Este año se cumple el 30 aniversario de 1991, un año marcado por grandes acontecimientos que tuvieron una importancia decisiva en el devenir de toda la década de los 90.
Aquel año tuvo lugar la I Guerra del Golfo, la primer guerra televisada en directo. Sin embargo, el gran hito que quedó marcado para siempre en los libros de historia fue la disolución de la Unión Soviética (URSS) y del Pacto de Varsovia. Países como Georgia, Lituania, Ucrania, Bielorrusia o numerosas Repúblicas de Asia central adquirieron soberanía plena.
Como testigo de aquel momento y de aquellos «vientos de cambio», nos quedamos con el memorable festival Monsters of Rock celebrado en septiembre de aquel año en Moscú. Aquel día se congregaron ¡más de 500.000 personas! para ver a AC/DC, Metallica, Panthera, The Black Crowes y la banda local EST. Los europeos del este estaban ávidos de música occidental, y fueron los grandes grupos de rock de la época quienes ejercieron de embajadores.
En el plano musical, 1991 fue, con toda probabilidad, el último gran año de la historia del rock. Algunas bandas de glam metal o «hair» metal que triunfaron a finales de los 80 vivían su momento de mayor esplendor: Motley Crue, Bon Jovi, Scorpions o unos Guns N’ Roses que se acababan de consolidar como una de las bandas más importantes del planeta. Sin embargo, el modelo musical sobre el que se asentaban comenzaba a dar claras señales de agotamiento. La irrupción de la escena Grunge, con epicentro en Seattle, así como de importantes bandas de rock alternativo, trajeron una revolución musical que derribo los cimientos de la industria de la época.
Por todas estas razones, 1991 es un año musicalmente extraordinario, en el que se publicaron grandísimos álbumes y que merece ser recordado. Para ello hemos reunido a un selecto grupo de personas relacionadas con el mundo del rock y la música en general para que nos hablen de un disco capital de aquella prodigiosa cosecha del 91.
Nevermind (Nirvana)
Per Carmen Jaime
Venc del rock, del blues i generalment escolt composicions de jazz, soul, música barroca i d’altres d’abans de finals dels anys 70. Així mateix, algunes excepcions posteriors em commouen.
Un dels aconteixements que encara em fan reaccionar és l’àlbum Nevermind de l’any 1991. Els textos, el so, la dinàmica dels temes de Nirvana, el carisma de Cobain, la posada en escena del grup, el seu look i també les seves expressions audiovisuals: tot en conjunt em va dur en aquell moment a escoltar-los amb atenció, i vibrar amb la seva energia alliberadora.
30 anys després i gràcies a aquesta col·laboració amb la revista Mallorca Music Magazine, l’he tornat a escoltar atentament, i sí: em sorgeix una lectura renovada, vista des de la perspectiva del temps i de la consciència del sobtat final de la vida del seu líder.
La música que evoca i que s’impregna de les emocions de qui la transporta té una força aclaparadora. Personalment, em sedueix la dualitat intencional del tema «Come as you are».
Metallica (Metallica)
Por Jordi Segura
Para mí este disco fue un terremoto emocional. Por un lado venía del And Justice for All, mi preferido de ellos, la perfección del thrash metal para mí, con unos cambios brutales, una precisión técnica brutal y una crudeza en el sonido perfecta.
Y me encuentro con un discazo donde Metallica se convierten… en otra cosa.
Riffs más abiertos, registros absolutamente más comerciales pero sin perder contundencia. Y sobre todo el sonido. Bob Rock a tope.
No puedo decir que fuera mi preferido de ellos. Pero Metallica se convirtió en algo más global. Sobre todo, cuando me encontré que la mayoría de mis amigos, que no conocían el metal, se convirtieron en aficionados a él.
Lo dicho. Para mí el Black Album fue la pérdida de la marginalidad del metal para convertirlo en algo masivo. Y solo ellos pudieron hacerlo.
Y no quita la parte compositiva, ya que hay auténticos temazos.
Después de esto, Metallica perdió para mí un poco el rumbo, ya que se diluyó bastante su identidad primaria, esencia que recuperarían algo después del Death Magnetic.
Achtung Baby (U2)
Por Julio Molina
Recuerdo perfectamente la salida del Achtung Baby de U2, ese año había discos muy potentes, pero todos los que seguíamos a los de Dublín estábamos expectantes por saber cuál iba a ser el nuevo giro. Habían tocado el cielo con The Joshua Three y con su siguiente álbum Rattle & Hum, aunque muy inferior ya dejaban claro que seguían explorando horizontes musicales, pero ¿qué más podría venir después?
Con Achtung Baby a muchos nos explotó las cabeza (literalmente), incluso los que no éramos fans fundamentalistas de la banda entendimos ese disco como algo muy gordo, era oscuro y luminoso a la vez, las canciones eran enormes y épicas de nuevo, pero con un nuevo lenguaje que a muchos nos acercó un poco incluso a la música electrónica.
Parecía el inicio de una trepidante nueva y prometedora vida para la banda. Después de ese disco… la verdad, poco más.
Ten (Pearl Jam)
Por José Pozas
Este 2021, uno de los discos icónicos que suman ya tres décadas de edad, y del que he decidido escribir para los compañeros de Mallorca Music Magazine, no es otro que el seminal Ten de Pearl Jam. Un disco que me ha acompañado fielmente en los momentos más difíciles de mi vida y que siempre me ha dado refugio en la peculiar voz de Eddie Vedder, que te puede gustar más o menos, pero es absolutamente única e inimitable.
Ten es una colección de himnos imprescindibles para cualquier fan del Rock y un viaje por multitud de emociones que me impactó con el solo de guitarra de «Alive», la brutal interpretación de toda la banda en la desgarradora «Black» o la durísima historia que se esconde detrás de «Jeremy». Es el debut soñado, una banda compenetrada, joven, fresca y con la experiencia acumulada por sus miembros en Mother Love Bone, Green River o Temple Of The Dog.
Un disco que siempre llevaré guardado en un rinconcito de mi corazón por la cantidad de horas de alivio que me ha dado desde el día que me crucé con él.
Blood Sugar Sex Magik (RHCP)
Por Joni Ferrer
El 24 de septiembre de 1991 se lanza Blood Sugar Sex Magic, para seguir enriqueciendo uno de los mejores años de la música rock que se recuerdan. Llega la revolución de los Peppers, que empezaron cantando semidesnudos para ganar notoriedad.
Red Hot Chili Peppers, junto con la necesaria producción de Rick Rubin, crean un álbum lleno de sexo y, sobre todo, abre un nuevo abanico de estilos musicales que ponen definitivamente en el mapa a la banda de californiana. Rock, Funk, Soul, Hip Hop y letras que cuentan vivencias Anthony Kiedis basadas en las muchas relaciones sentimentales y las consecuencias de su adicción a las drogas, como se oye en «Under The Bridge» que, con «Give It Away», son los temas más conocidos.
Considerado como uno de los discos que auparon al rock alternativo, fue el mejor hasta la fecha para los Red Hot.
Además de muchas historias, hay destacar que durante la gira internacional empezaron las desavenencias con John Frusciante, quien poco tiempo después se vio obligado abandonar la banda. No obstante, y para alegría de todos, John volvería a coger la guitarra de los Peppers años más tarde para crear la obra maestra que fue Californication.
Blood Sugar Sex Magic fue el álbum, junto con Californication, que cambio mi vida musicalmente hablando. Ambos son mis álbumes favoritos, con el sencillo «Californication» como referencia. Por tanto, me alegra poder homenajear a mi banda con esta esta reseña. Como si fueran mis amigos, que no he llegado a conocer… todavía.
Innuendo (Queen)
Por Gonzalo Nadal
«Cantaré hasta que me desangre», cuenta May que le dijo Freddie mientras grababan Innuendo, el último disco de Queen. Moría pocos meses después. Pocas veces en la historia de la Música se ha sido, públicamente, tan consciente la creación de la obra póstuma de un artista.
Por entonces yo era un veinteañero que saltaba entre dos polos musicales distantes: el pop español y el rock de Dire Straits por un lado, y el clasicismo de Mozart por otro. La muerte de Freddie Mercury y la salida del último álbum de estudio de la banda británica me hizo descubrir y amar para siempre el rock sinfónico. Probablemente no sea el disco que más escucho de la que considero hasta hoy la mejor banda de rock de siempre. Pero fue el que me abrió cómo músico los ojos, la mente y el alma.
Use you Illusion I y II (Guns N’ Roses)
Por Luis Sergio Carrera
En septiembre del 91 la expectación era máxima ante la inminente salida del álbum de los Guns N’ Roses, los nuevos enfants terribles del rock. Una semana después del Black de Metallica y una antes del fundamental Nevermind de unos desconocidos Nirvana, los californianos pusieron el listón por las nubes en un año excepcional para el rock y el metal.
Tras el Appetite for Destruction, que sorprendió a medio mundo, y el no menos exitoso G N’ R Lies, los Guns N’ Roses tomaron posesión del trono del hard rock y el hair metal con dos discos publicados simultáneamente: Use Your Illusion I y II. 30 temazos que suman más de dos horas y media de puro heavy rock americano embutidos en el que a la postre sería uno de los últimos grandes álbumes del género.
Dos discos tan enormes que lo tenían todo: nuevos temas junto a otros recuperados de anteriores grabaciones, grandes versiones de clásicos inmortales, epiquísimas baladas… Todo ello presentado con el descaro y la energía inagotable de Axel Rose, el virtuosismo de Slash o la pegada de Matt Sorum. “November Rain”, “Knockin’ on Heaven’s Door”, “Don’t Cry”, “Live And Let Die”, “You Could Be Mine” o “Civil War” componen, entre otros, una colección de «jitazos» míticos que entraron directamente en la historia del hard rock.
En aquel momento la vida era una fiesta para los G N’ R, una de las bandas más grandes del planeta. Nada hacía presagiar que estábamos ante el fin de una época, y que el espectáculo teatral de machos alfa en mallas, que entonces reventaba estadios, viviría un rápido declive. La era del Grunge acababa de comenzar, y lo cambiaría todo.
Pocket Full of Kryptonite (Spin Doctors)
Per Cecilia Giménez
Mentre Seattle cridava desolada, aquests al·lots de New York feien música efectiva, elèctrica, barreja de blues, funk, rock i hardcore que et convidava a ballar d’una manera que no havies fet mai.
Un disc ple d’idees noves, riffs, fils i patrons de bateria que no et pots treure del cap. De fet tot el que fa Aaron Comess al disc és una classe magistral de bateria.
I per aquells que volíem cantar, lletres divertides amb frases curtes i aferradisses d’aquelles que cantes sense saber el què dius.
L’aportació de cada instrument compta, això es mostra a la mescla, la veu és dins de la banda i no per damunt com és més comú al pop.
La importància dels instruments també es coneix al començament de les cançons com «Jimmy Olsen’s Blues», «What Time is it?» o «Off my line», que pots reconèixer amb el primer riff de guitarra. O «Little miss can’t be wrong», «Refrigerator Car», «Shinbone Alley» i la més coneguda, «Two Princes», on la bateria és qui et crida a ballar amb uns fils que hem copiat durant dècades.
Les melodies de Chris Barron pareixen flotar damunt els acords per la seva afició a les sèptimes, novenes del blues que els allunyen del pop diatònic. I la seva veu sempre disfònica i afinada és un altre segell del grup.
Cal destacar els espais de solo col·lectiu, que tenen en «Shinbone Alley / Hard to Exist», que eren més típics del blues i el jazz.
Aquest disc va ser el primer compact disc que em varen regalar, tota una novetat en l’Argentina dels 90.
Arise (Sepultura)
Por Vicente J. Paya
Este disco fue el salto definitivo para Sepultura. Fue muy buena la idea de bajar la velocidad y hacer temas mucho más progresivos, recordad que Metallica ya lo había hecho con And Justice For All.
Para mí fue uno de los mejores discos de thrash metal. Beneath The Remains, su anterior LP, ya me causó una gran sorpresa, pero este se convirtió en un disco de culto para mí.
A pesar de todo, la experimentación sigue quedándose en momentos puntuales. En líneas generales sigue siendo un disco de thrash excelente, que gracias a los momentos experimentales ya mencionados gana variedad en cuanto a su antecesor, además de los medios tiempos como «Desperate Cry» o «Under Siege».
El tema homónimo (el mejor del álbum, o al menos el más representativo), «Infected Voice», «Murder» o «Meaningless Movements» destilan rabia por los 4 costados. Pero lo que nos interesa son temas como «Altered State» o «Dead Embryonic Cells», ya que aquí los brasileños no van tan rápido, en estos se concentran más en los riffs, aunque luego vuelvan a pisar el acelerador y encontremos a los Sepultura en puro estado. Pero ya vemos un breve adelanto de lo que vendrá, por no hablar de las intros que tienen ambos temas. «DEC» tiene ese toque industrial, probablemente heredado de unos Godflesh que ya por el 91 tenían el estatus de banda de culto. Mientras que «Altered States» representa los primeros ensayos con la percusión, de un modo mucho más limitado, para nada con el nivel de protagonismo que en Chaos AD.
Fue un año muy importante para ellos, ya que hicieron una gira mundial, sin olvidar el concierto que dieron en Barcelona, el cual se editó en video. Me gusta mucho la producción, un Scott Burns en todo su esplendor, luego gurú de grupos de Death Metal como Deicide, Death… Para mi Arise fue su último gran disco. Esa trilogía que son Schizophrenia, Beneath The Remains y Arise no se volverá a repetir.
Y aparte de sus grandes temas del disco, no quiero cerrar sin una especial mención a la versión de Motorhead «Orgasmatron».
Trompe le Monde (Pixies)
Per Nena Carbonell
Tot i que Trompe le Monde va ser el disc que va donar pas a la dissolució del grup de Boston, ho feren deixant el llistó ben alt. I és que els Pixies s’avançaren al temps, sembraren les bases, i foren el que ara anomenaríem ‘influencers’ del rock alternatiu de la dècada dels 90.
De fet, el disc sortí publicat tan sols un dia abans que el Nevermind de Nirvana, cosa que no afavorí les crítiques cap al seu darrer treball. És cert que no és un disc amb cançons tan emblemàtiques com els anteriors, però així i tot seguien vessant creativitat i reinventant-se sense perdre la seva essència. Incorporant els teclats a les particulars veus i crits de Black Francis, conjugats amb el baix i els dolços cors de Kim Deal i, la peculiar guitarra de Joey Santiago.
Tant el disc com el grup marcaren la meva adolescència i la de molts joves de la zona nord, que no havíem pogut gaudir dels seus directes, però que els seguírem escoltant i corejant a locals nocturns alternatius com el Malafama de Can Picafort o al Bar Plaça o La Penya i els Pobils de sa Pobla, mentre somiàvem una anhelada reconciliació.
Badmotorfinger (Soundgarden)
Por Kiko Frechoso
En 1991 yo era un adolescente ávido de nuevas experiencias musicales que comenzaba a adentrarme en las procelosas aguas del heavy metal. A finales de aquel año comenzaron a sonar unas bandas que venían de Seattle y traían un rollo diferente al heavy que sonaba entonces. A pesar de su cercanía musical, tenían algo distinto que me atraía y repelía a la vez: bajo la capa de rabia juvenil sonaba algo parecido a «la cruda verdad», algo con lo que no te quieres enfrentar en plena adolescencia: desencanto, desilusión… cosas que uno no desea encontrar al hacerse adulto. Su aspecto descuidado y desaliñado estaba en la antítesis del glam rock que triunfó en la década anterior. Aún no se hablaba de grunge, cuya eclosión en España llegaría dos años más tarde.
Una de esas bandas era Soundgarden. Recuerdo que «Jesus Christ pose», su tema más emblemático en el 91, me encantó desde la primera escucha, pero luego no volví a saber de ellos hasta el bombazo del Superunknown, ya en el 94. Tras empaparme de aquel tremendo disco, me hice con el Badmotorfinger en cuanto tuve la oportunidad. El grunge ya había explotado en España y a mí me había calado hasta los huesos: lo había asimilado y ahora ya me sentía preparado para absorber toda su amargura y desencanto. De pronto, una banda como Guns N’ Roses, que meses atrás idolatraba, me parecía anacrónica. Fue una revolución musical en toda regla.
Con el tiempo, Badmotorfinger me acabó gustando tanto o más que Superunknown. Los cuatro temas que abren el disco son cuatro directos a la mandíbula donde se aprecian influencias de metal pesado con raíces en Black Sabbath. Y es que este álbum puede considerarse una mezcla entre dos épocas de la banda muy bien definidas: una primera más metalera y una segunda más oscura y experimental. Soundgarden consiguió empastarlas a la perfección, dando lugar a un trabajo muy consistente.
Además del póker de ases que he mencionado, hay más joyas en el resto del disco. «Room a Thousand Years Wide» es un temazo de hard rock con un saxo endemoniado en la parte final, mientras que «Somewhere», «Searching with My Good Eye Closed» o «Mind Riot» parecen estar anticipando los sonidos y estructuras musicales que poblarán Superunknown.
Chris Cornell estaba en estado de gracia, tanto a nivel interpretativo como compositivo, pero es que el resto de la banda no le iba a la zaga. A destacar el trabajo de Kim Thayil a la guitarra, con su inagotable repertorio de riffs tan extravagantes como extraordinarios.
En definitiva, Badmotorfinger fue un álbum de capital importancia para Soungarden y para el rock de aquella década, ya que anticipó el cambio musical que se avecinaba. No es una propuesta fácil de digerir, pues transita por un lugar entre el metal y el rock alternativo, por lo que se necesita cierta apertura de miras para poder disfrutarlo plenamente.
La cuenta atrás (Los Enemigos)
Por Víctor M. Conejo Manso
Sucede una cosa muy prosaica y puntual con La cuenta atrás: es el disco que vino justo después de La vida mata, y en ese disco están «Desde el jergón» y «Septiembre». Son dos de las canciones icónicas de Los Enemigos, de las que provocan esos éxtasis que solo genera la música y no alcanza ninguna droga o
amante. No hay más que oír el griterío de la audiencia en cualquiera de los discos en directo de los malasañeros cuando suenan dichas canciones. Sucede entonces una de las particularidades del rock&roll: tu carisma mata tu carisma.
Como los tres anteriores, este cuarto álbum de la banda fue publicado por GASA (Grabaciones Accidentales, S.A.). Fue uno de los primeros registros de los entonces neonatos Estudios Box, grabado y producido por Eugenio Muñoz, con los años sólido y reputado currante del sonido. Se vendieron más de 20.000 copias, y lo más significativo, con mucho, es el primer dato del párrafo: con el nacimiento de GASA en el Madrid de 1981 surgía uno de los primeros sellos independientes del país, con la filosofía, modos de producción y distribución que ello implica. En el alumbramiento de la disquera el histórico Diego Manrique los ubicó ferpectamente al calificarlos como «una nueva compañía independiente, lúcida reacción contra la indiferencia e incapacidad de las discográficas nacionales». A lo sentencioso: Los Enemigos solo podían estar publicando en dicha casa.
Los seguidores reconcentrados de Josele Santiago y compañía llevan interiorizado lo emblemático de aquellas dos canciones referidas, pero también la mayoría acotarán esa visión con un «sí, son Los Enemigos, son esenciales, pero no tan Los Enemigos como todo lo que vendría después». Y es que La cuenta atrás no es un disco puente, pero sí va anunciando la explosión de personalidad que estallaría deslumbrante con los prodigiosos Gas (1996) y Nada (1999).
Todo aquello, sembrado en tres discos, empezó a germinar en La cuenta atrás. Esa impresión quedó reforzada con los posteriores Sursum Corda (de 1994 y el último en GASA, tardó tres años en llegar e incluía nada más que descartes de discos anteriores y maquetas), Tras el último no va nadie (también de 1994, es oscuro y grasiento hasta lo desolador, y sin embargo un trabajo de personalidad evidente) y el recopilatorio anecdótico Alguna copla de Los Enemigos (1995). Y es que justo en un momento clave de la carrera del grupo, afinando su excepcionalidad, llamando verdaderamente la atención y vendiendo un número relevante de discos, llegaron las jodiendas del rock&roll: los problemas crecientes de Josele con la heroína y la muerte de su mánager y amigo Lalo Cortés. Podría elucubrarse que el cantante lo veía venir no solo por el título del álbum, sino porque incluye la soberbia «La otra orilla», para muchos una de sus mejores canciones.
Y allí todo brilla / y allí todo encaja bien / en esta orilla / yo no hago pie.
«La otra orilla» (La cuenta atrás, 1991)
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