En la foto promocional que más ha circulado durante la carrera de Joana Serrat, catalana de Vic desde 1983, se ve de fondo una bandera norteamericana. Está ahí y siempre ha estado ahí, durante los cinco discos que ha escrito. Que Vic no es Nashville lo sabemos todos, y ella también. Que esta mujer lleva cinco discos cantando como si estuviera apoyada en una farola de Broadway St. o de Centennial Park lo sabe también quien no lleve puestos los tímpanos de madera.
En el mundo de la música, conquistar y vencer un cliché es caro, carísimo, normalmente inalcanzable. Serrat ha conquistado, derrotado y enterrado en el desierto el cliché de la honestidad: no hay nada en esta cantante y compositora, desde su primer disco autoeditado, que no sea de verdad. Tal vez por eso aquella bandera americana referida, en aquella foto promocional omnipresente, está colgada boca abajo.
Serrat es una grandiosa creadora de belleza e inventora de música hermosísima. La quinta prueba es su reciente quinto álbum, Hardcore from the heart. Para su grabación ha podido disfrutar de un equipo de seis estrellas: el ingeniero y productor ganador de un premio Grammy Ted Young (Kurt Vile, Sonic Youth, Alan Vega) más los músicos Joey McClellan (Rufus Wainwright, Midlake, BNQT, John Grant) y Aaron McClellan (Josh T. Pearson, Israel Nash), con quienes ya trabajó en su anterior álbum, a los que se han sumado el extraordinario batería McKenzie Smith (St. Vincent, Sharon Van Etten, First Aid Kit) y Jesse Chandler (Mercury Rev, The Soft Cavalry).
La catalana es una de las veintiuna almas del bendito ciclo Sons de Nit de FONART, y actúa mañana sábado junto a su banda, los extraordinarios The Great Canyoners, en el claustro de Sant Bonaventura de Llucmajor. Una adenda: toda la exposición anterior, que concluye exhortando al culto, fervor y devoción por la catalana, se podría resumir en una sola premisa y evidencia irrebatible: rediós cómo suenan los Great Canyoners en directo.
Para los que ahora mismo estamos incandescentes: ¿tu disco cura?
No. Bueno, no lo sé. Es muy personal. Si la pregunta es si a mí me curó la respuesta es no. Fue catártico pero no sanador. Mientras aún estaba grabando seguía en medio del huracán. Necesité tiempo y otras rutinas para cambiar mi marco mental. Para, digamos, curarme.
Es en el título de tu quinto disco donde has incluido las palabras “hardcore” y “heart”.¿Qué sensibilidades no nos habías contado hasta ahora como para que, ahora sí, encabezarlas con dos metáforas, dos símbolos de la sensibilidad?
Mientras escribía las canciones descubrí el libro “Hardcore from the heart”, de la sexóloga, activista y exactriz porno Annie Sprinkle. Por un lado, el título me interpelaba por esa dureza desde el corazón que yo estaba viviendo. Tiene una cita en la que afirma que la pornografía es un espejo en el que podemos reflejarnos, que puede incomodarnos pero que también puede ser un viaje interesante para aprender y llegar a la verdad. Me identifiqué mucho con esa cita, porque mientras componía las canciones sentía esa necesidad y esa búsqueda de la honestidad necesaria para encontrar las respuestas a muchas de las cuestiones que en ese preciso momento me estaba planteando, como por ejemplo el amor. El título y el enfoque me gustaron, porque mi objetivo era hacer canciones sin ningún tipo de censura, que fuesen explícitas.
¿Hay que interpretar que en este disco no has puesto filtro alguno, ni en músicas ni en letras?
Exacto, esa era la intención.
El término hardcore me llamó muchísimo la atención porque a priori no encaja con lo primero que todo el mundo dice cuando se habla de ti: “Es una grandiosa creadora de belleza, es una inventora de música hermosísima”. Pero luego pensé que hay cosas muy hardcore, hechos y sentimientos durísimos, que a la vez son ¿malditamente? hermosos.
Sí, a veces en el horror hay una belleza. A menudo lo obviamos, pero el concepto de belleza incluye lo positivo y lo negativo, y en verdad no habría que diferenciarlos.
¿Este disco está compuesto desde la intranquilidad, o incluso desde la furia?
Furia no, pero intranquilidad mucha. Está hecho en un momento, aparte de nostalgia y de sueños que no se hacen realidad, de desconcierto y descontrol. De no saber hacia dónde iría mi vida. Es un disco hecho desde una especie de ceguera o de fiebre, de querer conseguir algo. Soy bastante tozuda, y consciente de que me obceco y eso me impide tener perspectiva o ver el dibujo completo de todo lo que una tiene delante. Perseguía sueños que en el fondo sabía que no se podían convertir en realidad. Por eso hay también bastante frustración.
Un hombre que sabe muchísimo de música describió este disco de una manera muy precisa: es imposible escuchar canciones sueltas. Te obliga a escucharlo entero.
Me gusta especialmente esa definición. Soy de la misma escuela que Fernando [Navarro, periodista de El País y autor de dicha definición]. No soy capaz de no escuchar un disco entero. Entiendo que las canciones son un conjunto, una obra y un motivo, también en el orden decidido por el artista. La única manera de llegar a la totalidad, a la verdad, entender lo que significa un disco, es escucharlo de principio a fin. En mis discos es así: hay intencionalidad en cada canción y en el orden, no es casual. Más en este disco, que es un viaje emocional importante en el sentido de que es muy intenso. Comenzar con “Easy” sitúa al oyente en esa nueva dimensión que rompe con lo que estaba haciendo hasta ahora. Es una alerta, una autopista, un peaje que alguien tiene que pagar. Si entras en “Easy” entras en el disco, y cuando llegas al final ves que planteo más preguntas, que no ofrezco respuestas.
No es un disco conceptual pero sí una propuesta de viaje, de recorrido completo.
Exacto. “Disco conceptual” lo entiendo de otra manera, pero sí hay una unidad temática.
Viendo tus nuevos videoclips volvió a mí una idea ya fija, recurrente, respecto a ellos: eres buena actriz, tienes muy buena expresividad. ¿Lo serías de no ser cantante y compositora?
[ríe] ¿De verdad? No me lo había planteado nunca. Creo que no, aunque ya salí en una película, Family Tour [escrita, dirigida y producida por Liliana Torres en 2013; Serrat también aportaba la música]. Pero claro, me interpretaba a mí misma, lo cual no es muy motivador. Pero si llegase una oferta con un personaje interesante me gustaría mucho probar. Hice teatro en la escuela, y me gustaba.
Que no deja de ser extraño: en los videoclips te interpretas a ti misma doblemente, es decir, representas a partir de una historia que tú misma has creado. No sé si vas a terapia antes de rodar o, por ejemplo, qué pensaría David Lynch.
[ríe] El gran David Lynch… La verdad es que es así, hay esa doble interpretación. Pero no lo he pensado mucho porque, sinceramente, he de decir que el tema de los videoclips me incomoda un poco. Es la parte de la industria que más cuesta, aun entendiendo perfectamente su función. Pero toda su cuestión conceptual, de la imagen, me cae lejos. También es cierto que en los últimos, sobre todo en You’re With Me Everywhere I Go, en el que salgo bailando, trabajé mucho con el director Pol Fuentes, que además es también músico, y acabó funcionando como cuando entras al estudio: si encuentras un equipo con el que estás cómoda, que te hace olvidar barreras o autojuicios, lo hace todo muy fácil. Te da igual quién lo pueda ver o escuchar, que es lo mismo que procuro en los discos. Pensar solo en la creación, en reflejar lo que quiero contar. Pol consiguió, en ese otro lenguaje, que me sintiera a gusto y diría que es la primera vez que me lo paso bien rodando un videoclip.
Y más si también tienen la vista, la perspicacia o la veteranía de saber cuándo y cómo incorporar elementos muy sencillos que lo hacen todo redondo, como un ventilador [en el videoclip mencionado el director decidió incorporarlo a las escenas en las que Serrat baila].
¡Exacto! A veces elementos muy sencillos pero muy sugerentes te dan otro hilo argumental diferente a salir simplemente cantando y bailando.
Constantes en tus discos: otra vez, una portada preciosa.
Tenía claro que quería salir yo de alguna manera, pero de manera más clara que en los anteriores discos, que hay más un trabajo de collage, por ejemplo, y salgo pero no se me ve claramente. Tenía claros los colores, que son los que me sugería el disco, y tras probar varias opciones al final cogimos una foto que me hizo David Jiménez en un camerino poco antes de un concierto. Se la dimos a la diseñadora para que trabajara sobre ella, centrándose en la expresión de la cara porque la imagen original era más amplia, y llegó a esta solución final que me pareció brutal, incluidos los colores contrastados, que aportó ella.
Me fascinan los desarrollos instrumentales de muchas de tus canciones, que son una baza potentísima del directo. ¿Cómo surgen?
Depende del tema. En You’re With Me Everywhere I Go la estructura venía hecha de casa. Sin embargo, Easy es una de las canciones que ha sufrido más transformaciones. Es algo que es posible cuando trabajas con músicos con los que te entiendes, que admiras y que sabes que son grandes comunicadores. Aportan la necesaria espontaneidad, la naturalidad que te lleva a ese punto de encuentro en el que todos ponen su talento y suceden esas cosas. La suma de talentos permite que acabes perfilando, encontrando esas estructuras que en el caso de Easy no era más que una idea primera de rueda de acordes para el final. En ese caso es un trabajo colectivo que si tienes la oportunidad, tienes que verlo y aprovecharlo.
Con ese equipazo cómo no aprovecharlo. ¿Y en este caso sí, preocuparse por lo que ellos puedan opinar, aunque solo sea un poco?
En este caso estuve muy contenta por encima de todo porque ya había trabajado tanto con los hermanos McClellan como con Ted de productor. Y con las nuevas incorporaciones por encima de todo estaba muy convencida de que hiciésemos lo que hiciésemos tendríamos un disco de calidad. Lo realmente emocionante fue sumar a ese pequeño gabinete, a ese equipo de cuatro, la figura de McKenzie. Es un batería con un recorrido extraordinario, y sabía que aportaría otro ángulo que sería decisivo para rematar y perfilar determinadas canciones. En todo eso estaba muy tranquila, pero lo que nunca calibras, aunque vayas con la actitud de “este va a ser mi mejor disco”, que es como siempre entro en el estudio, y vayas con unas ideas más o menos claras en cuanto a referentes o sonido, es ese margen de magia, que es lo que hay que dejar que suceda. Si no, para qué grabar en directo y con esos músicos. Es precisamente esa magia la que busco.
Una cuestión no sé si peregrina: ¿el amor anglosajón es diferente del amor español o catalán?
El amor es universal, pero las relaciones sí son diferentes. La manera en la que nos comunicamos y relacionamos es cultural. No es instintiva sino que la aprendemos, y cada cultura marca una manera de comportarse en las relaciones. Qué significa el matrimonio en Estados Unidos, donde es tan importante, frente a lo que significa en Catalunya o España, que incluye matices que lo convierten en algo muy diferente. El amor es universal pero es imposible esquivar la presión, o más bien las premisas bajo las cuales nos han educado. Toda la cultura al respecto, el entorno, las leyes sociales que no se dicen pero existen y todos las conocemos, inevitablemente acaban incidiendo y afectando la manera como percibimos, vemos y sentimos el amor.
Tal vez habrá que adoptar el modelo vietnamita, donde se concibe el amor como elemento a posteriori. Conoces, te casas, y ya vendrá después.
Exacto, cómo vivimos las relaciones es algo inevitablemente cultural.
Para cerrar, de acuerdo entonces: uno pensaba que la música y el mar lo curaban todo, pero veo que no.
Puede que haya gente a quien este disco le resulte sanador o curativo, pero para mí, mientras lo hacía, no lo fue. Sí catártico, que también podría entenderse como proceso curativo.
O aplicaré la filosofía de un gran músico local a quien le planteé la misma cuestión también sobre su último disco, sobre si era sentimentalmente curativo, y me contestó: “No lo sé. Tengo que preguntárselo a Richard Hawley”.
¿Ves? A mí escuchar los discos de Hawley me hace mucho bien. O escuchar “Blood on the Tracks” de Dylan, que él describió como un disco dolorosísimo, y que le costaba mucho entender que la gente viese tanto gozo y alegría en un proceso que para él fue traumático. Para mí, cada vez que lo escucho es medicinal. Mejor que sea así, que cada uno tenga su percepción del arte y acaben siendo infinitas.
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Periodista de Cultura desde 1997. Lo último, 18 años en Diario de Mallorca (también como diseñador editorial). Antes recuerda haber pululado por Cadena Ser/Radio Mallorca, IB3 TV/Ràdio, Mondo Sonoro Balears, Youthing o Radioaktivitat, más diversas promotoras, productoras, agencias de comunicación, centros de creación y gestión cultural, etc. Ingresos extra como DJ y liante.
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