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Publicado el 11 abril, 2021

El placer de lo exclusivo

Por Julio Molina
El placer de lo exclusivo, por Julio Molina - Mallorca Music Magazine

Se nos llena la boca de agua y un escalofrío recorre nuestro cuerpo en el mismo instante en que nos damos cuenta de que hemos descubierto a ese grupo o artista que nadie conoce.

Es un placer inigualable pensar en la cara que pondrán nuestros amigos cuando descubran, gracias a nuestra infinita sabiduría y buen gusto, algo que desconocían.

No es nada nuevo ni exclusivo del ámbito musical, pero quizás en éste la vanidad y el esnobismo roce a veces lo patético y haga que nos comportemos como auténticos idiotas.

Descubrir cosas nuevas es bueno, que duda cabe, y nuestra capacidad para separar el grano de la paja puede hacer que incluso levitemos de placer al sentirnos especiales, pero… ¿eso significa que nuestro criterio está por encima del resto de los mortales?

…en estos tiempos en los que cualquier mortal con un móvil puede acceder a toda la música del mundo habida y por haber, convierte ese ejercicio de vanidad y onanismo en algo ridículo.

Todos tenemos algún amigo así, que lo sabe todo antes que tú y que disfruta demostrándote que eres un ser insignificante si escuchas los discos que suenan en radiofórmulas y anuncios de coches, discos que escucha también esa patética mayoría. El problema es cuando esto se convierte en «tendencia», que es un poco lo que está pasando cada vez más y se ha convertido hoy en día en una auténtica plaga.

Quizás antes de la explosión de la música en streaming y de que uno acceda a lo desconocido pulsando el botón de «artistas similares», todo eso tenía algún mérito (o tampoco), pero en estos tiempos en los que cualquier mortal con un móvil puede acceder a toda la música del mundo habida y por haber, convierte ese ejercicio de vanidad y onanismo en algo ridículo.

Asumimos por defecto que lo desconocido o aún no asimilado por la mayoría tiene un valor añadido, aunque a veces ni siquiera nos guste de primeras, como seguro nos ha ocurrido más de una vez, y hayamos tenido incluso que esforzarnos un poco para ello. Lo que nos gusta aún menos es que a la pescadera del barrio también le guste, o simplemente lo conozca, eso sí nos pone de los nervios y, automáticamente, cuando esto ocurre, se le resta al artista de marras diez puntos en nuestra absolutista escala de valores.

«Molaban más al principio» es la frase favorita, sin duda. A partir del instante en que ya le gusta a todo el mundo nos deja de gustar a nosotros.

De la misma manera que nos atraen magnéticamente los bares o restaurantes donde no cabe un piñón y estamos dispuestos a hacer cola o incluso humillarnos para que nos dejen entrar, como si la excesiva demanda en esos casos fuese garantía de algo (con la comida no se juega, claro), con la música ocurre a la inversa, y una extraña necesidad de justificar nuestra superioridad intelectual hace que caigamos en la trampa de rechazar por defecto lo ya convertido en popular, musicalmente hablando.

«Molaban más al principio» es la frase favorita, sin duda. A partir del instante en que ya le gusta a todo el mundo nos deja de gustar a nosotros. A partir de ahí nos pasamos por el forro nuestros criterios musicales y a otra cosa mariposa, a seguir descubriendo mundo y, cada vez que venga alguien y nos diga, por ejemplo, «¿has oído a The War on Drugs?», ya tenemos patente de corso para poder mostrar nuestro supremo criterio con la más arrogante y ofensiva risa floja.

En algún momento dejamos de pensar en criterios estrictamente musicales y ese pobre grupo, al que tanto le ha costado conseguir esa cuota de éxito que le permita pagar el alquiler y un plato de macarrones, ya deja de gozar de nuestro favor y lo metemos directamente al cajón de objetos desechables. Una lástima, nos perdemos mucho porque eso nos obliga a esperar a que el artista caiga en desgracia artística para volver a recuperarlo y volver a sentirnos especiales, y vuelta a empezar otra vez.

Eso, claro, nos convertiría en héroes, que a lo mejor es un poco lo que queremos ser todos.

Afortunadamente para esos pobres artistas que por fin comen de la música, miles de pescaderas, taxistas o mecánicos, se lo pasan bomba y compran las entradas de sus conciertos para así compensar nuestra destacable ausencia. Son ese público, cada vez más mayoritario, que entiende la música simplemente como parte de sus opciones de ocio, sin más pretensiones. Nosotros, claro, lo llamamos «cultura» y dedicamos nuestro preciado tiempo a seguir buscando pepitas de oro en el garito más cool y exclusivo del otro lado de la ciudad, mientras que bailando con el pie izquierdo y poniendo cara de aprobación, damos nuestra bendición a ese nuevo talento que sólo unos pocos elegidos hemos descubierto. No nos basta con pasarlo bien, no somos tan frívolos.

A lo mejor debemos interpretar esto como una especie de «justicia divina» que aplicamos con nuestra firme vara, la que hace que un día Kings of Leon nos importen casi tan poco como Maná. Eso, claro, nos convertiría en héroes, que a lo mejor es un poco lo que queremos ser todos.

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Publicado por:

Julio Molina - Mallorca Music Magazine

Músico, cantante y compositor en Urtain. Colaborador musical en Cadena Ser / Radio Mallorca. Redactor en Mallorca Music Magazine.

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