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Publicado el 14 abril, 2023

Santi Liébana: «La diferencia entre terror y comedia es el final»

Por Conejomanso
Santi Liébana - Mallorca Music Magazine

Santi Liébana es monitor de gimnasio desde hace más de veinte años. Y dicen que muy bueno. Que os de igual porque es la anécdota: Santi Liébana es observador, es lúcido e inteligente, es rápido, muy muy rápido, es un portento sobrecapacitado para explicarte lo que te pasa, lo que le pasa y lo que nos pasa. Santi Liébana escribe sagaz y maravillosamente, coordina, anticipa y remata como pocos. Y no es periodista: es monologuista.

Viernes 21 de abril y varias fechas más

Santi Liébana en Rívoli Comedy

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No empezaré haciendo un chascarrillo simplón sobre gimnasios y cerebros. Para eso están las shakiras y piqués. O el humor de Dani Rovira. Sí empezaré afirmando que siempre has estado muy, pero muy por encima de la media. Supongo que te has dado cuenta.

¿De tonelaje?

Reitero: el nivel estándar mayoritario del humor en este país es plano, blanco, inocuo. Es de suponer tu voluntad concreta ya desde tus inicios de facturar un humor por encima de ello.

Tampoco tengo la comedia más elevada del mundo.

Cierto, no haces humor intelectual. Pero tampoco es habitual lo que tú haces: exiges a tu audiencia.

Sí es cierto que hay una evolución desde los chisteros o monólogos tipo Club de la Comedia o Paramount Comedy, de comedia costumbrista u observacional, hacia cómicos con un stand up digamos de punto de vista u opinión. Otra cosa es que no sean tan conocidos. Lo mismo en la música: la masiva es la de consumo fácil. Pero tampoco puedes complicar la vida: si anteayer estábamos en un bar de Palma donde tirar de chistes populares funciona mejor, el cómico elije. Tal vez le gustaría hacer algo, como decía, buscando un punto de vista. Digamos con más capas. Pero igual ni puede. Al final quien llega a mucha gente, incluso teniendo capacidad para hacer cosas más elaboradas, tiene que hacer propuestas más simples.

Entrevistando al guionista y director de cine Daniel Sánchez Arévalo y al humorista Ignatius Farray me sorprendió la coincidencia: el nivel en España es el que es porque no te dejan que sea otro. Los de las corbatas, los despachos, los que deciden, no te dejan. ¿El humor de calidad en España es underground?

Estoy de acuerdo y no sorprende esa reflexión viniendo de gente como Ignatius. Si hay que meter algo en una cadena generalista para un gran espectro de gente no se puede pisar charco. Meterte con según qué. No ya en una televisión nacional, es que ni siquiera autonómica: por ejemplo, no puedes hacer un chiste de El Corte Inglés.

Me he pasado casi treinta años obligado a escribir en los textos «grandes almacenes». Aunque la noticia fuera de cariz positivo.

Exacto. Y luego hay otra cosa muy rara: en España todo empezó al revés. En Estados Unidos se empezó a hacer comedia en los sótanos y burdeles, y con el paso de los años se llegó a la televisión. Aquí fue al revés: cierto productor muy famoso que, como decíamos no mencionaremos su nombre sino solo que pasó por una gran familia de payasos, se puso a plagiar formatos estadounidenses en un programa llamado Ni en vivo ni en directo, una especie de Saturday Night Live (SNL) con monólogos tipo Seinfeld, un estilo que aquí conocimos a través de las series, y con todo eso se empezó directamente por la tele. Cuatro directrices para unos monólogos que, al menos en las primeras temporadas, igual hacía gente como Belén Rueda. No porque sea ella, sino porque eran guiones muy genéricos que enroscaban a un actor o presentador, o alguna sección concreta uno u otro programa.

Es muy curioso y muy cierto como actualmente parece que no se puede decir que ese productor y humorista era Emilio Aragón. Como curioso y cierto que hoy es impensable un sketch como en el que salía esnifando las líneas blancas de una carretera a modo de cocaína.

Que se pueda o no… ese topicazo de los límites del humor. Volvemos a lo mismo: lo suyo es contextualizar. Se venía de una época de liberación tras la muerte de Franco. Aunque por lo menos hasta 1977-78 hubo detenciones por homosexualidad. Pero en ese contexto «general» de liberación la provocación incluso se aplaudía.

Cierto, ese topicazo. Hoy día nadie cantaría aquello de Martes y Trece: «Soy maricón / maricón de España / Siete letras como siete días trae la semana / Vestido de lagartera, de albañil o de fiscal / Y me importa un comino / que la gente por el camino / de mí quieran murmurar».

Esa liberación hizo perder muchos filtros. Pero también que tras ese sketch de Emilio Aragón viniera un programa de Informe Semanal en el que se preguntaba a la gente si veía la homosexualidad como una enfermedad. Se dice que en los años 80 había menos censura, pero por contraste había mucha más en otros muchos aspectos.

Pues fue este mismo año cuando un gran humorista dijo: «Al humor no hay que ponerle límites, solo contexto».

Exacto, sabiendo que tus límites pueden no ser los mismos que los míos. Y luego están los humoristas que dicen eso pero luego no les gustan los chistes sobre monologuistas.

¿Eso pasa hoy?

Claro. Mira los vídeos de David Suárez, alguien que ha sido censurado y hasta juzgado. Tiene uno sobre los cómicos que resulta que no hizo mucha gracia. Tiene que haber límites. Por ejemplo, hablar de cáncer. O de la muerte. A un grupo de chavales de instituto les afectará menos y podrán reírse más porque les pilla muy lejos. Pero si tienes ya una cierta edad y te ha tocado vivir algo relacionado con ello te puedes reír como forma de superación, pero igual no te apetece o no le ves la gracia. El tema de las emociones por perfiles de edad está muy estudiado. Por ejemplo, el «caca-culo-pedo-pis» funciona mejor en gente mayor que en gente joven, mientras que el absurdo no funciona entre la gente de más edad. Consideran el absurdo como absurdo, no como humor o coña.

Santi Liébana - Mallorca Music Magazine

¿Hay una frontera en Muchachada Nui?

Es la frontera entre lo que se hacía antes, de un perfil casi exclusivo aunque existiese el humor de absurdo, y lo que se empezó a hacer después con Muchachada, La hora chanante, o Paramount Comedy cuando empezó a meter gente nueva a saco prácticamente sin ningún filtro. Marcó un cambio en la forma de hacer comedia.

Siempre he pensado que tal vez el concepto «monologuista» no es correcto. Sería mejor «observador». Por lo menos para los más interesantes, porque no todo el humor nace de la observación de la realidad. ¿El observador nace o se hace?

Va más con la evolución de cada uno. Pero es verdad que monologuista es demasiado amplio. El trabajo de Dario Fo son estrictamente monólogos y no tienen nada que ver con el stand up. La diferencia con respecto a lo que nos gusta a la escuela mallorquina de Juma, Yunez o mía, es esa observación y lo que hablábamos del punto de vista. Son los dos aspectos básicos: un núcleo en el que metes las cosas que ves que han cambiado o que son nuevas, o que ves incoherentes, o que te afectan mucho personalmente. Y luego sobre todo eso metes tu punto de vista. Sobre cada estructura o cada bloque que eliges, que luego defiendes con una opinión. Es otra manera de hacer monólogos, y las otras son igual de respetables. Curiosamente en música se diferencia en estilos, pero en el monólogo, no. Por eso a veces choca el contexto: alguien puede ir a ver un stand up que creía digamos «comercial», lo que yo llamo «actuaciones de jueves en discoteca», cómicos de «me ha dejado la novia», «me ha vuelto a dejar la novia», de temas convencionales. Y luego ese público se encuentra con otro perfil de cómico y no le gusta.

Yendo ya directamente a la comparación entre España, o Europa, y el modelo estadounidense. Abriendo el espectro al máximo, mirando desde Bill Maher a programas tipo Jimmy Fallon, la diferencia esencial a menudo es una: tienen ocho, diez, doce o catorce guionistas trabajando para la «figura» que pone el nombre al programa.

El SNL tiene treintaypico guionistas. El Weekend Update, una minisección de noticias de cinco a diez minutos, tiene su propio equipo de gente escribiendo. Lo comentábamos hace poco: hay un programa de radio en una emisora nacional presentado por una cómica y un cómico [Cuerpos especiales, en Europa FM, presentado por Eva Soriano e Iggy Rubín], de lunes a viernes, que tiene solo dos guionistas. Si eso lo extrapolas a la televisión, un late night como La Resistencia, que se emite de lunes a jueves, tiene seis o siete guionistas. Es como comparar la ACB con la NBA pero no la actual sino la de hace treinta años… [la conexión telefónica se entrecorta].

Te pierdo…

Salgo a la calle, que estaba metido en un despacho. ¿Me oyes ahora mejor?

Perfecto.

¿Dónde estábamos?

En Fernando Martín, cuando llegó a la NBA.

Pues ni más ni menos. En España la comedia del stand up y derivada tiene veinte años, cuando en Estados Unidos viene ya del vodevil, con más de un siglo y setenta u ochenta como espectáculo en locales propios de comedia. Ahora aquí ya hay alguna cosa online si quieres ver algo más. Alguna con gente de El Mundo Today, o incluso gente de teatro que dan cursos de monólogo. Pero te vas a Chicago o Los Ángeles y es como irte a un conservatorio.

¿Tú trabajas solo al 100%?

Una cosa es que tengas un grupo de amigos con el que eres más o menos afín y con el que compartas ideas que se te hayan ocurrido. Pero, realmente, hasta que he caído en Rívoli Comedy, Fesjajá o Cómo está Wally, el trabajo ya no era solo a nivel de guion, sino que todo era autoescrito y autoproducido. Si quieres actuar con unas condiciones mínimas en las que estés a gusto, hasta hace nada lo único que podías hacer era directamente montarlo tú mismo. Buscar el local, sacar el CIF de una asociación, crear el sistema de venta de entradas, etc. Ya no solo crear el texto.

Las veces que he leído en la misma frase «Santi Liébana» y «viral» han sido ya unas cuantas. Pero en el fondo lo de las redes sociales debe resultarte una tiranía. Ya no es solo pensar en cómo llevar tu contenido a redes, sino directamente en crear contenido específico. ¿Cuántas horas te roba?

Te puedo hablar de esta misma mañana. Twitter por ejemplo me va muy bien para tirar ideas. No tanto para saber si un chiste funciona o no sino simplemente para ver si pica la atención, que también es muy importante.

Pero lo fundamental es lo que he hecho dos horas antes de esta entrevista: las redes te obligan a derivar una cantidad de trabajo, de publicidad, que antes se centraba en la televisión. Si no salías no eras nadie, y punto. O en la radio hace cincuenta años. Pero hoy la exigencia de redes está por encima, y los que no tenemos una productora detrás ya sabemos que no genera ni para un sueldo.

Mi dinámica general, digamos en YouTube-Instagram-TikTok, es que cuando tengo una idea, cuatro o cinco chistes, que sumen un minuto, antes simplemente la escribía, la soltaba en Twitter o en un bolo, y ya. Pero hoy día, o esta mañana, la tienes que grabar o coger un extracto de la actuación de anteayer. Además bien grabado, que por eso hemos recurrido a un chaval, por supuesto a precio amigo, que venga con su cámara, y poner también yo la mía que cuesta 700 € y ni de lejos es la mejor del mercado…

Todo esto para una actuación del otro día en un bar de Santa Catalina, no en el Teatro Real. Descargarlo, editarlo, subtitularlo, volver a editarlo, subirlo en cuadrado para una red social, en vertical para otra y en horizontal para otra. Por tanto, en un minuto de comedia, cinco o seis chistes, ahora puedes echar media mañana de trabajo.

Con Fotolog y MySpace vivíamos mejor.

Desde luego le dedicabas menos esfuerzo. Pero hay que entenderlo así, es el juego y son las reglas: a fecha de hoy la gente que pega el salto al gran público es porque ha funcionado en redes sociales.

Así como hay una tiranía y una dictadura evidentes del físico en televisión y cine, ¿la hay en la comedia? A veces da la impresión de que lo importante para que te den cancha y dimensión es tener una cara bonita, y lo de menos es que tu texto sea insulso o lleno de clichés mil veces oídos.

La hay, pero volvemos a lo mismo: no es una tiranía de la comedia, sino de la sociedad. Hay estereotipos, aunque se diga que no, que responden a microrracismos y micromachismos. Ahora afortunadamente hay mucha más mujer haciendo comedia, pero mayoritariamente parecen responder a unos patrones físicos muy comunes: treinta años, cinco arriba cinco abajo, no excesivamente guapa para no cosificarla, pero como en la típica entrevista de trabajo que pone «se exige buena presencia».

Sí he notado cosas, por ejemplo, en el caso de Yunez: de padres nacidos en España pero de origen marroquí, ha notado racismo. Chicas que cuando van a un bar notan machismo. O yo mismo, cierta gerontofobia. Haber empezado con cierta edad, casi cuarenta años, para una productora o sala o profesionales relacionadas como guionista, hace que aunque sea el mismo trabajo prefieran a una persona más joven que les encaje más a nivel visual o, mejor dicho, a nivel social. Y no se trata solo en la comedia.

Santi Liébana - Mallorca Music Magazine

Lo dijo Billy Wilder: el género más difícil del mundo es la comedia. Para hacer reír no vale cualquiera: tienes que ser muy inteligente.

A la hora de monetizar podría ser más listo de lo que soy. También podemos fliparnos y hablar de inteligencias múltiples. ¿Sergio Ramos parece tonto? Pues ha jugado veinte años en la élite en una posición en la que necesitas coordinación, anticipación, etc. Igual, siendo finos, es listo para unas cosas y menos para otras.

¿La comedia requiere inteligencia? Requiere capacidad. Si quieres hacer algo más enrevesado o más elaborado que del tipo piso una cáscara de plátano y me caigo, o chistes de pedos y pajas, que siempre existirán, sí requiere una cierta inteligencia y cierta capacidad para crear un subtexto. Expresas una opinión, una forma de ver las cosas, que incluso si es un poco particular y lunática mejor, que sí requiere una cierta base de lucidez, agilidad a la hora de escribirlo. Y si quieres ponerte algo intelectual, cierta base casi filosófica.

Y al final no hace falta que midas las risas por minuto porque a menudo el mejor cómico de stand up no es quien suelta más chistes por minuto, que a veces sí, sino el que te expone ideas que te hace decir «esto nunca lo había pensado así y tiene razón». Eso también es generar comedia: no solo la simple risa, sino las ideas con subtexto.

Por otro lado, que sea más complicado hacer reír que sufrir, hacer drama, y lo dramático no es solo hacer llorar, ojo: si algo dramático es malo no se percibe tan rápido. Si algo cómico no funciona no genera risas al instante. Y el día que te va mal es muy cruel. Un drama. Pero te puedes comer una hora y media de teatro dramático o costumbrista, y como no hay una reacción inmediata del público, pasas y tragas.

Y precisamente, por mor de esa rapidez que te exige la profesión: ¿tú qué haces cuando ves que tu público no se ríe? ¿Cuáles son tus recursos más habituales e infalibles?

Exactamente, verlo y oírlo, o no oírlo, es evidente, instantáneo. Ahí entran tus recursos de cambio de ritmo y de energía, o de tipo de contenido. Nosotros, por ejemplo, trabajamos con diapositivas. Unas más visuales y otras menos. Sabemos que tenemos storytellings, normalmente de anécdotas, que pueden durar diez minutos. Si vemos que no funcionan, sea por el lugar o por un público con nivel de atención bajo, tienes que cortar e irte a chistes cortos.

Eso viene también de lo que hablábamos de las tiranías de las redes sociales. Ahora se estila mucho el crowd work, hablar con el público. Lanzas preguntas, te siguen o no, ven cómo te lías, el público se ríe porque has dicho algo muy raro o porque se ha puesto nervioso, etc. Todo eso viene precisamente de la intención de recaptar la atención y la tensión. Lo jodido hoy día con el ritmo de pantalla habitual es que en un monólogo de una hora la gente no mire el teléfono a los diez minutos.

¿Es rotundamente cierto que el público ha cambiado de manera radical? Antes salías a escena y por defecto te prestaban atención. Ahora, por defecto, no.

O como el otro día: gente que viene a tu espectáculo a las 20:30 h. y ha estado tomando copas desde las 19 h., que llegan ya debidamente ambientados, y están mirando el móvil en primera fila. Y gente de treintaypico o casi cuarenta años. Yo también soy el primero que reconozco que voy al cine y me cuesta estar dos horas atento únicamente a la película, o a un partido de fútbol.

Volviendo a la esencia del humor: si en Estados Unidos se señala como virtud esencial que los blancos hacen chistes sobre negros y los negros sobre blancos, ¿en España los payos hacen chistes sobre gitanos y los gitanos sobre payos?

El problema está en que muchas veces se hace comedia para intentar ponerse por encima de algo. Por ejemplo, se sabe que en los campos de concentración los propios judíos hacían chistes de su propia situación. Muchas veces el humor negro sale de esas situaciones poco o nada agradables. Carmen Romero, amiga de David Suárez, dos que hacen humor negro, el tema de la comedia le viene porque su hermano se suicidó. En ese caso la comedia le sirve para afrontar una situación, un problema, reírse de ello y ponerse por encima.

En España hay temas como por ejemplo el racismo del que no te puedes cachondear porque todavía no estamos por encima. Aquí es muy nuevo hacer comedia de solo chicas o LGTBI friendly. Esto, por ejemplo, se hizo hace solo unas semanas. Hablar de ciertos temas en un ambiente digamos cómodo para el público y para el propio cómico. Eva Soriano lo explicaba el otro día: puedes explicar qué es el dolor menstrual, pero yo como señor de 44 años lo voy a entender hasta cierto punto. La empatía va a tener un límite, lógicamente porque no lo he pasado. En Estados Unidos gente como Dave Chapelle llevan cuarenta años haciendo comedia de negros sobre blancos. Las Death Comedy Jam eran directamente espectáculos-gueto: de negros para público negro, y si quisiera ir público de otra etnia sabía que iba a ver comedia directamente sobre racismo. Seguramente, claro, como forma de superación muy madura.

En Palma, por ejemplo, casi no se han hecho espectáculos tipo Riot Comedy de solo mujeres, solo gente que ha venido de fuera. O LGTBI friendly. Solo se ha hecho con una cómica, no con cinco.

Santi Liébana - Mallorca Music Magazine

Un cliché de mi profesión: los periodistas son monologuistas frustrados. A menudo cuando quieres pulsar la actualidad lo mejor es ir a ver ciertos monólogos. Tú siempre te has querido pegar muchísimo a la actualidad.

El periodista y el cómico quieren contar cosas. Que suceden en general o que te suceden. Y compartes la intención o la necesidad de querer contar mucho en poco tiempo. En esta entrevista hemos repasado desde programas españoles de los años 80 hasta la comedia LGTBI friendly. La búsqueda de comunicación es un espacio común en ambas profesiones. Y otro que ya hemos señalado, que aquí está mal visto en periodismo pero no en comedia, es el punto de vista o la opinión.

Pero la función del periodismo no es contar lo que pasa: es explicarlo, que no es lo mismo.

No limitarse a comunicar sino también exponer algo que sucede. Desde cultura, tendencias o moda hasta historia más personales.

Entrevisté a Ignatius en la época del 15-M. Le pregunté si él también estaba indignado, y me dijo: «Por supuesto. Para hacer humor lo mejor es estar indignado y enfadado».

Sí, por supuesto. Luego viene tu manera de expresarlo. Es una de las bases de la comedia: las emociones, desde la tristeza hasta la indiferencia, desde el amor al enfado, que es una de las que más se explota. Si tienes que trabajar con un subtexto, con un sarcasmo, cuajará mejor no desde la indiferencia, el amor o el miedo, sino desde esa mezcla de enfado-desprecio-asco. Te permite usar bastantes más mecanismos. Lo que se llama el «conflicto benigno»: exponer un conflicto que no sea muy grave o que no esté superado. Puedo exponer mi cabreo sobre algo y será cómico cuando no sea de gravedad.

Hay quien lo forzó hasta límites insospechados, como Lenny Bruce.

Lógicamente si alguien habla cabreada sobre algo serio o grave, o de algo que está pasando en el momento que no está superado, no va a tener gracia sino tensión. La diferencia entre terror y comedia es el final. Si alguien se cae de culo te ríes a no ser que se parta el coxis y las vértebras L4-L5. El cabreo puede parecer muy lejano, pero es de lo que mejor funciona en comedia.

La cruz que se señala en tu profesión: tener que ser gracioso todo el día.

Por supuesto. Yo hay ratos del día que soy bastante sosete. Pasaba mucho con cómicos de vieja escuela, seguramente porque no estaba bien madurado. Sale de lo que llamaríamos «el gracioso de bar». Está muy bien y lo puede ser cualquiera, pero solo en el rato que le toca. Tu media hora o tu hora y cuarto. Pero quien intensa ser gracioso todo el día puede acabar incluso cayendo mal. Es un pesado, un cuñado de cojones.

Próximas vainas:

Vengo a mantener. Rívoli Comedy, viernes 21 de abril / 5 y 19 de mayo / 2, 16 y 30 de junio. 22h, 10€.

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Santi Liébana en Rívoli Comedy

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Publicado por:

Víctor Manuel Conejo Manso - Mallorca Music Magazine

Periodista de Cultura desde 1997. Lo último, 18 años en Diario de Mallorca (también como diseñador editorial). Antes recuerda haber pululado por Cadena Ser/Radio Mallorca, IB3 TV/Ràdio, Mondo Sonoro Balears, Youthing o Radioaktivitat, más diversas promotoras, productoras, agencias de comunicación, centros de creación y gestión cultural, etc. Ingresos extra como DJ y liante.

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