Manacor, sábado 19 de octubre de 2024, Plaça del Rector Rubí (abarrotada en sillas y espacios)
Jazz y personas, personas y jazz
1er Festival de Jazz de Manacor (jornada inaugural)
Guinga (guitarra española y voz) y Jorge Pardo (flauta y saxo tenor).
Brazulada: Julián Sánchez (trompeta, fliscorno y composición), Enrique Oliver (saxos tenor y soprano), Valentín Murillo (saxo tenor y flautas), Fernando Brox (flauta, trombón), Javier Galiana (piano), Joan Masana (contrabajo), David León (batería) y Jesús Santiago (percusión).
Por Víctor M. Conejo
José Luis Luna
Proyecto surgido y filtrado a partir de las evasiones del trompetista granadino Julián Sánchez al estado de Paraíba, en el nordeste brasileño, Brazulada confirmó las fascinaciones que emanan de sus grabaciones con una actuación rayana con lo soberbio. Lo más contenido, casi inaudible, fue el inicio del bolo, con el percusionista resbalando dedos por las pieles de unos bongos. A partir de ahí, el mar explotó. Desde el free jazz hasta la gran tradición, hasta lo contemporáneo desde lo canónico. Las cinturas musicales que vimos y oímos fueron tanto de barro, adobe y hoguera como de ladrillo, cemento y rascacielos. Boleros y chachachá a los cuatro vientos engarzando impecablemente con solos liberados y estentóreos (cómo nos atropelló espectacularmente Sánchez en su primer solo, recorriendo las cinco marchas como le vino en gana). Qué bien conjugaron lo latino suavón elegantón con el lenguaje de sótano en blanco y negro con humo (¡siempre con humo por favor!), qué maestramente combinaron la sentimentalidad con el puro groove. Ganaron el chapeau hasta en las declaraciones: «Primero las personas, luego el jazz. Así que primero, S’Escat -con la inestimable incondicionalidad del Ajuntament de Manacor-. Y como la música viene con las personas, al final todo queda perfecto».
Después la exuberancia de Pardo y Guinga, Guinga y Pardo, fue otra pero también la hubo. Qué menos tratándose de dos maestros ya eternos. Ya de inicio, Pardo se confiesa el invitado en alarde de humildad, y así se condujo el recital: con el brasileño cantando y marcando, con el flamenco madrileño siguiendo y construyendo. Con la sabiduría endurecida de los sesenta-setenta y pico años desde la que, si no lo saben todo, lo saben casi todo. Y lo que no saben, ya lo inventarán.
La imbricación aka complicidad entre los dos doctores de la música fue bastante mayúscula, de ahí que las falsetas en la bossa hablaran el mismo idioma que la saudade que siempre ha vivido en los pulmones de Pardo. Siempre atento a las directrices y los impulsos del brasileiro, este lanzaba sus líneas y armonías, que aquel confirmaba o reescribía a su manera. La actuación fue encantadora por cercanía y modestia, con un Guinga pidiendo permiso para cantar un bis, que además fue una nana. Las dos propuestas elegidas para estrenar el primer Festival de Jazz Manacor resultaron impecables, o mejor, insuperables como cualquier mar porque se trató, ni más ni menos, que de personas y música. Personas y jazz, jazz y personas.
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