Tuve el placer de descubrir a Miquel Serra hace tan solo un par de meses, tenía que escribir sobre la publicación del primer sencillo de este trabajo. En principio pensé que sería el típico cantautor (ya me entendéis), no obstante hubo un dato que me llamó la atención sobremanera: Miquel, considerado como uno de los representantes del folk mallorquín, es ibicenco de nacimiento, y eso me intrigó. También el hecho de que una de sus antiguas canciones, «Dersu Uzala», se titule como una de mis películas favoritas, la maravillosa Dersu Uzala de Akira Kurosawa, curiosamente de 1975, año de nacimiento de Miquel. A partir de ese momento me sumergí en el misterio de su música, algo tan hermoso que se debe preservar del mismo modo que hacemos con la intimidad de los que amamos.
Miquel Serra, cantautor, músico multiinstrumentista, compositor, letrista, escritor, ibicenco de nacimiento y manacorí de adopción, acaba de presentar Una casa és pànic (Foehn Records, 2022), décimo trabajo en su discografía, el cual se publicó el pasado 18 de febrero.
Esta obra supone una transformación en su música hacia un trabajo grupal, más que en ningún otro álbum de su carrera. Las canciones evolucionaron desde un estado embrionario hasta su forma definitiva gracias a la experiencia, el virtuosismo y la aportación de Miquel Perelló (batería), Michael Mesquida (bajo) y Jorra Santiago (guitarra), con quienes ha formado una banda que le acompañará también en los directos. Además, la grabación y mezcla a cargo de Sergio García Pérez ha permitido llegar a sonidos, texturas y ambientes poco habituales en la música nacional y menos aún en la balear, dándole una vuelta de tuerca de complejidad y profundidad a sus melodías en una comprometida amalgama de estilos.
Quisiera destacar también las colaboraciones vocales de Soleá Morente o Simó Femenies, que enriquecen la ya de por sí alta calidad de la obra. El álbum está masterizado por Sergio Molina en Moba Studios (Madrid) y el artwork de la portada y los dibujos son de Tomeu Aguera.
Pop folk , trip hop y cintas de vídeo
Una casa és pànic es un disco de una inquietante sensibilidad y belleza, aunque confeccionado desde la consciencia. Se adentra en tus oídos fluyendo hacia tus órganos internos para ensamblarse con las entrañas. Contiene canciones tan hermosas que duelen, canciones como: «L’amic que no s’en va», segundo corte, que más que ser escrita pareciera haber sido parida. Fue por esta canción que decidí escribir sobre este disco, que me enganchó desde el primer instante.
El primer corte, «Els ballarins», que es también el primer single de este trabajo, es el más pop (si se puede etiquetar así). Casi diría que es más cercano unos The Cure más coloristas de lo habitual, aderezado con las vibrantes guitarras acústicas de Jorra Santiago, mientras que el tremendo videoclip parece sacado de la película El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, de Peter Greenaway.
«Amèrica dorm», tercer tema del disco, emana soledad y grandes espacios abiertos. Nos encontramos ante una abstracción reflexiva de una sutileza Lynchiana, digna del mismísimo Angelo Badalamenti. «Quadre lleial», en cambio, es un viaje en el tiempo que se inicia en un tímido dream pop con bases minimalistas que concluye fundiéndose en un exuberante arabesco a través de la poderosa voz de Soleá Morente, contrapunto musical en clave de jondo al sampler de los susurros de Carlota Serrahima en Der Himmel über Berlin de Win Wenders. Absolutamente gloriosa.
«El somni repetit», con dos acordes repitiéndose de manera monótona para reforzar aún más el título, nos permite vislumbrar retazos de unos tardíos The Jesus and Mary Chain perdidos (como una servidora) en la traducción. El siguiente corte, la desgarradora «Entorn de serena violència», supone una mirada crítica a las relaciones con nuestro entorno más cercano (familia, amigos…), cuando este nos impone determinados roles y servidumbres que nos mantienen esclavizados, pero que acatamos por el miedo a ser expulsados del clan. En mi humilde opinión, la familia nos llena la mochila de falsas creencias y férreas estructuras, además de una carga genética que debemos sobrellevar con mucha paciencia, pero sobre todo amor.
La más acústica de todas ellas, «Desemparament», es una hermosa balada oscura que destaca por su sencillez, pero probablemente lleva implícito el mensaje más duro de todo el álbum. Trata de un anciano senil que pregunta por su esposa ya fallecida desde «el edifici blanc», que es en realidad el geriátrico en el que se encuentra. Esta canción es una de las preferidas del compositor, que tenía la ilusión de que fuera cantada por Raimon, ya que le quedaba que ni hecha a medida. Lamentablemente declinó la oferta a causa de su avanzada edad, qué triste paradoja.
Envuelta en una delicada melancolía se presenta la maravillosa «Hores i més hores» (una de mis preferidas), con la sugestiva voz de Simó Femenies sobre evocadoras reminiscencias melódicas de bandas como The Clientele o Radiohead, y que habla de recuerdos que se destiñen a causa de la distancia y el silencio.
Por último, «El gran vidre» está basada en la obra homónima de Marcel Duchamp, que fue un artista y ajedrecista francés muy controvertido. Las pinceladas de jazz con vientos de Pep Garau (trompeta) y Tomeu Coll (trombón) reposan sobre una base de oscuro trip hop al más puro estilo Portishead, salpimentado con una pizca de Air. El tema trata sobre el paso de la certeza a la duda, que desemboca en la más tenebrosa incertidumbre.
Después de la audición de esta pequeña joya solo nos queda recuperar el perdido arte de mantener un secreto. Yo no he podido.
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Psycho Dj. Perdida en un laberinto sonoro del que no quiero salir...
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