
Entrevista a Luis Alberto Segura (L.A.) – Primera parte
Segunda parte de la entrevista a Luis Alberto Segura, L.A., con motivo del quince aniversario de la edición de Heavenly Hell y de su reedición en lujoso vinilo doble. Tras la primera entrega centrada en el álbum, aquí el músico contesta a cuestiones más generales sobre el mundo de la música y los mundos en los que ha vivido y vive como artista.
Con motivo de la reedición y junto al productor del disco Toni Noguera, Segura ha realizado una selección entre las más de cuarenta canciones que grabaron juntos desde 2007 hasta 2010. Condensada en el segundo vinilo, incluye diez bonus tracks con canciones inéditas, demos, rarezas y versiones. Acompañando al doble álbum, un libreto de doce páginas con fotos, textos y memorabilia.
La gira Heavenly Hell Anniversary Tour recalará el sábado 2 de diciembre en el Teatre Principal de Palma (20h, 8 a 25€), donde la banda repasará el disco y casi veinte años de carrera, además de contar con invitados especiales.
Desde el comienzo la música ha sido parte fundamental de tu vida. ¿Recuerdas la primera vez que escuchaste música?
No exactamente, pero sí diría, simbólicamente, que mi padre me enseñó a limpiar un vinilo y a poner la aguja encima antes que a ir en bici. Le preocupaba que pudiera rayar los discos, y también quería seguir teniendo el tocadiscos donde estaba, donde sigue ahora, a la altura del suelo. Quería que respetara el medio como aún lo sigo respetando. Me criaron en ese «la música hay que respetarla, la música grabada es un tesoro». Recuerdo poner los singles de los Beatles, que ya se sabe que en mi casa son religión absoluta, y mis recuerdos son cantar «It won’t be long», o saberme letras como «Eleanor Rigby» con seis años. Si me pudiera ver ahora… yo no quería ser Spiderman sino George Harrison, no quería ser Superman sino Ringo. Quería ser un beatle. Cuando creces ahí ya estás jodido.
¿La primera canción que escribiste?
Tampoco lo recuerdo, pero la primera grabación que hice se titulaba «Expresión Tormenta». No tenía letra, y el título venía porque eran ruidos hechos con un Casio y grabados en un casete que mis padres aún guardan. En la cintita puse «L.A. Demos», que de ahí viene el nombre, y en la otra cara ponía «Expresión Tormenta» con letra ligada, horrible, mal escrito. Era una cosa infame grabada con un micro en un casete, pero años después saqué «Amenaza tormenta». Y de ahí viene «L.A.», porque no me cabía «Luis Alberto Demos».
Me da la impresión de que la gente no sabe lo mucho que te has peleado por tu música. No hablo de despachos o carreteras, sino ya desde el barro. Yo mismo recuerdo haberte encontrado trabajando en los probadores de H&M en Palma, y creo recordar tu respuesta cuando te pregunté «¿Cómo tú por aquí?»: Fue más o menos «Cuando hace falta dinero se trabaja de lo que sea».
-Sí, sí, y volvería a hacerlo. De hecho he estado muy apunto de hacerlo muchas veces. Ya no te cuento pospandemia. De ese «no hay bolos, la industria se ha acabado». Pensaba que se había acabado para siempre y no habría conciertos nunca más. Recuerdo que me ofrecieron un curro de repartir pan, que no llegué a coger porque un día me levanté y me dije «me voy a la montaña». Voy a buscar una editorial y a vender eso: «L.A. se retira a la montaña a escribir su próximo disco». De ahí salió lo de Altafonte y Evergreen Oak. Conseguí una cabaña en Orient, nos fuimos tres meses y no es que me salvara, pero sí sirvió para «vamos a intentarlo». Fue mi último shot y el paso a «vamos a seguir intentándolo».
¿Algún trabajo curioso más?
Muchos. De conserje en el Hotel Portofino en Ciutat Jardí, en una empresa de helados, en Xocolat, o en mis propios negocios como Truco o Trato, con Xisco, o Stereo Records.
¿Fue idea tuya o de Johnny Cash? Porque en la misma entrevista a la Rolling Stone dijo «Respeto mucho al hombre a quien no le molesta trabajar duro».
¡Jajajaja! Creo que al final Johnny Cash, dentro de su magnificencia, de su enorme personalidad artística, era un tío bastante currante. Venía del «ground», era muy «Feel on the ground«. Hacerse grande y endiosarse en la música es una puta mierda. A todos nos ha pasado. Levantas los pies muy rápido y la gente te hace levantar los pies del suelo muy rápido. Y luego te critican aunque te los hayan levantado ellos. Así que cuando vuelves a estar on the ground te dices «vale, vale, no pasa nada». Yo ahora toco en bodas con una banda de aquí que me llaman de vez en cuando. Toco la batería y disfruto tocando versiones de lo que haga falta. De Tequila, los Rolling, de lo que haga falta. Hace seis años no lo habría hecho. Me habría perdido ganar pasta en mano y tocar para peña que disfruta mientras toco versiones de artistas que me gustan. Ahí está el «Feel on the ground«.
La mayoría de veces, cuando le dices a tus padres que quieres dedicarte a la música, te dan una palmada en la espalda, te dicen algo así como «tocas muy bien», o «cantas muy bien», para luego añadir «pero piensa en algo que dé dinero». Creo que, afortunadamente, en tu caso no fue así.
Sinceramente, tuve mucha suerte. Mis padres me apoyaron 190% desde el día uno. Recuerdo que en con trece años en 3º de ESO me dijeron que si aprobaba, al final de curso me comprarían una batería. Siempre he sido un estudiante nefasto, siempre de 4’5 rascado. Habíamos visto una Century negra en Casa Martí. Suspendí y repetí, pero me la compraron. Veían en mí que siempre estaba haciendo ritmos, que estaba muy por la música. Intentaron que aprendiera solfeo y fue un desastre, pero rítmicamente no. Montaba unos bongos con aquellos cubos de Dixan antiguos y les pegaba hostias. Aplicaron algo que ahora está más en boga y procuro hacer también con los míos, que es el acompañamiento. Si tu hijo destaca en algo, acompáñale. No le cortes porque suspenda, no le cortes una actividad que le gusta porque a lo mejor si le apoyas en eso, fluirá más. Parece algo muy actual, pero en 1994 no y mis padres lo hicieron. Me pasé todo el verano tocando la batería, y de ahí vinieron The Green Cherries, luego Glycerine, y el resto es historia. No soy multimillonario pero llevo catorce años viviendo de la música.
¿Hiciste aquello peliculero de, al empezar a ganar dinero, comprarles una mansión y un Cadillac?
Sí, sí… ah, no. [ríe] Pero alguna alegría sí que les di.
De nuevo a Vallés: «Saqué tres discos autoproducidos y ahora estoy en una multinacional. Cuando he hecho lo que he querido es cuando mejor me ha ido». Pero en 2023, ¿piensas más ahora en el futuro que no en 2009? Entre otras cosas, porque ahora eres padre de familia.
No, no pienso en el futuro como pensaba antes sino en el futuro inmediato. En el año que viene. En seguir siendo solvente haciendo lo que me gusta, porque he visto muy de cerca las orejas del lobo. Y las sigo viendo muy a menudo. No pretendo engañar. Que haga música que guste, que la gente se emocione en los conciertos y que hasta llore, fantástico. Pero hay una realidad, un día a día. El 29-30 empiezan a llegar las facturas y tengo que generar beneficios con esto para pagar eso. Porque si no funciona voy a tener que buscarme un curro que no me va a permitir seguir haciendo llorar a la gente, seguir transmitiendo con esa fluidez de que mi trabajo me da suficiente como para sobrevivir. Por eso no pienso en el futuro muy lejano sino en, ¿qué día es hoy? Oh, 28: necesito un bolo.

Pues vinculado a todo ello, precisamente, una vez más palabras ajenas: «Cuando llevas esperando mucho tiempo un disco, la primera impresión no es la que queda. ‘SLNT FLM’ me llegó hace un par de meses y me sorprendió, pero no me di cuenta de su envergadura hasta la semana pasada: me lo puse en el coche, arranqué y terminé en un lugar que no era, ni por asomo, el destino elegido. Me dejé llevar y me perdí en medio de Madrid». Es Virginia Díaz, directora y presentadora de «180 grados» en Radio3. ¿Para eso haces música, para que quien la escuche pierda la noción del tiempo y del espacio, en el mejor de los sentidos?
Sí… bueno, no. No porque cuando cojo la guitarra y me sale algo que creo que es bueno no pienso en la gente. Pero cuando estoy en el escenario interpretando eso que me ha parecido bueno, sí que quiero que la gente se pierda por un tiempo. Porque sí que creo que la vida, siendo «Paulo Coelho in the face«, son esos pequeños momentos. Si durante dos horas os hago centraros en aquí y ahora, eso no vale 15 pavos de entrada. Ni veinte ni treintayseis. Es por lo que los fanáticos de la música seguimos yendo a conciertos, comprando discos o viendo una película porque amas el cine, porque quieres perderte esas dos horas. El producto final sí va destinado a que se pierdan y disfruten con ello. Y compradlo porque paga facturas.
Pues volviendo al Mallorca Live, cuando he de escribir crónica o crítica de un concierto, si me parece detectar que está pasando algo especial, me salgo veinticinco, cincuenta metros para atrás y observo. Y en aquel concierto vuestro, en ese público en número creciente a medida que pasaba el bolo, vi comunión. Recuerdo creer detectar algo que no sucede siempre, y pensar: «Esta gente debe estar teniendo la sensación y la certeza de estar aprovechando la vida. Porque donde había que estar esa hora y cuarto era ahí, delante de L.A.». De hecho, un comentario recurrente fue por qué no tocasteis en el escenario principal.
Ojalá. Lo que pasa, y lo he visto, lo he vivido y lo he hablado con directores de festivales, es que no dejan de ser una gente que quiere que su festival funcione. Quieren vender entradas.
¿Pero qué tanto por ciento de dinero público sin retorno suelen tener los festivales en este país? ¿O de patrocinio traducido en presencia o la fórmula que se haya decidido? Las cuentas de los grandes festivales son casi un misterio. Y además, por lo dicho, estoy de acuerdo con quien opina que un festival no es un artículo tangible propiedad de quienes lo dirigen, patrocinan o subvencionan, sino un patrimonio intangible propiedad del público que acude y sobre todo de la tierra, del lugar donde se celebra.
Pero sí lo que les parece a quienes lo dirigen o toman decisiones. Y tal vez como L.A. ya no está en las revistas o en la chavalada, ni es Quevedo, hay que ser consciente de eso. Yo ya he dejado de luchar por ello. Tanto yo como mi agencia o Live Nation en su día. Nos pegábamos por crecer, porque tu nombre estuviera más arriba. Pero al final es su tienda. Y si yo le suministro chaquetas y me la compran, de acuerdo, pero la van a colocar donde quieran porque es su tienda. Y bien doblada y expuesta.
Cómo se nota que has trabajado en H&M.
Y me montaré mi propio festival para ser cabeza de cartel. Ahí tienes el titular.
Publicado por:
Periodista de Cultura desde 1997. Lo último, 18 años en Diario de Mallorca (también como diseñador editorial). Antes recuerda haber pululado por Cadena Ser/Radio Mallorca, IB3 TV/Ràdio, Mondo Sonoro Balears, Youthing o Radioaktivitat, más diversas promotoras, productoras, agencias de comunicación, centros de creación y gestión cultural, etc. Ingresos extra como DJ y liante.
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