Y usted, ¿en qué lengua nos va a cantar?
La lengua como tal debería ser entendida como una herramienta de comunicación y cohesión. Quizás la más importante desde aquel día en que el primer homo sapiens aprendió a decirle a otro «nos tomamos la ultima y nos vamos», pero no siempre funciona así. El uso de la lengua en ámbitos culturales es motivo de discusión, recelos y discordia en muchos casos, la elección de la misma suele posicionar a menudo al individuo ideológicamente, lo cual ya de entrada me parece a mi «mucho suponer».
En disciplinas como la literatura o el cine, a nadie se le ocurriría valorar o juzgar una obra en función de la lengua utilizada para su creación o difusión, pero en la música sí, por desgracia.
Me consta que existe un público ya fragmentado que puede estar interesado por una obra musical en función de la lengua que utilice, porque así se nos ha educado, pero ¿hasta qué punto el artista es responsable de eso?
Como norma uno podría pensar a priori que cantando en la lengua materna o vehicular, siendo esta la que mejor se conoce, mejor y más fluida va a ser la comunicación con el público al que se aspira impresionar, pero todos sabemos que en la música existen muchos otros motivos por los cuales cantamos en una u otra lengua.
Vaya por delante que cada cual tiene que cantar o escuchar música en el idioma que le plazca y como buenamente pueda (como si es en kazajo), pero en comunidades como la nuestra se puede encontrar a menudo público que sólo escucha música en castellano, en català o in english, como si uno tuviese que elegir y defender esto desde su trinchera intelectual.
Cuando un artista decide a mitad de su carrera cambiar de idioma, inmediatamente saltan las alarmas para advertir al oyente de que posiblemente sea una oscura maniobra comercial.
Por otra parte, de sobra sabemos todos que el artista (llamémoslo así) puede tener otras motivaciones para elegir el idioma. Se puede elegir el idioma porque «mole» más o represente autenticidad (que es un motivo muy honorable e importante). Se puede elegir el idioma para que no se relacione con música asociada erróneamente a otra lengua que «no» nos gusta. Se puede elegir un idioma para poder recibir suculentas ayudas institucionales, y también, seamos honestos (y que nadie se escandalice por favor), también para que el público o la menor cantidad de gente posible entiendan lo que estamos contando en nuestra canción, y así evitar el bochorno que esto supondría.
Por otra parte, cuando un artista decide a mitad de su carrera cambiar de idioma, inmediatamente saltan las alarmas y la «Santa Inquisición» se persona para advertir al oyente de que posiblemente sea una oscura maniobra para tener más posibilidades comerciales. Esto ocurre especialmente cuando se pasa uno al castellano del català o del inglés.
Por una extraña asociación de ideas, se da por hecho que esta es la intención y que el artista es lo que busca, como si intentar llegar a más público no fuese lo normal para un artista. Otra cosa es si los resultados son los esperados, pues cantar en un idioma que no se conoce en profundidad, porque el músico nunca se ha interesado musicalmente en él, puede dar malos resultados, como hemos comprobado en más de una ocasión.
También se argumenta en muchos casos con razones basadas en lo que le conviene a un género a nivel lingüístico para preservar la autenticidad del mismo y demás «memeces» que huelen a sótano cerrado. Quizás por respeto a esa misma lengua, que convierte en auténtica cada palabra que sale de la boca del cantante, deberíamos prestarle más atención a cómo la ejecutamos y de paso preguntarnos si realmente la sabemos utilizar con solvencia y con el respeto que merece, no sea que llegue a oídos de los que sí la tienen como propia y se «partan la caja» al oírnos.
Fragmentar artistas y público en función de la lengua que se utilice nos hace un flaco favor a todos y aporta «cero».
También existen algunas teorías muy elaboradas de que hay lenguas más «musicales» que otras (las de los demás siempre lo son menos), y quizás haya algo cierto en esto, no digo que no. Hay lenguas con más vocales que otras, con más o menos esdrújulas y tal y tal, pero a la postre nada de eso tiene que ver con la buena o mala utilización de la misma, ni con el buen gusto, la honestidad y respeto hacia el público al que va destinada la obra y hacia uno mismo, que es lo único que importa.
Fragmentar artistas y público en función de la lengua que se utilice nos hace un flaco favor a todos y aporta «cero». Por fortuna, en los últimos años se van abriendo esas barreras al respecto, pues cada vez son más los artistas y público que no siguen esas consignas, y es grato comprobar cómo ocasionalmente artistas que cruzan la frontera autonómica o nacional con su propuesta tienen excelentes resultados con su propia lengua vehicular fuera de casa.
En pleno siglo XXI resulta una pérdida de tiempo absoluta para todos entender la música en un idioma como un género en sí. A lo mejor deberíamos hacer como Julio Iglesias, cantar en todos los idiomas posibles y disparar a todo lo que se mueva, pero es sólo una idea.
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Músico, cantante y compositor en Urtain. Colaborador musical en Cadena Ser / Radio Mallorca. Redactor en Mallorca Music Magazine.
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