En el fondo no está mal saber en qué fecha va uno a morir. Porque sé que moriré el día que tenga lugar el primer concierto «normal» de esta gente. Moriré de tanto ver, escuchar, bailar, saltar, sudar y tocar. De hecho, se intuye que somos muchos los que moriremos de puro goce y con una amplísima sonrisa en la cara. Porque si habitualmente DINAMO salen al escenario como una locomotora, ¿cómo van a salir ese día? Habrá que preguntarle a FEDE FOSSATI (Buenos Aires, 1973), guitarra, voz, compositor principal y motor que no gripa nunca en esta banda.
Dinamo: «Mestizaje musical por todos los lados», reza vuestra web. Y yo que me pregunto: ¿qué tiene el grupo de música mallorquina? Creo que no he oído nunca un flabiol o una zambomba en una canción vuestra.
[ríe] Es complicado porque el compositor mayoritario de las canciones soy yo, que no soy de aquí. Me habría gustado, y si hubiese nacido en la isla probablemente saldría de forma natural. Pero sí está en el color de la música, que ponen los chicos de la banda que sí son mallorquines.
No es que haya sido más de un año sin apenas poder escuchar música en directo, es que ha sido más de un año sin poder escuchar ska, rock, reggae o cumbia. ¿Cómo lo llevaste?
Uf, así dicho por separado suena aún peor.
Supongo que es inevitable echar de menos la música en directo y al mismo nivel su dinamismo, el chute de vida que aporta. No recuerdo a nadie diciendo que echa de menos las baladas o la música clásica. La experiencia que generan es otra.
Ahí te sorprenderías. Como hay gente que echa de menos la bachata.
Se ve que una pandemia inspira: publicásteis Flores en cuarentena.
Fue al principio de la cuarentena, cuando andábamos todos totalmente fuera del centro porque nadie parecía saber qué estaba por llegar. Teníamos sobre todo miedo e incertidumbre. Ahora es hartazgo. Pero en ese momento salió esa canción, grabamos el videoclip en la distancia, cada uno en su casa, junté todo el material y lo monté aquí en la mía. Fue muy espontáneo. Me inspiré al ver a mi novia trabajando en el jardín de casa. Estábamos todos encerrados, no se podía ir a ninguna parte, y dedicaba casi todo el día a esas flores. Flores en cuarentena es un canto al hogar, a la familia, a los que nos acompañaron en esos tiempos tan difíciles.
Me gustó mucho la canción, primero por contener una evidencia más de tu reconocido talento para la melodía. Pero tanto o más por atreverte a cuestionar. Y tanto o más al atreverte en plena cuarentena, en una de las fases más jodidas de esa época -esta época-, cuando la ley no escrita parecía ser, y fue «No se permite reflexionar». Tu letra dice: «La peña está confinada / atrincherada / mal informada». ¿Por qué?
Porque es fácil ver cómo no se informa de todo, sino solo de lo que han decidido que conviene informar. Tanto la falta de una información como el exceso de otra solo genera confusión. Todo eso sumado al miedo que teníamos cada uno, miedo que nos metían precisamente en su mayor parte todas esas informaciones que nos daban. Por supuesto que todo lo que hemos visto ha pasado y es verdad, pero la información que hemos recibido, qué y cómo, es uno de los factores que más lo ha complicado todo.
¿Te lo pensaste mucho a la hora de meter reflexiones tan concretas y directas?
La verdad es que no. Suelo ser muy visceral a la hora de escribir. Sigo tratando de emplear la lengua de una manera digamos «bonita». Se pueden meter mensajes interesantes usando un lenguaje bonito y elegante. Ese tono es el que me gusta: no hace falta caer en lo chabacano o demasiado directo, agresivo. Puedes decir lo mismo e incluso así causar mayor efecto. Se la puedes meter a la gente más doblada sin que se ofendan tanto [ríe].
Esta entrevista viene hilada: la siguiente cuestión era: ¿Fede Fossati es el inventor del ska bonito?
Muchísimas gracias. No creo haber inventado nada. Seguro que hay muchísima gente que lo ha estado haciendo a lo largo del tiempo. No sé si en el ska, que es muy aguerrido, pero ahí también hemos buscado el mestizaje: musical y también lírico. Es como el tango, que es pura poesía pero al mismo tiempo dice verdades como una casa.
En el fondo podíamos estar tranquilos en toda esta época. Yo se lo decía a todo el mundo: ahora baja Fede y lo arregla todo [Ahora bajo y arreglo todo es el título del último álbum de 2017].
Hostia, cuánta responsabilidad.
No habría venido mal. Hubo muchos momentos en los que parecía que nadie tenía la solución para nada.
Y seguimos sin tenerla.
Algo que me ha llamado la atención siempre, de manera creciente, en los discos de Dinamo: la producción. Cada vez más soberbia. Son discos que puedes escuchar un par de docenas de veces e ir descubriendo detalles. Es de suponer que eres tú quien tira de ese carro.
Y eso que no tenemos productor.
¡Exacto!
Es que hablamos de una banda que tiene 17 años y además con una columna vertebral de músicos como Marcos al teclado, Jaume en la trompeta, Joan al bajo o Miquel con el trombón, todos ellos tipos de Conservatorio Superior de Jazz. Unos cracks. Yo soy el compositor principal, pero no voy a decir que escriba todos los arreglos. A medida que ellos iban creciendo musicalmente su sabiduría se reflejó en el sonido de la banda. Sobre la producción, es cierto que me gusta trabajar por capas, lo que genera esos descubrimientos sucesivos que decías al escuchar el disco. Lo primero que te entra siempre es el ritmo, lo que bailas. Eso es lo que pasa a veces con Dinamo, que mucha gente nos conoce solo de las verbenas, de bailar, y ahí se queda. Pero un día se sientan en casa y se ponen el disco, y descubren esas capas, las letras, o un piano que no suena a skanking sino a tango. Me gusta que suceda todo eso, porque es también lo que yo busco en la música de otros. Así también no te aburres enseguida de un disco [ríe].
Siempre lo he dicho: a Dinamo solo le falta un concierto en el Auditòrium. Y no por completismo, sino porque la calidad de su música lo merece.
O para llegar a gente que no nos ha escuchado precisamente por ese estigma. Nosotros siempre lo decimos: hay que llegar al arte de pensar bailando. También hay que tener en cuenta que vamos cumpliendo años. Llegamos a hablar de hacer una gira de teatros, donde bajar un par de marchas para que las letras salgan más a flote sobre el ritmo. Pero ahora mismo estamos arrancando y configurando el nuevo espectáculo.
¿Veremos algo este sábado en el Festival Géiser?
-Veremos un repertorio algo más tranqui, dentro de lo que es Dinamo. No tenemos baladas [ríe]. Pero hay que aprovechar que todo el mundo estará sentado y tal vez le pongan más atención a todo lo que no suele ser punchin-punchin.
¿Te puedes creer que no lo había pensado? Ahí tienes tu Auditòrium, este sábado.
Pasa lo mismo con cualquier música que vayas a ver. De repente descubrirías si el grupo es bueno o malo porque no te queda otra que prestar atención.
Además es que es así, como se ha señalado hasta la saciedad: el comportamiento de la gente ha sido y es ejemplar. En un 99’9% de los casos, como todo en la vida.
Así es. El año pasado solo tuvimos un bolo. Nos contrataron en Cataluña para una especie de verbena grande, compartiendo cartel con Doctor Prats, y fue rarísimo. 500 personas sentadas, con mascarilla, ni siquiera viéndoles las caras, cuando además no se podía beber ni fumar. Era como las colas del banco. Fue muy extraño. Y tú ahí, cantando temas de fiesta. Una banda como Dinamo se resiente de todo ello porque para tu directo necesitas que te llegue esa energía que no está, esa energía que la banda devuelve y se genera la sinergia. Pero todo esto no va a durar para siempre. Poco a poco, pero estamos saliendo.
Y seguís empeñados en la batidora del mestizaje. Ahora, el flamencólico Juanito Makandé. ¿Cómo surgió la colaboración?
El próximo disco, que ya está grabado, lo grabamos en dos etapas, y la primera fue en su estudio. Nos caímos muy bien, todo funcionó genial, y como teníamos una canción que pensamos que le podría ir bien, se la ofrecimos. Le gustó mucho aunque nunca había grabado ska ni nada parecido. Pero como también le metió su rollo a la hora de cantar, funciona muy bien y queda una mezcla muy chula y potente.
El próximo disco incluye otra colaboración muy lustrosa, la de Pau Debon, cantante de los ya oficialmente por retornar Antònia Font.
Es una canción que me parece muy bonita titulada Sigo, y que creo que va perfecta para una postpandemia. Fue escrita justo antes de esa época, pero curiosamente tiene mucho más sentido ahora que no entonces, cuando se compuso.
Banda formada en 2004. En 2022 cumplirá 18 años. ¿Algo pensado para la mayoría de edad?
¡Pues no lo había pensado! Si había pensado algo si llegábamos a los veinte años, que es una cifra más redonda y que tiene más sentido. Pero la mayoría de edad es un concepto muy divertido para una banda. Me lo voy a apuntar.
Una vez presencié una escena que me pareció muy reveladora. En un ensayo de una conocidísima banda de ska rock, el líder estaba trabajando el ritmo ska con el guitarrista, un reconocido músico de nivel. Le decía «no… no es así». Y el guitarra volvía a arrancar. «No… así no». Y otra vez, y de nuevo «no, no, no es así». Se ve que no es cuestión de nivel técnico. ¿Qué hay que tener para tocar ska?
Un sentido de la síncopa. No lo tiene todo el mundo, principalmente porque la mayoría de música que se escucha en el mundo no es sincopada. En el ska el golpe de guitarra va en el espacio entre los beats [los tiempos fuertes del compás], entre el uno y el tres. Es práctica, como casi todo. Pero a menudo no se piensa que tan importante como la mano derecha es la izquierda, ir sordinando o muteando, en dar con la presión justa sobre los acordes. Si no, suena mecánico, no camina. El ska es un ritmo que no se suele practicar porque sí, como ejercicio. Porque a veces parece que cuesta. A mí me llevó mucho tiempo, y por supuesto sigo perfeccionándolo. Esto de la música no para nunca.
Vicentico (de Los Fabulosos Cadillacs) dijo que «el camino se construye tocando». Viendo cómo salen Dinamo al escenario es para imaginar que esa frase está en un cartel que cuelga en vuestro local de ensayo. Y es que siempre lo pregunto: cuando una banda suena así, ¿es una voluntad consciente y proactiva, o es una evolución lógica?
Un poco las dos cosas. Sabemos que Dinamo tiene que presentarse de una manera muy concreta. Hay que impactar, salir y darte una hostia. Para ayudar a ello, antes de salir, cuando cada uno suele tener su cabeza en sus cosas y sus problemas, siempre nos juntamos todos y nos agarramos como un equipo de rugby para hacer un scrum, una melé. Cuatro gritos y un abrazo, todo bien fuerte, y entonces ya sí, salimos. Cuando no lo hemos hecho se nota: tardamos dos o tres canciones en coger ritmito.
En el fondo no está mal saber en qué fecha va uno a morir. Porque sé que moriré el día que tenga lugar el primer concierto «normal» de Dinamo. Moriré de tanto ver, escuchar, bailar, saltar, sudar y tocar. De hecho, intuyo que somos muchos los que moriremos de puro goce y con una amplísima sonrisa en la cara. Porque si habitualmente salís al escenario como una locomotora, ¿cómo vais a salir ese día? ¿Lo habéis pensado? ¿No os da cargo de conciencia?
[se carcajea] Si mueres feliz no me va a dar ningún cargo de conciencia.
Publicado por:
Periodista de Cultura desde 1997. Lo último, 18 años en Diario de Mallorca (también como diseñador editorial). Antes recuerda haber pululado por Cadena Ser/Radio Mallorca, IB3 TV/Ràdio, Mondo Sonoro Balears, Youthing o Radioaktivitat, más diversas promotoras, productoras, agencias de comunicación, centros de creación y gestión cultural, etc. Ingresos extra como DJ y liante.
Orlando
24 mayo, 2021 - 00:37 h.Arriba Dinamo!!! Desde Argentina!!!