Sa Pobla, martes 20 de agosto de 2024
Secar las teclas
Por Víctor M. Conejo
José Luis Luna (ver galería)
Y tras unos compases de silencio y tempo, tres tormentas de musicalidad, una por instrumento. Si se puede empezar así, para qué secar las teclas: «El piano estaba completamente empapado [de humedad], era difícil tocar», reveló la artista.
Así hizo arrancar Marta Sánchez a su trío y su recital en el Festival de Jazz de Sa Pobla, donde dijo estar contenta de hallarse. Igual de contenta, más, contentísima estaba la audiencia que llenaba las sillas del parque. Porque firmaría que cada asistente teníamos la esperanza de que las gruesas cuerdas del contrabajo y los parches de la batería estuviesen igualmente chopaos. Qué comienzo. Cuánto jazz.
A la madrileña la miman con denuedo entre la crítica porque escribe música con brío, esfuerzo, valor, intrepidez y hasta osadía. En los epítetos sobre su jazz se reiteran los términos «contemporáneo», «avanzado» y «moderno», pero el importante es el que cierra omnipresente las definiciones: «creativo». En directo se echó de menos algo más de imprevisión, que aunque la hubo, sobre todo en los respectivos solos, se escuchó un poquico demasiada partitura. En ocasiones mirabas a todas las pupilas del escenario y te parecía verlas rajadas cinco veces, una por línea de pentagrama.
Es de suponer que al final de su concierto, teclas, cuerdas y parches ya estaban secos. El jazz, rotundamente no. El otro día, en el concierto de clausura del Mallorca Jazz Sa Pobla, no lo estuvo nunca.
Quien más acompañó, complementó y sumó a la pianista fue el contrabajo, en palabras de Sánchez «una leyenda que ha tocado con todo el mundo; Freddie Hubbard, Joe Henderson». Imagine quién esto lea lo que se pudo escuchar salido de esa caja de resonancia: una, dos o tres tormentas musicales. El batería quiso estar más recogido -tras su bombo, base y aéreo rojos, pero caja azul-, y ahí se quedó mayormente con sus cuarenta y ocho dedos y seis brazos.
Maravillosamente melódica cuando quiso y certeramente atonal cuando le dio la gana (atonal para un DJ y/o productor de electrónica, entendámonos), Sánchez parece estar siempre en su lugar, que parecen ser todos. A veces la diferencia entre el buen jazz y el prescindible está en ser exuberante o quedarse en correcaminos. Sobre las tablas pobleres creció una Amazonia urbana y neoyorquina que engalanó la jornada de clausura de este histórico, irreemplazable y necesario ciclo.
Si hasta ahora su formato más natural ha sido el quinteto, en formato trío la pianista y compositora Marta Sánchez se transforma en una gigantesca cadena de montaje fabricante de armonías y melodías. Es de suponer que al final de su concierto, teclas, cuerdas y parches ya estaban secos. El jazz, rotundamente no. El otro día, en el concierto de clausura del Mallorca Jazz Sa Pobla, no lo estuvo nunca. Como ha estado siempre en este festival.
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