
Un éxito comercial muy difícil de explicar
Entre todos los milagros comerciales que han ocurrido en los últimos cuarenta años en este país, sin duda destaca el caso de Extremoduro. Lo suyo es digno de un serio y sesudo estudio y, aún así, muy difícil de explicar y entender.
¿Cómo es posible que un grupo de esas características haya logrado sin apenas ayuda, sin ninguna hoja de ruta ni estrategia comercial, semejante éxito? Es algo que seguramente no podría explicar ni el mismísimo Iker Giménez.
Sabidos son otros casos de artistas patrios como Hombres G o Mecano que han disfrutado de las mieles del éxito masivo, aquí y en tierras lejanas, y además han conseguido llegar a todos los públicos con su propuesta. O el caso de Estopa o Jarabe de Palo, que a base de honestidad, buen rollo y canciones accesibles consiguieron gustar a la abuela, a la sobrina y al nieto a la vez, pero no es el caso, ni mucho menos.
En la mayoría de estos casos, su puesta en marcha fue gestionada desde un patrón, normalmente enfocado en un principio hacia el fenómeno «fan» y gestionado por audaces AR’s que justificaban su sueldo con su atrevimiento y buen ojo (ahora su trabajo lo hacen las redes sociales), y también, por supuesto, apoyados por aquellas radio fórmulas que separaban las canciones por colores que sonaban más o menos veces al día en función de lo que pagase la multinacional de turno.
Del mismo modo arrancó el asunto Héroes del Silencio, gracias al fenómeno fan, por mucho que les cueste reconocerlo, incluso ahora que están de nuevo en boca de todos gracias al estupendo documental que les han hecho «a medida», lo cual no les resta mérito. Además de todo lo que fueron, también es el único grupo de este país que consiguió que algunos se tatuasen su logotipo en la piel, que no es moco de pavo, pero nada de eso le ocurrió a Extremoduro.
De su sonido o concepto de producción musical también habría que hablar largo y tendido. Desde sus inicios siempre han hecho las cosas como querían, pasándose por el forro cualquier opinión del productor…
Lo de la banda de Robe Iniesta nada tiene que ver con eso, ni siquiera pertenecen a ninguna «Movida» o subgénero musical. Lo más cerca que estuvieron de eso fue quizás al principio, cuando se les pudo meter en el saco del Rock Urbano o Contestatario. Quizás a primera vista podían parecer un grupo más de discurso asequible y plano, pero no había más que fijarse un poco en sus letras como para darse cuenta de que eran, e iban a ser, mucho más que eso.
Tampoco podemos decir que hayan hecho carrera gracias a su locuacidad o capacidad para generar titulares, ni tampoco han necesitado simular compadreo y exóticos maridajes con colaboraciones musicales forzadas entre músicos como hacen Bunbury, Loquillo y compañía para seguir estando «ahí», no les ha hecho falta. Además, el núcleo social de la banda es un círculo cerrado y totalmente hermético al que muy pocos han tenido acceso y que preservan de forma casi endogámica.
Incluso ahora que uno no sabe dónde acaba Extremoduro y donde empieza Robe Iniesta, hasta sus desavenencias entre él y su otro miembro histórico, Iñaki Uoho, o con su agencia Live Nation respecto a su esperada gira, son todo un misterio y se llevan con una discreción férrea.
La mitología que rodea todo lo relacionado con los excesos y determinados consumos de sustancias y modos de vida de sus miembros sí ha sido algo que quizás haya ayudado a fomentar el misterio (por aquello un poco de que somos un país lamentablemente morboso con esas cosas), pero en absoluto explica su aceptación y el grado de interés que han desarrollado exponencialmente en los últimos años con una propuesta nada condescendiente.
De su sonido o concepto de producción musical también habría que hablar largo y tendido. Desde sus inicios siempre han hecho las cosas como querían, pasándose por el forro cualquier opinión del productor, y lo mismo daba hacer una intro instrumental de dos minutos que esperar a que el estribillo entrase en el minuto cuatro o, simplemente, que no hubiese estribillo. Todo vale y todo funciona en el universo caótico de Extremoduro.

La magia y visceralidad poética de las letras de su cantante sí que quizás expliquen algo su éxito desmedido. Letras en las que pasa de lo dulce a lo sucio en fracciones de segundo…
Son rock, son underground, son épicos, son excesivos, son comerciales, son malhablados, son poéticos, es igual, sobre todo son diferentes a todos los demás y han conseguido que entre sus fans lo mismo esté la típica pija de barrio bien, que su padre el fiscal o el quinqui «robagallinas» al que acaba de enchironar. Sus producciones se han ido sofisticando y «sinfonizando» con el paso del tiempo, eso es cierto, pero nunca han perdido ese carácter de estructura compositiva tan sorprendente y anticomercial, ni lo que es aún más importante, su esencia.
La magia y visceralidad poética de las letras de su cantante sí que quizás expliquen algo su éxito desmedido. Letras en las que pasa de lo dulce a lo sucio en fracciones de segundo, y que esconde una poesía iletrada de meseta extremeña que suena a cualquier cosa menos a poesía académica forzada. Su naturalidad y carácter no impostado es quizás el elemento clave de que, con el paso del tiempo, sin ayuda de ningún tipo, hayan conectado finalmente con todos.
Es uno de esos milagros que de vez en cuando ocurren y que han generado una desproporcionada demanda de sus nuevos trabajos discográficos y, sobre todo, de directos. Extremoduro es una banda que puso en 2020 a la venta entradas para la gira de su «supuesta» despedida con sólo ocho fechas y se agotaron en cuestión de horas como si fuesen U2 o el mismísimo Springsteen, y que si hubiesen puesto veinte fechas más, lo mismo habría ocurrido.
Ciertamente inexplicable y fascinante al mismo tiempo. Ah… y sin sonar en la radio ni salir en la tele.
A estas alturas del artículo seguro que más de un lector ya estará diciendo por dentro «pues a mí no me gustan», y le doy toda la razón del mundo y le entiendo. De cualquier modo es algo que Robe Iniesta nunca ha esperado, que te guste a ti o a cualquier otra persona. A lo mejor ese es su secreto, no esperarlo, no esperar nada.
Publicado por:
Músico, cantante y compositor en Urtain. Colaborador musical en Cadena Ser / Radio Mallorca. Redactor en Mallorca Music Magazine.
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