Una de las cientos de escuchas del Kind of Blue de Miles Davis me llevó recientemente a profundizar en la figura de Bill Evans (1929-1981), el pianista y compositor al que cabe atribuir –no creo que sea discutible– gran parte del mérito del disco de jazz más famoso de todos los tiempos. Hay razones de bastante peso para pensar así, y hoy explicaremos por qué, aunque ni la rúbrica ni los royalties generados por la obra ratifiquen este hecho.
Los aficionados al jazz con oídos mínimamente educados saben que Evans fue autor de al menos dos canciones del Kind of Blue (Blue in Green y Flamenco Sketches) y que su interpretación al piano propició la magia que impregna toda la sesión. No vio un dólar por ello, más allá de lo que le correspondía por las horas de trabajo reguladas por el sindicato de músicos. Es verdad que nunca emprendió acciones legales contra Miles, con el que no volvió a tocar, pero no es menos cierto que arrastró toda su vida un vago resentimiento por este asunto, en armonía con su carácter melancólico.
Bill Evans tuvo una existencia complicada y la facultad cuasi milagrosa de transformar la tristeza y cierta sordidez en música de una increíble belleza. Fue adicto a las drogas (primero a la heroína y posteriormente a la cocaína), mantuvo relaciones afectivas muy turbulentas y las desgracias personales le persiguieron de forma regular desde que su prodigioso contrabajista y gran amigo Scott LaFaro murió en 1961, a los 25 años, en un accidente de tráfico ocurrido a la salida de una actuación. Aquel suceso resultó devastador y acentuó su toxicomanía. Bill nunca volvió a ser el mismo. Luego vendrían el suicidio de su ex compañera de hipodérmica Elliane Schutz en 1975 (justo después de que él la dejara) y el de su querido hermano Harry en 1979, tras sufrir un brote psicótico.
Su infancia tampoco fue para tirar cohetes. Nació en New Jersey el año del Crack y creció en un hogar marcado por la violencia de un progenitor autoritario en la década de la Gran Depresión. El piano, que empezó a tocar de muy pequeñito de la mano de una profesora llamada Helen Leland, fue a la vez instrumento de expresión y refugio. Bill Evans demostró muy pronto unas cualidades innatas y se manifestó a partir de entonces a través de su música. Pasó, de algún modo, a ser una extensión del piano, con el que literalmente se fundía adoptando una postura aún más forzada que la de Glen Gould, en gran heterodoxo de este instrumento.
Hace unos años, en 2018, el cineasta Bruce Spiegel presentó un documental sobre Bill Evans que explora su vida y su arte, y en el que se le define como «el poeta del piano». Sin duda se trata de una buena síntesis, aunque no sabría decir cuál de los teclistas de aquella generación no debiera ser calificado como tal. Sería más preciso decir que fue el más lírico (con permiso del no suficientemente reconocido Duke Pearson), acaso el más sensible de todos los grandes poetas del jazz, en estrecha competencia con el trompetista Chet Baker.
La producción de esta película llevó por lo visto ocho años de trabajo, en los que fueron entrevistadas más de 40 personas y se consultaron una treintena de archivos fotográficos. Muy recomendable, sin duda, para quienes deseen ahondar en la biografía del hombre que coadyuvó a uno de los grandes virajes de la música del siglo XX: el nacimiento (o el desarrollo, si se prefiere) del cool jazz, y de la incorporación de los modos clásicos a este estilo.
Como decía, vamos a intentar demostrarlo a través de un sencillo ejercicio de oído. Cojamos Flamenco Sketches, una de las canciones del Kind of Blue sobre cuya autoría sabemos que existe controversia, busquemos su verdadero origen y saquemos nuestras propias conclusiones. Hagámoslo en orden decreciente para que este ejercicio desemboque en el germen de la pieza.
Flamenco Sketches cierra la cara B del Kind of Blue. Hay que retener en la memoria las notas introductorias, que aquí da el bajo de Paul Chambers, y que son el motivo principal sobre el que Miles Davis, Cannonball Adderley, John Cotrane y Evans desarrollan sus solos. Recordemos que esta grabación es de marzo 1959.
Vayámonos unos meses atrás. Diciembre de 1958. Bill Evans se reúne con Sam Jones (bajo) y Philly Joe Jones (batería) en Nueva York para grabar el álbum Everybody Digs. Al final de la sesión, nuestro protagonista se sienta al piano y se pone a improvisar durante seis minutos una canción que titulará Peace Piece. Ahora traed los dos primeros acordes de los bosquejos de flamenco del Kind of Blue y decidme si Bill Evans no tuvo algo que ver en la composición de este tema y si su rúbrica no debería constar en los créditos junto a la de Miles Davis.
Pero es que aún hay más. ¿Qué inspiró a Bill Evans para crear la progresión de acordes introductorios de Peace Piece y Flamenco Sketches (ahora que ya hemos decidido que la canción también es suya)? Pues resulta que el origen está en una famosa composición de Leonard Bernstein de 1944 titulada Some Other Time y que aquí os dejo para vuestro deleite en versión del propio Bill Evans para el crooner Tony Bennet.
Otra prueba palmaria de que la buena música se construye sobre los cimientos de lo preexistente. Discutir sobre firmas y royalties no sólo es prosaico (sobre todo cuando los autores ya están muertos); es, sobre todo, una pérdida de tiempo.
Lo único que importa es la poesía.
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Periodista desde 1991. Familia, hard bop, mar, boxeo y rock. Por este orden. Team Frazier.
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