Recogiendo palabras ajenas que enguantan aquí al dedillo, a todos los dedos: las metáforas son puertas giratorias por las que entrar, regocijarse y salir. Por eso, después de unos cuantos años militando en la versión más pop y naif de sus propias alegorías, Zahara (María Zahara Gordillo Campos, Úbeda, Jaén, 1983) decidió volverse literal.
A la primera etapa pertenecerían los iniciales y muy prometedores La fabulosa historia de la chica que perdió el avión (Universal, 2009) y La pareja tóxica (Music Bus, 2011). A medio camino cabría ubicar los confirmantes Santa (2015) y Astronauta (2018), junto con todo el material que publicó posteriormente a aquellos primeros. Todos editados bajo el sello y casa de su propia creación, G.O.Z.Z. Records. A partir de ahí, lo literal: la literalidad de su enorme talento. Puta (2021) es una gabardina sin botones, y si para ella esa auto-autopsia salvajemente lúcida, violentamente creativa, convirtió el disco en importantísimo en lo profesional y en lo personal, para el resto del mundo solo cabe verlo como un disco que ya es históricamente valiente y valientemente histórico. Como colección de canciones y como colección de dolores.
Al hito le ha ido saliendo prole: las revisiones y colaboraciones de Reputa (2022), más las rarezas de Madre (2022). Una de las encarnaciones para sus hiperalabados directos es «La Puta Rave», espectáculo que traerá a las Festes de Sant Sebastià en una de las jornadas extra más allá de la revetla del jueves. Será la del sábado en Plaça Joan Carles I a las 21:45h; a las 21h telonea Marc Mas, tercer premio en el último concurso Pop-Rock.
Advertencia: es la última vez que la artista llevará este espectáculo al escenario.
Advertencia: que vaya quien quiera tener la sensación y la certeza de estar aprovechando la vida.
¿Qué tal el trabajo, el piso y la pareja? (En 2017 publicó la novela Trabajo, piso, pareja en Editorial Aguilar).
Creo que bien. El problema es la presión de tenerlo check, hecho, completo. Justo ahora empezamos a entender que la pareja no es necesaria, sobre todo para las mujeres. Ser feliz sin pareja ha sido algo difícil de concebir. Sobre el trabajo, nos hemos obsesionado con él. Quizá estamos viviendo un pequeño cambio de aceptación de que el trabajo no es lo más importante. Espero que acabe por instaurarse algún día. Y sobre pareja y sobre todo hijos estamos claramente en el momento en el que menos se tienen. Yo el hijo y el trabajo ya los tengo. Cuando escribí el libro había una presión por conseguirlo todo al llegar a la treintena, o así lo sentía yo. Afortunadamente esto va cambiando, o al menos para mí.
Rigoberta Bandini publicó en la misma editorial el poemario Vértigo sobre la crisis de los 30. ¿Se viene crisis, y obra musical o escrita, para cuando cumplas 40 este septiembre?
Al final todo es una cuestión social. La sociedad nos empuja a quedarnos con según qué cosas en según qué momentos. Los 40 suenan muy grandes pero en mi cabeza me sigo sintiendo bastante adolescente. De hecho estoy viviendo como una segunda adolescencia porque la primera fue terrible. Tengo una manera de enfocar lo que voy haciendo desde la superjuventud, aunque luego vaya creciendo y revisando. Pero es cierto que suele haber una crisis. Y también que yo a los 39 ya sentí mucha crisis. «Se va a acabar un momento», «va a pasar algo»… Creo que todo se verá reflejado en lo que escriba, aunque me doy cuenta de todo ello y trato de poner algo de razón, de saber que no existe, que es una crisis imaginaria porque estoy mejor que nunca. Supongo que sí hablaré de llegar a la madurez, pero para septiembre no me da tiempo.
Si te sirve, mi abuela dice que los 39 son los nuevos 38.
Claro. Ya hablaré de todo eso a partir de los 40, que son los nuevos treintayalgo.
Y ahí mismo también Gata Cattana publicó La escala de Mohs, donde escribió: «Todo el mundo se vende. Todo el mundo tiene un precio. Yo me vendí por tres milímetros de iris azul tanzanita en cada ojo». Así que una pregunta fácil, ahora mismo, a las 10 de la mañana: ¿cuál es tu precio?
Era una diosa. Qué pena no tenerla aquí. Era pura inspiración. Llegué tarde a descubrirla. Ojalá hubiese podido escuchar su música y leerla antes, verla en directo… Supongo que sí tengo precio. Me cuesta ponérmelo, por eso tengo un mánager.
Semaforismo: conclusión a la que se llega mientras se espera en un semáforo en rojo. ¿Ahí han nacido también canciones? (En 2014 publicó los 83 pequeños poemas Semaforismos y garabatonías junto a la ilustradora Rebeca Khamlichi; garabatonía: dibujo que se realiza mientras se espera al teléfono).
Sí, por supuesto. Las canciones me nacen en todas partes. Los semáforos son un lugar fantástico, sobre todo si vas sin móvil. Si vas mirándolo todo el rato nos limita para aburrirnos e imaginar. Pero esos semáforos de minuto y pico, larguísimos, en los que puedes observar a la gente, me parecen superinspiradores. Tomo notas para canciones en cualquier sitio, aunque ahora ya menos porque discuto poco. Hace unos diez años tenía una pareja con la que discutía muchísimo, y cada vez que me daba su opinión lo hacía fantásticamente, y tomaba nota de cada cosa que me decía. Tengo una canción bastante antigua, «El caso de emergencia» (en el álbum La pareja tóxica), que habla de él intentado explicarme sus celos porque todas sus metáforas eran espectaculares. Los semáforos son lugares de inspiración, pero también cada día. Ayer, conversando con una persona que acababa de conocer, me dijo una frase que le dije «perdona, la tengo que apuntar porque esto me va a llevar a algún sitio».
Entrevistando a una artista joven pero ya con recorrido muy estimable, me dijo «me considero ecléctica y que me reduzcan a un adjetivo me resulta doloroso». Diría que a ti hace ya unos cuantos discos que no se te puede reducir a un solo término. Por ejemplo, reducirte a indie.
Sobre todo porque el indie ha acabado reduciéndose a un estilo muy concreto. Durante un tiempo quizá pudo ser muchas cosas, o quizá era simplemente la música de quienes no estábamos en multinacionales. Daba un poco igual qué música hicieras siempre y cuando fueras independiente. Se unieron equivocadamente muchos términos. Hoy sí puede representar un sonido, a unos festivales que suenan a eso, que giran en torno a unas claves sónicas. Y ahora mismo estoy bastante lejos de eso. Lo he sido y funciono ahí, no reniego, pero es una de las muchas, muchas etiquetas que puedo tener. Quizá sí «ecléctica»… me suena a mí, podría haberlo dicho perfectamente. Pero también podría tener connotaciones negativas en el sentido de que no te sabes definir. A veces hay obsesión por catalogar estilos o personas. «Ecléctico» debería ser mucho más positivo de lo que nos inspira a priori. Quien entre en mi Spotify se encontrará con Madre, un disco de rarezas que incluye la primera canción que escribí con 12 años, pero también con el remix súper oscuro de Natalia Lacunza, luego Reputa, un disco de colaboraciones, o Puta. Son discos que no tienen nada que ver uno con otro. Y no me parece algo negativo. Me gusta que la música de mi vida me haya afectado y marcado y se note en cada paso o disco que doy.
Esa misma artista, que eras tú (en entrevista de 2016 ante su concierto en Palma para presentar Santa), hablando sobre la autoedición y también en general, afirmaba: «No hay mayor satisfacción que equivocarse con tus propias decisiones». ¿Ves errores en Puta?
No me lo habían preguntado nunca, y mira que me han preguntado sobre Puta… Puede que sí, por ejemplo pequeños errores tontísimos como escuchar «Médula» y decirme «la estrofa debería ser el estribillo». Pero le veo pocos errores. Precisamente es un disco fruto de muchos errores del pasado, de muchos dolores y violencias, de no haber sabido cuidarme, de ponerme a mí en primer lugar. Recoge tantos errores de tantas épocas que noto que en su creación hubo bastantes aciertos, en producirlo con tanto tiempo, sin prisa, en cómo no tuve pudor ni vergüenza a la hora de hacerlo. Precisamente el impacto que tuvo o algunas consecuencias negativas no me parecen errores. Que de repente la extrema derecha malinterpretara mi portada y quisiera censurar un concierto (en 2021 Vox censuró el cartel de la actuación que la artista finalmente ofreció en el Toledo Alive Festival) no lo veo como un error sino como parte del acierto del disco. El llevar la conversación más allá de la música y que se hable de la censura en 2021, el decir «¿estamos ahí, a este año, a estas alturas?». En general es un disco que tuvo más aciertos que errores.
Tras Puta llegó su reinterpretación colectiva en Reputa y ahora sus rarezas en Madre. Te cuesta separarte de ese disco.
Me cuesta y no. Me cuesta porque es un disco importantísimo. En abril-mayo hará dos años, que tampoco es tanto para un álbum. Vamos muy rápidos. Sacas un single y parece que enseguida tienes que sacar contenido nuevo. Parece que suene a vieja, pero en mi época, con veintitantos o treinta, podías sacar un disco y parar tranquilamente tres años, girar y plantearte el siguiente. Ahora hay prisa y urgencia por sacar música. Dos años me parece razonable para estar tocando y despidiéndose de un disco. Por un lado me cuesta porque creo que todavía está vivo, pero por otro sí me apetece salir de él. Salir a lo nuevo, crear nueva música, desprenderme de su dolor y ponerme en otro sitio.
¿Qué es «La Puta Rave», el espectáculo que traes a la revetla de Sant Sebastià?
Va a ser la última vez que la hagamos. Este año se acaba Puta, y este año habrá muy pocos conciertos en formato rave, pero ya desligados de Puta. Para que veas que sí me sé separar. ¡Es broma! Pero serán muy diferentes. La de este sábado será la última tal y como la tenemos montada, que nació con la electrónica que hay en Puta. Recuerdo que al inicio de la gira mucha gente nos decía que el final del espectáculo les parecía una rave. Y me chocaba porque en las raves no hay canciones, o por lo menos a las que a mí me gusta ir. Cada noche pasa algo único, y quería traerme eso a mis conciertos. Que las canciones se enlacen, todo remezclado, incluso con canciones de otras personas, no solo las mías. Que me cante Rocío Jurado, o Madonna, o Britney Spears. Mujeres a las que admiro, que son potentísimas y que han hecho mucho por las mujeres en la historia de la música. Y también quería traerme la sensación de seguridad que he sentido en las raves, de espacio libre, de espacio de expresión. Tanto en el escenario, donde puedo bailar en tanga si me apetece o cantar como una folclórica o hacer quince minutos de música electrónica cercana al techno, como en el público. Tenerle bailando, que ellos y ellas puedan bailar y expresarse como les apetezca, sintiéndose libres. Eso es «La Puta Rave»: un show donde la música y el baile son muy importantes, pero lo político y la reivindicación también.
Te veremos santa, puta, reputa, madre y sobre todo alienígena, marciana (títulos de sus discos).
¡Todas! Es un lugar para ser todas las que quiera. La penúltima fue justo hace una semana en Canarias, alocada y fuera de control en el mejor de los sentidos. De muchísima diversión y expresión. Me temo, advierto que pasará algo parecido en Palma porque el hecho de ser la última le da un valor añadido.
¿Quieres que te pregunte por Shakira y Piqué o pasamos?
Pasando, la verdad. Solo diría que quién soy yo, que hago canciones sobre las cosas que me pasan, para juzgar lo que haga cualquier persona con las suyas. A favor de utilizarlas siempre para expresarse y ser honesta.
¿Qué le parece todo esto que haces a tu tío?
Pues no lo sé. Ni idea. Es tío tercero, es primo segundo de mi padre. No tenemos relación de tío. No me prepara los táperes para el fin de semana como hace mi tía en mi pueblo. Pero sí hemos tenido relación cercana, ha estado atento a lo que he ido haciendo y cada tres o cuatro años hemos tenido algún encuentro. Me consta que su pareja Jimena sí escucha mi música, pero con él hace mucho que no hablo aunque tenemos muchas cosas en común. Aunque ahora mismo estoy en un lugar tan de la electrónica y tan mío que sí me han podido llamar más otros artistas con los que también pueda tener vínculo. Para mí Sabina es más alguien con quien he tenido el privilegio de estar en su casa hablando de música, de arte o de cultura, y él es historia viva de este país. Ha sido más como persona a la que admiro que como sobrina. Jimena y él tuvieron un gesto muy bonito la primera vez que toqué en Madrid, en el Café Libertad 8 (histórico local del barrio de Chueca, núcleo desde finales de los años 70 de la nueva canción de autor), cuando me enviaron un ramo de 24 rosas. Es lo más de tío que ha hecho, hace como veinte años. Me encantó, me quedé patidifusa. Ponía «que vaya muy bien el concierto, besos de Joaquín y Jimena». Pensé «¿quiénes son?, se deben haber equivocado… a ver si es Joaquín Sabina». Pues sí, eran ellos.
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Periodista de Cultura desde 1997. Lo último, 18 años en Diario de Mallorca (también como diseñador editorial). Antes recuerda haber pululado por Cadena Ser/Radio Mallorca, IB3 TV/Ràdio, Mondo Sonoro Balears, Youthing o Radioaktivitat, más diversas promotoras, productoras, agencias de comunicación, centros de creación y gestión cultural, etc. Ingresos extra como DJ y liante.
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