Este que firma llegó cubierto de manchas y goteos de pintura blanca, culpa de la mudanza en la que estaba inmerso. En cierto modo, esa improvisación, o cotidianidad, o llamémosla normalidad excepcional me pareció un encuadre ideal para encarar una entrevista doble a Joan Miquel Oliver y Miquel Serra. La entrevista pintada y duplicada es en el estudio de Oliver en Palma, y el motivo, el concierto que sus respectivas bandas compartirán el próximo viernes 15 de noviembre en Es Gremi (20 h, 18 €).
¿Qué es la “Mallorca Party”? Porque con todo el cariño, pinta de fiesteros no tenéis.
Joan Miquel Oliver: ¡Montamos una buena fiesta! La foto engaña. Somos hombres tranquilos pero nos transformamos cuando subimos a un escenario. Es lo que hacen los artistas.
¿De quién o de dónde sale la idea?
Hicimos un concierto con formación completa junto a Da Souza en Hospitalet, en la Salamandra, que es una sala muy cañera [celebrado el sábado 12 de marzo de 2022, lo llamaron “Let’s Festival”]. Y ya. Pero pensamos «podríamos decir que ha sido una fiesta mallorquina». Podríamos repetir.
Miquel Serra: Replicarla.
JMO: Exacto, hacer otra y llamarla “Mallorca Party”. Pero ya sabemos que Da Souza se han separado. Aunque hemos hecho otras “Mallorca Parties”, como con Garrafa Nadal en La Capsa, que es el espacio que nos dejaron para hacer el stage de cara a preparar la nueva gira [concebida como nodo vertebrador del proyecto “Sistema d’Arts en Viu” del ayuntamiento de El Prat de Llobregat en Barcelona, es la sala de conciertos incluida en dicha iniciativa; la actuación conjunta tuvo lugar el pasado viernes 26 de abril de este año]. Y pensamos que por qué no hacer una “Mallorca Party” en Mallorca.
MS:El concepto es un poco…
JMO: Absurdo [ríe]. Porque artistas mallorquines en Mallorca hay de sobra.
Miquel, no me digas que estás aquí porque Da Souza se han separado. ¿Eres un segundo plato?
MS: Nooooo.
Ya lo suponía, era broma.
JMO: Podemos hablar abiertamente de ello: creo que Miquel es uno de los artistas más grandes que ha habido nunca en la historia de Mallorca, y es una suerte de poder contar con él en un doble cartel. Ya vino de telonero con Antònia Font. Con Antònia Font es telonero, conmigo no [ríen].
MS: Contigo soy telonero con mucha honra.
JMO: Tú y yo estamos al mismo nivel, más o menos. Además lleva con él a Jorra [Santiago], que es una bestia.
MS: Es un animal.
JMO: Esta “Mallorca Party” casi parece un festival multiartístico. En mi banda llevo a Stefi, bajista de Sandré [grupo de punk marciano de Barcelona], y Jorra tiene su propia carrera musical.
MS: Ahora la tiene un poco parada.
El otro día puso en su Instagram que se acaba de comprar un cuatro pistas. ¡Esto se reinicia!
MS: Exacto
JMO: Y también toca conmigo la trompetista Alba Careta, que también tiene una carrera súper desarrollada. O sea que ese día seremos tú, Jorra…
MS: Michael [Mesquida; Satellites o Zulu Zulu entre infinidad de proyectos, ahora en Glymur; también mitad esencial de los esenciales Estudis Favela].
JMO: Toda una gente que hace discos y tiene su propia carrera. En realidad, con los músicos que nos acompañan tenemos un cartel de primeras figuras que flipas. Nosotros somos lo de menos.
Fabian Roelandt, motor fundamental de Glymur, flipa con lo que Michael aporta a la banda desde el minuto uno. Y hasta el grupo de versiones que Jorra tiene con Roger Pistola suena espectacular. Mira que no me gustan los grupos de versiones o tributos, pero el suyo me encanta.
JMO: Es que son muy buenos músicos.
Es decir, reconduciendo: “Mallorca Party” es un concierto tuyo y tuyo. Es que diría que no lo habéis explicado mucho. Hay quien podría pensar que es un nuevo proyecto conjunto.
MS: Alerta que mucha gente lo piensa.
¡Ahí está el percal!
JMO: Qué va tío.
MS: Hay gente que piensa que somos tú y yo haciendo un mano a mano.
JMO: Es mucho mejor que toquemos separados.
MS: Es que parece algo nuevo.
JMO: Bueno, podemos tocar juntos si quieres.
MS: Claro que podemos, pero habría que poner en el cartel que somos las dos bandas.
JMO: Sí, son dos conciertos completos.
En el fondo da igual porque las cosas son como son: tenéis un estatus y una relevancia que genera que la gente va directa a escuchar vuestra música. Por defecto, hagáis lo que hagáis. Eso es verídico y es muy único.
JMO: Puede ser.
Si tú Miquel montases una banda tributo a Joan Miquel Oliver, y tú otra a él, la gente iría.
MS: ¡Sería guay!
¿Porque hay planes de hacer algo juntos?
MS: De momento no.
JMO: Hemos tocado juntos dos o tres veces, como aquellas en el Teatre Principal de Palma [“Joan Miquel Oliver & friends”, sábado 1 de junio de 2019, también junto a Albert Pla, La Estrella de David, Joana Gomila, Toni Pastor y Leonmanso; “Miquel Serra y amigos”, miércoles 19 de agosto de 2020 con Joan Vila, Maria Jaume, Simó Femenies, Michael Mesquida, Pep Toni Ferrer, Maria Rosselló, Da Souza y Jaume Manresa]. También yo tengo canciones suyas y él mías. Pero se ve que solo tocamos juntos cuando es en el Principal.
MS: Y en Can Lliro [sala de Manacor].
JMO: ¿En Can Lliro?
MS: Yo no, tocó Jorra.
JMO: Fue porque le vendí un pedal, y como no me lo pagaba le dije «te vienes a Can Lliro a tocar dos canciones, me lo cobraré en especias». Cantó «Rumba del temps» [incluida en el álbum de Oliver Atlantis, Sony 2017] y otra que no recuerdo.
MS: Y él feliz.
JMO: Y resuelto.
¿Quién fue el primero que, en su momento, se acercó al otro para decirle «me gusta tu música»?
JMO: Es muy particular esa historia.
MS: Creo que tú tienes tu versión, pero probablemente yo me iría más atrás en el tiempo.
JMO: Tú me entrevistaste para la revista de Manacor “Cent per cent” por Taxi [álbum de Antònia Font, Robot Innocent/Produccions Blau 2004].
No sabía que habías ejercido de periodista.
MS: Aprovechaba la revista para acercarme a gente que me gustaba.
JMO:¿Fue en la Universidad?
MS: No, aquí, en Palma. Le entrevisté y después esa noche salí por Es Carreró [mítico bar de Portocristo]. Conocí a una chica y le conté que acababa de entrevistarle, y resultó que era muy fan. Le dije que me había enterado de que al día siguiente tocaban en Formentera, y con esa chica que acababa de conocer cogimos un avión para ir al concierto.
Y aprovechando lo reciente de la entrevista te acercaste a él para hablar de música.
MS: ¡Que va! Me daba vergüenza que me viera y que pensara que era un fan que le había enganchado para la entrevista y luego me encontrara por aquí. De hecho más bien me escondí.
JMO: Pues no me acuerdo de eso.
MS: Ya te digo, fue de tapadillo.
JMO: Y eres difícil de esconder con lo grande que eres. Pues yo recuerdo que tenía un disco suyo en el que sonaba «Herba i mala herba» cantada por Joana Gomila [tema que abre El perfum dels vegetals, Foehn Records, 2014]. Grandísima canción y grandísima interpretación. Escuchaba mucho ese álbum. Nos pusimos a hablar en el avión: «Venís de tocar…», etc. Y yo no sabía que él era ese Miquel Serra. Le seguí el rollo porque tiene una puta cara de mallorquín… se me acercó con toda esa confianza, yo ni me acordaba de la entrevista, aquel disco me lo sabía de memoria pero no sabía qué cara tenía ese tal Miquel Serra. Y hablando, hablando, le pregunté «¿Eres Miquel Serra, el cantante?». ¡Pues sí!
Estoy seguro de que habéis hablado de vuestros respectivos procesos creativos.
JMO: Sí, claro. Tuvimos una república.
MS: Una república muy divertida y muy lúcida. Al principio me decía «ven por Palma y párate a verme», y solía pararme. Hablábamos mucho de cómo hacíamos las canciones: si primero la letra, o todo junto, o primero la música, de todos esos procesos. Él es mucho más sistemático, más trabajador. Se lo toma como «tengo este tiempo para dedicarme a esto».
Nick Cave hace años que se define como «un oficinista del rock&roll. Escribo canciones de esta a esta hora».
MS: Es muy cumplidor. Siempre tiene cosas nuevas. Hoy mismo me enseñaba algo nuevo. Pero si es él quien viene a mi casa, le diré «tengo algo nuevo, o no». Depende, voy mucho en función de mi estado de ánimo o de otros trabajos que tengo.
¿Cuándo está acabada una canción? Entrevistando a Roger Pistola me decía que con los años ha cambiado radicalmente de método compositivo y de trabajo. Antes, si tenía que dedicarle a una canción más de dos horas, automáticamente la descartaba. Actualmente le puede dedicar días y días.
MS: No estaría de acuerdo ni con una manera con la otra [ríe].
JMO: Hay canciones que escribes en dos minutos y otras te llevan dos meses.
¿Y otras que no acabas nunca?
MS: Sí, a veces arrastras canciones.
JMO: «Calgary 88» es una narración en la que todo tiene que rimar, tener un sentido y una estructura. Con canciones así te puedes tirar un mes entero hasta que te cuadra todo. Por eso lo hago tan poco. Yo no explico historias. Tengo «Sa nuvia morta» [del álbum y proyecto conjunto Concert a Paris junto a Albert Pla, Produccions Blau 2011] y tal vez «Rumba del temps». Son las únicas canciones de casi trescientas que he escrito en las que explico una historia. Hago lenguaje poético e improviso. Por eso puedo escribir una canción en dos minutos o tres en un día, y que después salgan las tres en un disco.
Ese es otro aspecto fundamental en vuestros respectivos perfiles como artistas: cómo encaráis las letras. Precisamente, vuestros tipos de narrativa o de poética.
MS: Él es más evocador.
Es que como os planteaba al principio, cuando tenía la duda de si esta “Mallorca Party” era un proyecto conjunto nuevo, ante la aparente diversidad en lo musical y evidente en lo narrativo, me preguntaba: ¿estos hombres se van a entender?
JMO: Lo que es a la hora de hacer las canciones, él la escribe, luego le pone una letra que hace «ia-ia-io-io-tal» en un idioma inventado, y después la convierte en una letra importante.
MS: «Io-io-ia-ia…»
JMO: Tú lo haces así, yo no. Yo escribo la melodía y la letra al mismo tiempo. Incluso a veces escribo antes la letra. A menudo tengo las músicas antes, pero como acompañamiento. Los arpegios o detalles. Pero lo que es la melodía, siempre la escribo con la letra, al mismo tiempo.
MS: Es algo que siempre me ha parecido increíble.
Esa era otra cuestión a plantear: qué tiene el otro que os parece increíble.
MS: Yo soy incapaz de cantar algo que tenga gracia para la letra y para la melodía. Escribo la melodía, y cuando tengo la certeza de que tiene peso y se sostiene, después trabajo una letra. Haciendo el esfuerzo de encajarla ahí.
JMO: Yo no puedo hacerlo así. Las palabras tienen ritmo, y con esa rítmica, para arriba y para abajo, hago la canción.
MS: ¿Y cómo lo haces para estar seguro de que esa melodía no te gusta en ese momento sino que te gustará dentro de dos semanas, dos meses y dos años?
JMO: Eso no me importa. Todas las melodías se hacen igual.
MS: No, no, no…
JMO: ¡Tío! Si tu empiezas, arriba y abajo, ¿qué más te da una nota que otra?
MS: ¡Mucho! Es como una chica guapa que de repente te parece que deja de serlo porque le sale un algo en la nariz. Es que a ti te sale muy bien.
JMO: Para mí todas las notas son iguales.
MS: Pero no todas las combinaciones son iguales.
JMO: Pero tú haces que funcionen bien.
MS: Tú tienes ese instinto, y lo explicas muy bien.
JMO: Qué más te da hacer la melodía si tienes o no la letra. Es una tontería.
MS: Sí, es así, da igual. Pero cómo sabes al momento que aquella melodía es la buena.
JMO: Es que no puede ser nunca mala si las notas están bien puestas sobre los acordes, y etcétera. Que si ahora metes una novena, o lo que sea. Siempre es lo mismo.
MS: No, no, no… Eso lo hará otro y no le saldrá igual.
JMO: Claro, pero porque cada uno hace el trabajo que hace. Si yo quisiera hacer zapatos no sabría hacerlos.
Todo eso creo que conecta con lo que el otro día explicaba un gran músico: «Las estructuras en la música de hoy día son más simples. Más minimalistas. El puente ha desaparecido, y para mí el puente es terapia. Expones una situación en una canción, ‘Mi novia me ha dejado / Me siento solo’. Coro: ‘Me siento solo’. Lo repites, y entonces llegas al puente y aparece un acorde diferente, que es cuando dices: ‘Tal vez no es la única chica por aquí / Tal vez debería buscar en otra parte’. Llegas una modulación y al coda, donde dices: ‘No todo está tan mal’. Es terapia. La estructura de una canción era terapia, y en la música moderna de hoy, ya no. Solo es un círculo vicioso y una trampa. Encaja bien en la siguiente canción, y la siguiente, y la siguiente, pero no te libera de nada, no te genera esa sensación de que hay salida a la crisis. Y el mundo está en crisis, necesita canciones que lo liberen”.
JMO: Eso creo que lo dijo Sting.
Exacto.
JMO: Me pareció… (piensa largamente) Me pareció una tontería como una casa.
Desde luego es una manera elegante de explicar por qué no le gusta o los derroteros por donde cree que va mucha de la música actual.
JMO: Que si un puente, un cambio de todo, donde pones un Si bemol sobre tal o cual… Si coges mis canciones serás incapaz de llegar a una conclusión de qué estructuras uso habitualmente.
Precisamente ahí iba también. Tampoco me cuadra porque tú en concreto has experimentado mucho con las estructuras. Tienes a punta pala como estructuras libres, casi improvisadas como apuntabas antes.
JMO: Claro. Pero hay algo que no falla: estrofa-estrofa-vuelta. En la estrofa sueltas el rollo y en esa vuelta metes el coro, que es lo que canta todo el mundo. Y después una sola estrofa y cantas la vuelta dos veces. «Alegria» es así.
MS: Y esa última, la que cantas con Stefania Lusini, «Siento feelings» (la tararea).
JMO: Exacto. Es decir, las estructuras pueden ser de mil maneras. Yo tengo muchas que ni siquiera son canciones. «Surfistes en càmera lenta» [Produccions Blau, 2006] son dos acordes con los que voy arriba y abajo haciendo siempre lo mismo.
MS: Sí, pero lo de lo que él habla es de esa estructura clásica de canción que requiere de un oficio, que tú tienes, y que luego ejecuta quien quiere. Pero yo sí creo en esa manera de trabajar. En esa estructura heredada a lo largo de una serie de generaciones de músicos y que hoy día no interesa en absoluto. Hoy no se saca la música como tú y yo lo hacemos. En ese sentido sí le veo una cierta nostalgia, cuando la música se hacía para acompañar o para conhortar a alguien. Ahora ya no se hace tanto. Ahora se hace música para reclamar notoriedad, o para formar parte de una corriente, o para tener una producción, pero no para provocar placer como hacía la música pop.
Y afecta a más aspectos. En esa estructura digamos clásica entraría también el afrobeat o el funk setentero: estructuras y líneas sostenidas durante seis, siete, ocho minutos. Y ves a menudo cómo la gente se pone nerviosita cuando una canción dura más de tres minutos.
JMO: Claro que se ponen nerviosos. A veces es para ponerse. El otro día fui a cenar con la pareja a un restaurante y sonaba de fondo algo tipo chill out. Le dije «si en cinco minutos no ha cambiado de acorde, nos vamos».
MS: ¡Pueden durar dos horas!
¡No es lo mismo! No hablo de un género ya históricamente insustancial como el chill out, sino de registros clásicos de categoría unánimemente aceptada.
JMO: En tres minutos puedes haber dicho ya mucho. Creo que en una canción tienes que haberlo contado prácticamente todo en los primeros treinta o cuarenta segundos. Es como las rondaies mallorquinas: Un rey tenía tres hijas, la mayor no sé qué, que aquel hace tal cosa… En tres líneas ya sabes quién es cada cual, que tiene que pasar, qué pasará y cómo acabará. Con las canciones es lo mismo: empieza, das los famosos diez-quince segundos para que el DJ la pueda presentar, y entonces yo lo que hago siempre es decir si es de día o de noche, si estás dentro o fuera, igual que en las películas con «exterior – día». Lo hago mucho, así tu cabeza ya ve el cuadro. Uno de los problemas que veo a veces en la gente que comienza a escribir canciones es que divagan. No hay una imagen clara de lo que está pasando. Divagan en la letra y también en la música. Hay cambios de acorde porque sí, no hay simetría entre las partes.
MS: Por eso te decía que tienes que estar muy seguro de la canción que tienes entre las manos.
Precisamente: un amigo filólogo inglés me dijo una vez que a Shakespeare le habría venido muy bien leer rondaies, porque a veces tardas ochenta páginas en enterarte de quién es quién en la trama.
JMO: Nosotros porque somos mallorquines, pero la cultura catalana está denostada. La compilación de rondaies mallorquinas es más extensa que los cuentos de los Hermanos Grimm. Es la recopilación de cuentos populares más amplia del mundo. Y la hizo un manacorí [mossèn Antoni Maria Alcover, Manacor 1862 – Palma 1932].
MS: Además, una obra de juventud.
JMO: Sí, y además no las metió todas. En la introducción dice «he metido las que me han gustado, y las que no, no están».
MS: Todo lo que era un poco picante o tenía sexo, fuera.
Y tal y como funciona la industria y el mundo, ¿continuaréis sacando álbumes?
JMO: (piensa) Es que depende tanto de tu situación actual. Por ejemplo, con Antònia Font la gente quiere escuchar las canciones antiguas.
MS: Pues a mí me gustaría escuchar un disco nuevo.
Y todo clásico ha de nacer en algún momento. Los del futuro, se tienen que componer hoy.
JMO: Tal vez no importa hacer un disco de dieciséis canciones porque de todas formas no podrás tocarlas en directo.
MS: Pues que tenga diez canciones. Lamparetes tiene diez o doce [son catorce].
JMO: Pero ya hace años de eso [Robot Innocent / Produccions Blau, 2011]. Taxi tiene catorce o quince [son diecisiete]. Vostè és aquí [Flaiqueissets / Produccions Blau, 2012] tiene cuarenta [ríe].
También es una cuestión muy real y muy cotidiana que suelo plantear a artistas de vuestra dimensión: me extrañaría mucho que Joan Miquel Oliver y Miquel Serra no pudiesen sacar el disco que les de la gana, con el número de canciones que os apetezca. ¿O eso también ha cambiado y ya no funciona así?
JMO: Yo hago lo que me apetece.
El otro día me decía Luís Alberto L.A. que el estatus ya no existe. Seas quien seas ya casi nadie puede hacer el disco que le venga en gana tal y como funciona la industria hoy día.
JMO: Yo he hecho siempre lo que me ha dado la puta gana, con Virgin, Sony o Warner. Nadie me ha dicho nunca nada. Algo tengo clarísimo: yo entrego un disco acabado. El único que sabe cómo van a ser mis discos soy yo. ¿Quién va a saberlo si no? Siempre digo: ahí pone mi nombre, lo he firmado yo. Tal vez al principio de mi carrera, que podía haber algo de desconfianza en la discográfica en plan estos mallorquinets pretenden hacer tal o cual. Es algo que te tienes que ganar.
MS: Creo que los dos somos iguales. Somos de una escuela en la que hemos mamado la música a través de discos. A menudo aún hablamos no de canciones, sino de álbumes completos. Algo que hoy ya no se hace. Pero nuestro concepto de la música es ese. Es una obra, no una simple colección de canciones. Reúne una unidad sea por cómo lo has grabado, cómo te sentías, quién ha participado. Aún funcionamos así. Y creo que es algo que todavía tiene demanda. Hay gente que le gusta escuchar música de esa manera. Ahora, la música nueva que está surgiendo y esos nuevos oyentes, no van por ahí. Què hi farem.
JMO: Depende de muchas cosas. En un disco explicas una idea en ocho, diez, doce, catorce canciones. Pero explicas la misma idea. Le das vueltas a lo mismo, que es lo que en aquella época de tu vida te está preocupando, o te interesa, o te hace gracia. El siguiente disco es diferente porque lo que tienes en la cabeza es diferente. Un disco es como una fotografía, un retrato de tu cabeza en un momento determinado. ¿Que la gente escucha solo canciones sueltas? A mi hijo de trece años le gusta escuchar discos. Es el DJ de mi coche, y por ejemplo le gusta mucho escuchar el disco entero de Kero Kero Bonito.
Gran grupo. Y qué moderno tu hijo.
JMO: Tiene trece años, ha de ser moderno por fuerza. A mí me encanta que lo haga, pero si quiere escuchar canciones sueltas, me da igual. Si quiere escribir canciones sueltas, que las escriba. Yo también he escrito alguna vez canciones sueltas. Pero lo normal es que cuando empiezas a escribir, entras en racha y te salen ocho, diez o doce canciones.
MS: Nosotros trabajamos con grupos de canciones.
Pasa también, algo perfectamente comprobable, que la gente más joven no concibe escuchar varias canciones seguidas de la misma persona. No es solo el consumo fragmentado normativizado por la corta duración de las historias de Instagram o los vídeos en TikTok, es el consumo aprehendido en base a listas de Spotify donde cada canción es de un artista diferente.
JMO: Y luego está el caso de los Beatles, donde cantan los cuatro. Nunca les he escuchado mucho, he empezado hace poco porque a mi ahijado le han regalado uno de sus discos. Y es muy curioso porque cantan los cuatro pero tienen todos prácticamente la misma voz.
MS: Yo les he escuchado mucho, mucho, mucho, y tengo que discrepar. Pero es verdad que, sobre todo al principio, cuando canta alguien te preguntas quién es [ríe]. Otra cosa curiosa que hace la gente joven es pasar las canciones en el reproductor, escucharlas al doble de velocidad.
Eso que nosotros hacía con el porno en VHS.
MS: Claro, ibas buscando el meollo. Miran series así y ya escuchan música así.
JMO: ¿en serio? Con la matada que nos pegamos. Que si el tempo, que si no sé qué…
Para acabar, algo muy guapo que solo posibilita la música. Habéis comentado que habéis tocado canciones del otro pero, ¿os habéis regalado música? En plan «oye, te regalo esta canción», o «te he escrito un tema», o «esta canción que he compuesto creo que tú la interpretarás mejor que yo».
MS: Lo es, pero no.
JMO: Nos hemos regalado discos acabados.
MS: No lo había pensado nunca. Claro, cuando una canción te gusta, la quieres para ti.
JMO: A veces sí que me he encontrado con no saber si una canción era mejor para Antònia Font o para mí.
Publicado por:
Periodista de Cultura desde 1997. Lo último, 18 años en Diario de Mallorca (también como diseñador editorial). Antes recuerda haber pululado por Cadena Ser/Radio Mallorca, IB3 TV/Ràdio, Mondo Sonoro Balears, Youthing o Radioaktivitat, más diversas promotoras, productoras, agencias de comunicación, centros de creación y gestión cultural, etc. Ingresos extra como DJ y liante.
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