
Palma, Castell de Bellver, jueves 14 de agosto de 2025
Fiesta afro-latin-jazz
Con Carlos Martín (percusión, trompeta y piano), Shayan Fathi (batería) y Abel Sanabria (bajo).
Por Fátima Yráyzoz
José Luis Luna (ver galería)
A pesar de las altas temperaturas, el Castell de Bellver volvía el pasado jueves 14 de agosto a colgar el cartel de aforo completo, ante la expectación del directo de la artista Glenda del Monte Escalante, conocida artísticamente como Glenda del E. Un concierto ubicado en el meridiano del atractivo programa del Festival de Jazz de Palma e incluido en el ciclo Nits a Bellver.
La artista cubana subía al escenario vestida de blanco, color tradicional de protestas y tradición religiosa en la isla caribeña, liderando su habitual formación en cuarteto con la percusión del valenciano Carlos Martín, su actual pareja, el iraní Shayan Fathi en la batería y el también cubano Abel Sanabria al bajo.
El currículum de Glenda, pianista, cantante, compositora y arreglista además de productora, es más extenso de lo que puede pensarse por su juventud. Nacida y criada en La Habana, se interesó por la música desde su niñez gracias a la influencia de sus padres, de quienes sin duda heredó el compás caribeño. Años más tarde se trasladaría con su familia a Canadá, donde ingresó en el Real Conservatorio de Toronto. Entre sus colaboraciones más recientes se encuentran el álbum «Ella» (en colaboración con la violinista venezolana Daniela Padrón y nominado en 2022 al Grammy Latino a mejor álbum instrumental), y el proyecto «Elipsis» junto con Antonio Sánchez, Michael League y Pedrito Martínez. La artista cubana también ha compartido escenario con nuestro internacional Alejandro Sanz, con quien giró en su Sirope Tour. Pero sin duda lo más destacado es su participación como música y/o compositora en varios álbumes tanto nominados como ganadores de Grammy Latinos y Grammy generales: «Healer» de Álex Cuba y Sanz, o «Sirope Vivo«, de Fernando Osorio. Otras colaboraciones incluyen la Riverside Miami Orchestra o con Paquito D’Rivera en el codiciado templo neoyorquino del Carnegie Hall.
Tras arrancar con una intro al piano, continuó con un popurrí de tres piezas haciendo homenaje a reconocidos compositores nacionalistas cubanos como Saumell, Cervantes o Lecuona. Del toque de Glenda sorprende gratamente, además de su buena energía y amplia sonrisa, la velocidad que por momentos lograban alcanzaban sus dedos sobre el teclado. A pesar de tener unas manos pequeñas, como su estatura, estaban rebosantes de compás. Porque sin duda lo que más hubo fue mucho azúcar, como pregonan los más salseros. Sincronía y compás de toda la banda sobre las tablas, capitaneados por la destreza del toque de Martín, que manejó desde el viento con la trompeta con sordina y sus efectos y texturas jazzísticas, a la percusión entre congas, bongos y cajón flamenco. En varias ocasiones llegaron a dejar sus instrumentos y marcar el compás por palmas. Junto a Carlitos, como cariñosamente lo llamaba su compañera, el toque sutil de la batería del talentoso Fathi, músico afincando desde hace unos años en Mallorca que por momentos rezumaba compases de lo que más le gusta: el flamenco jazz.
Por su parte, las notas del piano de Glenda marcaron unos compases melódicos que provocaban al baile, llenos de sabor caribeño pero sin perder sus raíces africanas. De ahí que recorriera sus composiciones más antiguas como «Grandparents’ Danzón», homenaje a sus abuelos cubanos. E igualmente hubo guiño para compositoras cubanas como Enriqueta Almanza con su tema infantil «Barquito de papel». Destacable el solo del bajo de seis cuerdas de su paisano Sanabria.
Tras una invocación a la diosa orisha Oshun (diosa del amor), pidió al público que se uniera a cantar y tocar palmas. Hubo momentos para cambiar de tercio e interpretar, el popular bolero «Veinte años», con música de María Teresa Vera y letra de Guillermina Aramburú. De ahí, la versátil pianista quiso cambiar de registro, dejando el piano a Martín e interpretando en inglés la rítmica composición «Miss You», de pegadizo estribillo “…need you, want you, baby”, que el público también coreó.
Tras noventa minutos dejaron el escenario para volver con los bises, «New Habana» y «Afrunk», en el que surgieron los momentos mágicos que se producen en ocasiones en el jazz. Cuando los instrumentos juegan, como dicen los anglosajones: “Play”. Como despedida, abandonaron las tablas cantando el estribillo del canto yoruba afro cubano «Diddewere», recibiendo la ovación de un público que demostró una vez más que el jazz en cualquiera de sus géneros y Bellver, son un maridaje que incita a repetir en estas noches de verano.
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