dos tipos de escenario: los escaparates y los laboratorios. Sobre unas tablas se puede ver una propuesta prepensada, concebida, desarrollada y cerrada, o bien una lavadora de giro constante, perenne, infinito. Rocío Molina tiene en la cabeza una lavadora siempre girando, y no solo en solitario en su estudio sino también en directo. No es que la bailaora y coreógrafa no sepa lo que va a bailar cuando pisa un escenario, pero con esta creadora constante, perenne, infinita siempre es posible que haya un giro más (o doscientostreintaysiete).
Solo hay dos tipos de escenario: los que lo muestran todo en el tiempo que va desde el encender hasta el apagar de luces, frente a los que te ofrecen buscar y buscar y buscar. Ítem más, te proponen hacerlo antes, durante y después. Con la Molina siempre ha pasado lo mismo: antes de entrar sabes que lo que baile te va a enriquecer las córneas, cuando la ves evolucionar en escena sabes que te está exigiendo pensar y buscar por qué está bailando lo que está bailando, y desde que se apagan las luces no dejas de pensar qué significará lo que ha bailado y si has entendido todo lo que te ha querido decir.
Porque solo hay dos tipos de escenario: los que te responden y los que te preguntan. Rocío Molina te hace preguntas cuando baila. Esta mujer no baila certezas sino que taconea dudas (las suyas y las tuyas). Desde lo formal, con su técnica perfecta, poseedora de todas las certezas de la vieja escuela. Y desde lo conceptual, con su heterodoxia perfecta, llena de dudas (las suyas y las tuyas), poseedora de todas las ambiciones de la vieja y la nueva escuela. Ella misma lo dijo en su momento: «Me gusta mucho mostrar el error, o lo que no funciona. Dejar ver que como artista no siempre te sale todo bien. Aquí me interesa mostrar la Rocío que se pierde, la que no le salen las cosas, la que igual no tiene sentido lo que está haciendo».
Solo hay dos tipos de escenario: los que acaban inmaculados cuando se baja el telón, frente a los que acaban cubiertos de tripas. Rocío Molina debe ser de tripas infinitas, porque ahí las deja, todas, cuando baila.
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