Biel Majoral y Toni Artigues en un texto incluido en el libreto de Cançons de festa (1976), quinto disco de Maria del Mar Bonet: «Los que nos dedicamos a la canción popular lo hacemos a fin de que no se pierda, pero con la idea falsa de que somos salvadores de una parte de nuestro patrimonio, y no siempre somos conscientes de que contribuimos al proceso de folclorización. Creemos que tomar partido por los hechos específicos culturales no tiene que significar en ningún momento intentar recogerlos como si fueran una pieza de museo, como guardar una herramienta que ya no sirve para nada, sino que tiene que significar una continuidad de nuestro pueblo».
Se intuía, ha pasado y está pasando: Júlia Colom se ha acercado y ha recuperado, pero también ha renovado y reinterpretado. Desde sus inicios no ha metido canciones y tradiciones en vitrinas, sino que las ha cogido del pueblo para devolvérselas al pueblo, tamizándolas con sus ojos, sus oídos y su voz. Pero es que todo eso es solo una parte de lo que está buscando y está encontrando. Porque después de varios años buscando, cantando, actuando, Júlia Colom por fin ha encontrado Miramar.
Como ella misma señala, Miramar incluye tres tonades y un 80% restante de composición propia. Este primer disco editado por la casa barcelonesa La Castanya, ha sido grabado en ACLAM Records (Barcelona) con la colaboración musical y en la producción de Juan Rodríguez Berbín (ganador en 2013 de dos Grammy Latinos como productor y músico, y también como ingeniero de sonido) y Martín Leiton, ambos también profesores en el reputado Taller de Músics de la Ciudad Condal. La artista ha declarado: «En el disco las canciones están ordenadas cronológicamente según fueron llegando a mi vida». Miramar es por tanto la vida hasta los presentes 25 años de Júlia Colom. No abrir las puertas y entrar, probablemente, signifique desperdiciar la nuestra.
Para empezar, un órdago: «Que m’abrasava» está grabada a capela y en una sola toma. Puede parecer una obviedad, pero a menudo, antes incluso de entrar en el estudio, la canción que abre un disco es la primera canción que se decide que va a ir, y además ahí, la primera.
Sí, tenía claro que la primera canción del disco debía dar sentido a todo lo que vendría después. Y me parecía que lo que tenía más sentido era que en esa primera canción solo hubiera voz, como declaración digamos de intenciones.
Y en una sola toma.
Eso simplemente pasó así. Si tengo que repetir varias veces lo hago, y de hecho me gusta probar diferentes versiones, cantar de maneras diversas. Pero en este caso, estando en el estudio yo y la gente que allí estaba dijimos «la tenemos».
En última instancia una y otra cosa llevaban a la verdad que buscabas en esa primera canción.
A menudo en las primeras tomas es donde está casi el subconsciente.
Escucho «Tonada de segar», y luego escucho «Estròfica». Después vuelvo a escuchar «Tonada de segar», y después otra vez «Estròfica». Vuelvo a «Tonada» y vuelvo a «Estròfica». Y pensé que la próxima vez que me pregunten qué música hace Júlia Colom diré lo que me ha parecido y lo que he dicho siempre siempre: hace músicas urbanas.
Después de escucharlas varias veces sacaste la conclusión de que hago músicas urbanas.
Es que ya se ha señalado mucho, y se ha valorado mucho, tu recuperación y reinterpretación de la cultura musical tradicional mallorquina. Pero siempre me ha parecido que al mismo nivel que ese interés en el ayer, está y existe un interés musical en el hoy, y el mañana.
Sí, totalmente. En cuanto a storytelling, por decirlo de alguna manera, la tradición en concreto y lo que me ha ido sucediendo, familiarmente y todo eso, es una historia que ocupa parte importante de lo que digo y lo que hago. Está ahí y me gusta explicarlo. Pero obviamente también es importante que a la gente le llegue mi faceta de compositora, de artista, de coproductora y de todo eso que también hago.
No sé si funciona al 50-50%, pero tu vertiente de compositora e igualmente de rebuscadora en la tradición del hoy y del mañana, también está y ha estado siempre ahí.
Es muy de agradecer que se vea más allá. Es muy importante para mí, y de hecho en el disco hay tres tonades y el resto son canciones propias. El 80% del disco es de composición. Eso está ahí, y ahora que estoy comenzando mi carrera más formalmente quiero desarrollarme como compositora y productora. Es el principio, y lo que me motiva realmente es evolucionar en ese sentido.
¿Y el punk? Porque es muy punki haber hecho tantos conciertos sin tener disco. Tenías un repertorio de sobras para actuar una hora o más, y no tenías ni disco. Tenías ya un nombre y un prestigio sin haber grabado un álbum. Eso es muy punki.
Era punki porque era raro. No conocía a nadie en mi entorno que hiciera eso. Era raro ir haciendo conciertos, traer a gente, aunque no fuera a grandes auditorios, ir haciendo sin tener referencias por ejemplo en internet donde poder escucharme.
Pasaba con Biel Majoral.
Cierto, antes ya había pasado. Pero no hoy día con gente de mi generación. Puede no hacer falta sacar un disco, pero sí singles. Me sentía rara. Pero sí que era punki en el sentido de que no había referencias, me decía «estoy haciendo esto y no sé cómo es posible que funcione». Pero al mismo tiempo todo lo que hacía era muy formal. Siempre ha sido muy importante tener propuestas y coherencia en ello. Aun sin tener disco me tomaba la música muy seriamente.
El disco no incluye ningún texto tan explícito como «Jo sóc mallorquí / i és la meva glòria / ésser català / per la meva història» [Jo soc català de Biel Majoral, incluida en Temps, temps, temps; Produccions Blau, 2000] pero, ¿es correcto el titular «Miramar es un álbum 100% mallorquín»?
Lo es porque no soy nada más que mallorquina.
Y nada menos.
Me siento muy enraizada en Mallorca y no podría decir que soy de ningún otro sitio. No es solo un hecho empírico. Me siento mucho de mi lugar y mi origen, de aquellos colores y aquellos olores, y también de los problemas que tiene mi lugar. Soy todo eso y nada más.
Biel Majoral, sobre su voz, dijo: «Mai no he presumit de veu, però de sinceritat en els sentiments sí». Me dio que pensar: entre que escribes una canción y la grabas, ¿cómo de largo es el camino del trabajo vocal? Al componer, al acabar una canción, ¿desde ese momento inicial la cantas con similar preciosismo, intensidad, sinceridad, con la que luego te oímos en la grabación?
Las ideas que surgen se van desarrollando más o menos, pero me sale así desde el principio. No cambia después, no hay una voluntad de pasar de algo simple a algo más complejo. Porque cuando canto, evidentemente, intento ser yo misma, sea en mi casa, para dos personas o para cien.
¿’Enveja’ tiene nombre y apellidos? Puede tener uno, diez, veinticinco o cincuenta nombres propios, pero la cuestión es si te has servido de una reflexión general, social, ya habitual, o refleja algo vivido en primera persona que te ha llamado tanto la atención, o incluso molestado, como para escribir una canción.
No me han pasado una situación ni dos, no quería personalizarlo, pero sí son experiencias que me han marcado y me han sorprendido profundamente. Esos encuentros con la envidia ajena de las personas. Y también me ha dado que pensar en mí misma, en cómo lo gestiono. Porque yo también lo he sentido. Es una energía oscura que es universal. En el fondo es solo eso, cómo lo gestionamos porque la envidia se puede manifestar de muchas maneras. Y las personas nos avergonzamos de sentirlo.
Quien diga que no lo ha sentido, miente.
Es así, y además te deja una sensación digamos infantil. Nos decimos «los adultos no sienten envidia, solo los niños la sienten». Y con 25 años puedo decir que los adultos también sienten envidias. Por eso me apetecía dejar un espacio para ello porque son situaciones que me ha sorprendido mucho que sucedan. Quise escribir la canción para protegerme de ello, para pensarlo, para tenerlo en cuenta, para examinar cómo lo gestiono si me pasa. Para tenerlo fresco, para no olvidar que existe en el mundo adulto.
Análogamente, debe ser una sensación recurrente que te pasa y cada vez más: todo el mundo quiere ser amigo tuyo.
Claro, de eso habla la canción. La canción habla de la envidia pero también de lo que he vivido y estoy viviendo, de cómo la gente se vincula por interés. Es esa energía. Por eso empieza diciendo «No és que molis / tens col·legues / que te fan molar», queriendo reflejar esos intereses, esos hilos invisibles que mueven según qué sectores.
Precisamente: tus textos. Esa narrativa tan certera, ser capaz de escribir con la economía de palabras que impone hacerlo para una canción, y conseguirlo de manera a menudo tan brillante como se puede ver en tu disco, solo se puede conseguir de una forma: revisando, revisando y revisando.
No suelen cambiar demasiado. Pero a veces hay cosas que te parece que funcionan y después de tocarla veinte veces ves que no, y te dices «¿cómo no lo he visto antes?». Se agradece que me lo digan porque escribir mis propias letras ha sido uno de los grandes retos del disco. Porque para mí es algo que realmente no tiene que ver con la figura de un músico como tal. Yo canto, y puedo coger la guitarra, pero escribir letras, para mí, es otro arte que me impone mucho respeto. Y sinceramente, muy a menudo no me he sentido capaz. Pero llegué a la conclusión de que me sale lo que me sale, es mi manera de explicarlo, y tenía claro que no quería que otra persona me escribiera las letras. Pero ser letrista es otra disciplina.
Y en tu caso no sé si existía incluso una cierta intimidación habiendo trabajado con textos populares y tradicionales, porque precisamente una de sus esencias, lo que potencia su certeza y su belleza, es el filtro popular de muchos años puliendo y embelleciendo.
Cierto. Y como en la canción popular y en la música de tradición oral no tienes que ponerte en la situación de crear la letra, es algo que entre una cosa y otra yo había practicado poco.
La escritora Carme Riera a Maria del Mar Bonet, en una entrevista que le hizo en 1977: «Barcelona ignora el mar. ¿Cómo puedes vivir aquí?». Has estudiado, trabajado, residido, grabado un documental en la Ciudad Condal [Sempre dijous, en 2020 Mejor documental nacional en el prestigioso Festival de Cine Documental Musical IN-EDIT]. ¿Puedes vivir allí?
Vivo en Barcelona porque estoy buscando un camino y se supone que tiene más ventajas para encontrarlo que no quedándome en Mallorca. Pero siendo lo pequeña que es y estando cerca del mar podría ser una ciudad más fácil, o amable, de lo que es. Aunque todo eso surge de mi experiencia personal. No tiene por qué ser objetivamente así. Me sorprende lo pequeña que es y lo complejas que son a veces las cosas.
He oído muchas veces esa sentencia, que «Barcelona vive de espaldas al mar», y realmente aun habiendo ido muchísimo allí no entiendo exactamente qué significa.
No lo había oído antes pero lo entiendo. Me gusta la sensación de saber que el mar está a un kilómetro. Que no lo ves pero sabes que está ahí. Es una sensación que como isleña he tenido toda la vida, y aquí me acompaña. Pero en Barcelona la gente no le hace caso al mar. Aunque tampoco invita a hacerlo al ser la playa de una ciudad grande, no es aquello de ir a las rocas a buscar cangrejos.
El mar lo cura todo, todo el mundo lo sabe. Bueno, lo sabemos todos aquí.
Exacto.
En toda música tradicional, en el folclore más popular, mallorquín o flamenco, hay temas omnipresentes: amor, trabajo, tierra y también hambre. Muchas cantaoras y cantaores flamencos me han dicho en entrevista algo similar: que nunca se llega a olvidar la sentencia de toda la vida, de toda casa y todo tablao, «para cantar flamenco de verdad hay que haber pasado hambre». Tú no has pasado hambre, pero en Sempre dijous surgen muchas de tus hambres y tus miedos. A día de hoy, en 2023, solo tres años después, ¿perviven miedos a convencer, a ser de verdad, a reconocerse a una misma y a respetarse a una misma como artista? ¿O Sempre dijous ha caducado y la vigencia máxima la marca «Camí amunt», como has declarado, también «declaración de intenciones ahora que inicio mi carrera musical»?
En mi cabeza sigue habiendo muchas incertezas y miedos. Y mira que me han pasado muchas cosas en la vida. Evidentemente, ya no soy la misma de Sempre dijous. Empecé a grabar un disco, ahora tengo management y una discográfica, ha salido Miramar, estoy empezando una gira… La situación es completamente diferente pero tampoco sé si alguna vez me abandonarán esas incertezas y esos miedos. Voy haciendo, pero mi intención diaria es aprender a gestionar todo eso que, sinceramente, sigue ahí. He puesto ahí todos mis recursos, toda mi ilusión y todo mi tiempo, toda mi energía, mi focus. He dejado de lado todos mis compromisos porque primero va todo aquello, y nadie me asegura cómo irá. A mí se me hace imposible vivir tranquilamente en un trabajo de oficina aunque sepa que tengo un sueldo. Lo que sí noto y me vincula a Sempre dijous es tener una autoexigencia muy alta para sentirme siempre reconocida y orgullosa cuando observe mi propia obra. Reconocida no socialmente sino por mí misma. Aunque creo que no hace falta que me meta tanta presión. Las cosas pueden cambiar mucho, yo también cambio, y no me tengo que rayar con sentirme orgullosa toda mi vida de todo lo que digo y hago, y mirarlo y remirarlo. Si me pongo tanta presión igual no llego a hacer nunca nada.
El Lebrijano, ya un mito, un pionero, el primer cantaor flamenco en mezclar aires árabes con el flamenco, me dijo que durante muchísimos años le pasaba algo similar, pero que había encontrado la forma de olvidarlo y superarlo: «Hago un buchito de agua».
Qué buena forma, barata y rápida.
En la misma entrevista Riera-Bonet: «-¿Te preocupa la estética? -Sí, pero no es mi principal preocupación. La estética por la estética no me interesa, digamos que me interesa más la verdad». A ti te preocupa, te interesa la estética, el estilismo. Porque hay una apuesta por una imagen muy personal y muy artística. Si tu música ha llegado a fascinar, ¿pretendes que tu imagen llegue igualmente a encandilar?
Es que vivo en un tiempo en el que la imagen está arrasando con cualquier otro interés que pueda haber. Por ejemplo el de la misma música. Hoy día en muchos circuitos musicales la imagen lleva el peso, y la música es completamente secundaria. En mi caso, la imagen me gusta. Siempre, desde pequeña, me he fijado en la estética de los demás. Me gusta, pero al mismo tiempo encuentro excesiva la importancia que se le da. Pero como digo en mis letras, realmente no tiene nada que ver conmigo y con mi música que hago. Es un arte, otro arte, otra disciplina, y música y estética no deberían ser lo mismo. Pero parece que hoy día sí lo son. Por eso me refugio en la idea de que lo disfruto, que los tiempos actuales lo exigen y más o menos estoy cómoda con ello. Porque hay otras cosas que te incomodan pero tienes que hacerlas. Pero es un poco esclavo.
¿Cómo funciona en tu caso? ¿Eliges de manera totalmente individual tus colaboradores en ropa, complementos, estilismos, fotografía, o tienes un equipo que trabaja sobre ello y buscan y te hacen propuestas?
Lo elijo yo, aunque tengo la suerte de conocer gente con muy buen criterio. De manera natural, en mi círculo social siempre ha habido personas muy metidas en el mundo de la imagen. No sé por qué pero siempre ha sido así. Y confío mucho en ese círculo.
A partir de cierto momento, de un periodo bastante corto, tu interés en ello pareció despegar de manera definitiva. Me atrevería a decir que fue en esos escasos meses entre tu primer directo grabado para el programa Els entusiastes de IB3TV (abril de 2019) y el segundo (octubre del mismo año), donde apareciste con una imagen y una actitud diría que fascinante, que encandilaba.
Sí… Ya digo que disfruto con ello. Lo hago a mi manera y como considero, con el criterio que tenemos. No me obsesiona, pero te encuentras con esa empatía, con el dinero para hacerlo… Además, me gusta porque me ayuda a ver el puzle de lo que es mi proyecto. Es una pieza importante.
La historia de la música ha conocido divas fascinantes, tanto por su identidad artística como personal. De ayer a hoy, de Billie Holiday a Anohni [antes Antony Hegarty, cantante del grupo Antony and the Johnsons]. A Bonet parece que nunca le ha interesado. ¿A ti te interesa ser una diva?
Hasta hace poco la palabra «diva» siempre ha tenido connotaciones negativas.
Es así, pero la Garbo era una diva. Por tanto no puede tener nada negativo.
Exacto, pero era negativo también para mí misma. Veías cómo la gente incluso se reía y decía «ay, mira qué diva». Pero me estoy dando cuenta de los valores que implica ser una diva, ser una líder, no tirarte tierra sobre ti misma, tener las cosas claras, saber el valor que tienes, ser mujer, porque una diva tiene que serlo y no un hombre; todas esas cuestiones me hacen decirme: «Me gustan». Incluso que es importante tener algo de ello. Si yo voy a tomar las decisiones en mi proyecto, tengo que serlo. Estoy intentando reapropiarme de esa palabra y decir «¡claro que sí!».
Publicado por:
Periodista de Cultura desde 1997. Lo último, 18 años en Diario de Mallorca (también como diseñador editorial). Antes recuerda haber pululado por Cadena Ser/Radio Mallorca, IB3 TV/Ràdio, Mondo Sonoro Balears, Youthing o Radioaktivitat, más diversas promotoras, productoras, agencias de comunicación, centros de creación y gestión cultural, etc. Ingresos extra como DJ y liante.
No hay comentarios