Iseo & Dodosound: nos pilló la tormenta

Quizás resulte sorprendente, quizás no: quizás a alguien le pueda ojiplaticar que se pueda mantener dos horas de intensidad, conexión e incandescencia en un concierto básicamente de reggae. Tal vez por ello el concierto de Iseo&Dodosound comenzó con el archifamoso bolero sonando por altavoces. Sonó completo, de principio a fin, tal vez como premonición de lo que Leire Villanueva y Alberto Iriarte junto a su banda iban a crear: una tormenta audiovisual perfecta desde el inicio hasta el final.

Hay quien se empeña en parecer tu colega por mucho éxito que haya acumulado (absoluto o relativo; the times they are a-changin’). La pareja de navarros son como esos amigos que cuando te visitan traen detalles que tocan fibra. En el arranque de la velada también se vio una breve animación en la que se les veía viajando y soltando sorna: «¿Dónde era que tocamos? Esto de ‘Cala Rajada’ no me suena [toc-toc en una puerta, trasunto de Es Gremi] ¿Hola? ¿Hay alguien?».

Y ahí salió Alberto embalado. Y ahí salieron seis vientos tan poderosos como desenfrenados (saxo tenor, saxo barítono, dos trompetas, trombón y flauta travesera). Sonó una versionaca del «Take Five» escrito por Paul Desmond para el cuarteto de Dave Brubeck, inmediatamente seguida de atronadores ruidos y luces de tempestad, para justo después estallar los bajorros. Ya no hubo escapatoria: nos pilló la tormenta.

Con un sonido impecable, zurrante como una galerna, sobre el escenario se pasaba con señorío abracadabrante desde una isla de la calma hasta un volcán o un desierto helado. Si desde las tablas se pedía amor fuerte a la audiencia, esta respondía «dame, dame de eso». Se alcanzó la epifanía tanto con el repertorio anglófilo conocido, como con el novísimo cantando en castellano. Se lograba en cualquier formato, tanto en versión dúo con un Alberto orante a los pedales, como con Leire en solitario rindiendo pleitesía y devoción por sus orígenes como solista.

¿Se engorila el reggae? ¿Hay intensidad indestructible en los medios tiempos? ¿Puede alcanzar el paroxismo? Se puede, se pudo y plantó raíces tanto en la tierra como en el aire. Redondeó el contenido visual en pantalla, tanto de animaciones como de puro grafismo, basado todo en el excelente diseño integral de la ilustradora francesa Diane Rousille para el último disco. Y más aciertos: un certerísimo sentido del humor (sublimes los gatos astronautas; tronchante el clip tras el primer final en falso con un «Pero… ¿nos vamos ya?»).

La tormenta de reggae que nos pilló y caló hasta el relamen se permitió dos erupciones puntuales, dos subidones hasta ska y drum&bass que encajaron incontestables. Lejos de desentonar, sumaron color y furia al discurso musical y actitudinal del dúo, que en diez años de carrera ha demostrado ser hipercapaz tanto en la melancolía herrumbrosa como en los sones esperanzados e incluso lúdicos. En directo, Leire Iseo y Alberto Dodo manejan dichos feelings a su antojo, como manejaron las mil doscientas tormentas que se juntaron en la sala.