Palma, domingo 17 de noviembre de 2024, Trui Teatre
Nuevas trompetas de siempre
XVII Jazz Voyeur Festival
Dave Douglas & Joey Baron Quartet: D. Douglas (trompeta), J. Baron (batería), Marta Warelis (piano) y Nick Dunston (contrabajo).
Nayla Yenquis Group: N. Yenquis (voz), Pierre Bauzerand (piano), César Pérez Capote (bajo) y Pep Lluís García (batería).
Por Víctor M. Conejo
José Luis Luna
¿Qué clase de concierto iba a dar el director del Festival of New Trumpet Music que se celebra en Nueva York desde 2003, y que además tiene cuatro discos con el maravilloso marciano de John Zorn? Pues una biblia de contemporaneidad, por supuesto. De esa que hace que el jazz lleve más de cincuenta años sonando a siglo XXIII. Qué paladas de creatividad, potencia y juventud repartieron Douglas y compañía.
Abrió la argentina-mallorquina Nayla Yenquis con su banda, fija-continua de la escena local y fija-continua de las actuaciones excelsas. Impecable en afinación e interpretación, paseó por lo brasileiro tanto con sodade como con hedonismo, tanto por tradición de calle de barro como por terrenos MPB, coordenadas todas históricamente esenciales del género. La voz de la argentina está llena de escaleras de arquitectura perfecta, y por ello llena sin colapsar ni desbordar. Ideal para la liga de la elegancia y sutil emoción en la que habita. Porque para desaforado, en el mejor sentido de la palabra, Bauzerand. Estuvo maestro aguantando la estructura melódica central, y desde ahí ir construyendo y destruyendo. De nuevo, en el mejor sentido de la palabra.
Después, los chavales. Que después de más de un siglo de existencia el jazz siga sonando joven, ambicioso y sorprendente se debe al enfoque que le aplican creadores saludables como Douglas y Baron. Sabios como son, demostraron que la radicalidad en su sentido más fructífero no entiende de edad. El uno con 61 palos y el otro con 69, repartieron potentísimas biblias tanto de interpretación sensible como lúdica. La redondez del recital vino también apoyada de manera fundamental en dos no músicos sino espasmos: qué portentos la pianista y el contrabajista. Cada vez que soleaban abrían siete puertas a otras tantas realidades musicales en una sola evolución. El cuarteto le sacó infinitos ángulos, curvas dobles, sonidos, texturas y percusiones a sus respectivos instrumentos. Evangelios musicales en pistones, teclas, cuerdas y parches.
Y al mando, la trompeta de Douglas. Generoso en sus desarrollos tanto como en el espacio que dejaba a sus camaradas. Se fueron al blues y le dijeron «hola qué tal te vamos a recocinar»; visitaron un estándar para decirle «espera que te voy a cambiar los colores de tu paleta»; llamaron a la puerta de bebop y hard bop para jugar a destajo con sus bisagras. Hipercapaces, en definitiva, de llegar al liricismo desde la experimentación. A fin de cuentas, la nueva creatividad de siempre del jazz.
No hay comentarios