Pollença, lunes 8 de julio de 2024
De tres en tres
Por Carlos Fernández
Xavi Vidal
Nena Carbonell (ver galería)
Lo confieso, nunca he sido muy fan de Antònia Font, pero no por pose o esnobismo, sino por desconocimiento. Es decir, en su momento más álgido les hacía poco caso, por entonces el cine me robaba más tiempo. Y luego, la falta de tiempo o interés (mea culpa) por recuperar sus canciones me ha privado de conocer, no sus grandes hits, pero sí el grueso de su discografía. El pasado lunes 8 de julio tenía, por tanto, la oportunidad de saldar deudas musicales. Por un lado, asistir a un concierto en vivo del grupo; por otro, hacerlo en un formato más accesible y cercano que los macroconciertos de sus últimas actuaciones en Mallorca.
El Claustre de Santo Domingo en Pollença iba a ser casa y cuartel durante tres noches seguidas para la formación dentro del ciclo SonsDeNit, música i patrimoni, patrocinado por Serra de Tramuntana, que organiza la promotora Fonart. Tres fechas cerradas con meses de antelación, tres sold out consecutivos, que nos volvieron a confirmar que las ganas de ver a Antònia Font entre el público mallorquín no han menguado. Aunque hace escasamente un mes liderasen el festival FEIM! en Porreres, o aunque hace poco más de 4 meses abarrotasen el Auditórium de Palma, de nuevo en tres noches sucesivas.
Pasaban diez minutos de las nueve de la noche cuando Pau y Pere Debon, Joan Miquel Oliver, Joan Roca y Jaume Manresa hicieron sonar los primeros acordes de «Canço de Llum», canción incluida en su último disco Un minut estroboscòpica.
Como desconocedor de buena parte del repertorio de la banda, es fácil hablar desde la distancia y fijarse en detalles que para sus seguidores pueden ser obvios. Como la diversa variedad de edades y géneros entre sus fans. O como los audiovisuales que acompañaban al grupo, que deben lucier genial en un teatro, pero que al aire libre y durante la primera parte del concierto, debido a la claridad, perdían bastante fuerza. O como algunos pasajes instrumentales, sirva como ejemplo el que cerraba «Zoom»: imposible no dejarse llevar e incluso desear que se alargase algunos minutos más. Ocurre que, mientras se sucedían las canciones (33 en total), fui consciente de la gran variedad de registros musicales que manejan los Antònia. Mientras la gran mayoría cantaba los temas a viva voz, yo descubría letras que jugaban con el surrealismo, la ciencia ficción o el absurdo, demostrando que, con ingenio, todo puede convertirse en una buena canción.
Cerca de hora y media llevábamos de concierto cuando el grupo abandonó el escenario. Había sido un concierto correcto (para el que escribe), con momentos brillantes, pero aún no había terminado de explotar. Lo dicho, «aún»… Todavía quedaban 30 minutos por delante (con dos bises) en los que el Claustre de Santo Domingo se convirtió en una auténtica fiesta. Un salón de baile multitudinario para moverse al ritmo de vals de «Vitamina sol», con Pau Debon ejerciendo de maestro de ceremonias entre el público, cantando, bailando y saltando al unísono.
En ese tramo final yo ya estaba totalmente dentro de su propuesta, quería cantar, bailar, saltar… Y justo cuando, parafraseando a Love of Lesbian, ya era otro fan de Antònia Font más, llegaron «Calgary’88» y «Viure sense tu» para cerrar por todo lo alto. Cuando las voces de los espectadores se imponen a los altavoces, para alguien como yo, que disfruto quedándome afónico en los conciertos, eso es algo… WA YEAH!
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